jueves, septiembre 15, 2022

No me gustan las revoluciones

 

En las series de ciencia-ficción de los años 60 y 70, había bases lunares como la de Espacio 1999, marcianos (con mejores y peores disfraces), saltos hiperespaciales (sea lo que sea eso), robots idénticos a los humanos, coches voladores, pistolas de rayos láser, etc., etc.

Pero lo que hubiera dejado turulatos a los directores de cine en 1969 o 1972 hubiera sido ver las colas de gente ante el féretro de la reina de Gran Bretaña. Al final el futuro ha resultado más ultraconservador de lo que imaginaron. 2022 es casi tradicionalista a los ojos de los hippies de Woodstock. Su revolución hippy fue una inmensa pompa de jabón, pero las joyas de la corona siguen causando admiración en la Torre de Londres.

Los eclesiásticos debemos tomar buena nota de esto. Esforzarse por ser moderno es una memez. Cada vez que alguien con autosuficiencia me advierte que no voy a conectar con los jóvenes, pienso: “Vaya, otro cretino”.

Y esto vale para la doctrina. Lo importante es la ortodoxia, lo único que importa es la verdad.

Señora: Pero es que los jóvenes…

Yo: Señora, a los jóvenes que les den por saco.