martes, septiembre 06, 2022

Gracias, Señor, por los buenos momentos

 

Hoy me he dado un paseo con un primo mío. Pensaba estar una hora de descanso tras la comida y después regresar al trabajo, pero todo ha sido tan satisfactorio que hemos debido estar dos horas y media. El cielo tenía un color pictórico. Había tantas variaciones en él: desde el azul claro del horizonte, al azul oscuro sobre nuestras cabezas; y en otras zonas se percibían variedades diversas de azul.

Y ese color resaltaba increíblemente sobre los campos dorados de trigo segado. Hasta donde llegaba la vista, las colinas tenían ese bonito color. Todo era dorado y azul, en un día luminoso, veraniego. No hacía ni frío ni calor. La temperatura era perfecta.

Pero en varias zonas de nuestro paseo veíamos desde lo alto la zona que va de Alcalá hasta el centro de Madrid. ¡Qué panorama! En un momento dado nos hemos sentado en esa altura y se ha añadido la agradable sensación de un viento fuerte. El viento tenía fuerza, pero no solo no molestaba, sino que era acariciador, una sensación que se añadía a la visual. Una sensación que se añadía al sol que caía sobre mi piel.

He hecho propósito de repetir más veces ese trayecto con mi primo, de sentarme a ver el crepúsculo, sin prisas.