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domingo, octubre 02, 2022

Club el Arcipreste Risueño (1ª parte)

 


Saliendo del hospital, he tenido el siguiente pensamiento: una persona cuanto más anciana se hace más difícil tiene hacer nuevas amistades. Por un lado, se le van muriendo su pequeño circulo de amigos. Y por otro lado va teniendo más difícil hacer nuevos amigos por razones físicas, de limitaciones de movilidad, de falta de ganas de hacer excursiones.

Es entonces cuando he tenido una idea que creo que vale la pena compartir. Lo fácil que sería en grandes urbes, como Madrid, Barcelona o Zaragoza, hacer un club para sacerdotes.

Es decir, hacer un club como los clubes ingleses, con la misma estética, es decir, muy bonito; y que ofrezca los mismos servicios, más o menos, sin lujos.

Es decir, un club en un lugar céntrico de la ciudad (a ser posible), de fácil acceso en transporte público, donde los sacerdotes puedan sentirse en casa, con una decoración tradicional inglesa, buenos sillones, pinturas de eclesiásticos por todas partes, donde haya una agradable biblioteca, un lugar donde puedan beber algo, jugar al ajedrez, quedarse a almorzar o cenar, un billar, una sala aparte donde puedan ver el fútbol o una muy buena película a la semana. Ojo, la decoración no sería tan lujosa como en las fotos que he puesto arriba. Me parece una idea simpática que todos los cuadros representen solo a clérigos, sin ninguna excepción.

Es decir, un lugar donde cualquier sacerdote que no sepa dónde cenar, o que tenga un tiempo libre y no sepa qué hacer, pueda ir y saber que se va a encontrar entre compañeros. Un lugar donde cualquier tarde o noche sabe que va a encontrar a treinta sacerdotes, la mayoría jubilados.

Ese lugar no debería parecer el salón de un asilo ni tampoco el típico salón de estudiantes de una residencia de monjas, sino un lugar elegante, que atraiga, el estilo de un club inglés tradicional me parece perfecto, elegante, pero no lujoso. Yo lo llamaría Club Julio II. Otro nombre que lo veo adecuado: Club de los Monseñores.

—¿Por qué lo llaman así?

—Porque aquí todo cura es tratado como un monseñor.

Por supuesto que estaría abierto a todo diácono, permanente o transitorio. Y que cada sacerdote podría traer invitados. Y que podría admitirse una pequeña cuota de miembros laicos.

Este club habría que hacerlo gratuito para animar a los sacerdotes. Si hay que pagar una cuota, por pequeña que sea, no pocos se desanimarán. Por supuesto que las bebidas y las comidas se las pagará cada uno, pero intentando que el precio sea de coste, sin sacar beneficio. El club sería propiedad de la diócesis.

Por supuesto que los curas pueden reunirse con los laicos en sus parroquias, en las casas de laicos amigos, esto solo sería una oferta más que la diócesis pondría a disposición de los clérigos.

Lo ideal es que este club estuviera adyacente a una residencia de sacerdotes jubilados. Eso sí, tendría que haber unas normas esenciales de vestimenta, todo club las impone. Los clérigos con sotana o americana y clergyman negro, los laicos con corbata y americana; los diáconos como deseen entre las tres opciones. 

Podría haber en el guardarropa cinco o seis pantalones negros, camisas clericales y americanas negras, ropa perfectamente limpia para no tener que rechazar a nadie. Pero el código de vestimenta es condición estricta en cualquier club. Quedaría totalmente prohibido sacarse la tira blanca de la camisa para pasar menos calor. Peor todavía dejar la tira blanca colgando de un extremo. No someterse a esta norma será causa de expulsión. El club aunque sea propiedad de la diócesis, será un verdadero club y, por lo tanto, con las normas de un club.

Las bebidas alcohólicas serán sustituidas por zumos, horchata, batidos y refrescos de todo tipo. Aunque se puede permitir la cerveza y el vino con un uso moderado. No se permitirá ningún juego de cartas.

Podría haber unos laicos admitidos de un modo honorífico y podría admitirse a un cierto número limitado de laicos con pago de cuota, con un precio equiparable a cualquier club.

También sería bueno que el club estuviera adyacente a una iglesia abierta al público, para poder rezar juntos las horas canónicas. La asistencia a las horas canónicas sería totalmente libre, pero sería otro de los elementos inherentes al club. Este club podría organizar visitas a museos, excursiones y hasta picnics en campos cercanos; también conferencias, presentaciones de libros.

Lo ideal es que el que organice un club así sea un laico capacitado para ello, alguien que conozca bien cómo funciona un club de verdad. Aunque tendría que hacerlo por amor a Dios, porque el sueldo nunca podrá ser igual al de un club normal. No tengo la menor duda de que algún supernumerario del Opus Dei sería la opción mejor para dirigir con total autonomía un lugar así. Creándose un consejo director del club formado por laicos que se encargaran de ver, cada año, qué se puede hacer para mejorar el club. Si tiene un jardincito, por pequeño que sea, a mí me gusta mucho la petanca y el crocket. Estos consejeros no cobrarían nada. Harían este trabajo para ayudar a los sacerdotes.

Los cocineros, camareros y personal de limpieza serían muy pocos, los menos posibles. Y se podría escoger para esos puestos a aquellas personas con familias muy necesitadas. Así a la oferta de trabajo se uniría la caridad.

Miembros natos del club serían todos los clérigos de la archidiócesis; pero todo clérigo visitante, por supuesto, podría entrar al club, cuantas veces quisiera. Igualmente, el club estaría totalmente abierto a clérigos anglicanos y ortodoxos. Y cualquier otro tipo de clérigo (rabinos, etc.) solo tendría que consultarlo. Pero, en principio, la idea es que sea un lugar donde reunirse de un modo agradable. Ni que decir tiene que todos estos visitantes, como los diáconos, podrían venir con sus esposas.

Si se os ocurren más ideas para un club así, podéis ponerlas en los comentarios. Si hay alguna muy provechosa, la pondré mañana en el post.