Voy a hacer algunos
comentarios a las declaraciones del obispo Schneider. Declaraciones que se han
publicado en un medio en inglés llamado Life Site News. El obispo ha defendido que
“[if] a Pope creates confusion and ambiguity regarding
the integrity of the Catholic faith and the sacred Liturgy, then one must not obey him, and
one must obey the Church of all ages and the Popes who, during two millennia,
were teaching constantly and clearly all the Catholic truths in the same sense.”.
¿Cuál es el problema? Que
se sustituye el criterio jerárquico de obediencia por lo que piense, estime o
considere el que está obligado a obedecer. Se subvierte el orden divino
establecido en la Iglesia. Es cada uno el que decidiría qué cambia o, al menos,
debilita la fe. Y ya si entramos en el campo de lo litúrgico, las arenas
movedizas de lo que cada uno crea que es lo que Dios desea no tendrían fin, no
habría forma de hacer pie.
Eso respecto a la obediencia
respecto a una orden. Respecto a la verdad, la afirmación de este obispo
subvertiría el criterio de autoridad suprema para dirimir las cuestiones de fe
por la propia opinión. De nuevo, la razón para obedecer pasa de lo objetivo a lo
subjetivo.
Si un obispo da una orden
o determina lo ortodoxo, se puede equivocar y se puede apelar una autoridad
superior dentro del orden eclesial. Pero cuando se llega al final del camino
tanto en la autoridad para dar órdenes como en la autoridad para determinar qué
es lo católico, allí no cabe más que obedecer y someter el propio
entendimiento.
Por supuesto que esta
obediencia y este sometimiento del entendimiento se hace de acuerdo al magisterio acerca de estos dos
campos y de acuerdo al abundantísimo corpus de
los grandes autores que han tratado este tema a lo largo de los siglos. La posibilidad
de un obispo hereje no aparece en el magisterio de la Iglesia. Al revés, la
tradición teológica determina como regla final del sistema de apelaciones el
sometimiento al vicario de Cristo, aunque no hable ex cathedra. Esta idea de
que no deberíamos someternos en cuestiones magisteriales más que cuando habla
ex cathedra es ajena a la tradición. Por supuesto que no es infalible en una
conversación durante la merienda o en una ocurrencia durante un sermón a los
bomberos del Vaticano en una capilla. Pero sus actos magisteriales no infalibles
se hallan protegidos de manera ESPECIAL por el Espíritu Santo.
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El obispo Schneider está
defendiendo la hipótesis del papa hereje que es ajena al magisterio católico y
a la tradición teológica, salvo por un pequeñísimo número de autores. Escuchemos
al obispo exponer esta idea:
“To the
authority of a Pope or a bishop which exceeds the limits of the divine law of
the integrity and the clarity of the Catholic faith, one must mount firm resistance, which may become public. This is the heroism of our time, the gravest path to sanctity
today. To become saints means doing the will of God; doing the will of God
means obeying His law always, in particular, when this is difficult or when
this places us in conflict with men, who, though as legitimate representatives
of His authority on earth (Pope, bishop), are, unfortunately, spreading errors
or weakening the integrity and the clarity of the Catholic faith”.
Esas ideas de manera
lógica desembocan en el conciliarismo. Si ese obispo tuviera razón, ¿hay un
modo de salir de esa paradoja al respecto del discernimiento de la fe en la
Iglesia Católica que no sea el conciliarismo? No, no lo hay. Por eso en el
siglo XX, ya antes del dogma de la infalibilidad, la hipótesis de un papa
hereje desapareció de los tratados de dogmática.
Si ese obispo tuviera
razón, la única salida a una confrontación entre la cabeza y el depósito de la
fe sería el concilio universal. El dogma de la infalibilidad tiene
ramificaciones en las que parece no haberse parado a pensar este obispo.
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Pido a los lectores de este blog un cariño sencillo, filial, hacia el papa; os pido un sentimiento casi infantil, cándido.
El alma bondadosa excluye hacer
juicios, mucho más excluye la murmuración. Amad y buscad la verdad, pero no deis
dentelladas contra nadie. Sed sencillos como palomas. Juzgar al papa no entra
dentro de las funciones de los fieles católicos.