sábado, noviembre 12, 2022

"Roast beef" en español se dice "rosbif"

 

Ayer tuve la suerte de cenar con un matrimonio simpatiquísimo. El rosbíf estuvo delicioso; digno de una foto para un libro de cocinas. El postre me produjo cargo de conciencia. Cuando es muy dulce lo asocio al azúcar todo el tiempo, y el azúcar la asocio a transgresión, a desobediencia a la dieta, a no hacer lo que debo.

Cenamos con un vecino y después se unieron varios vecinos más en la sobremesa. Los chats de vecinos, una nueva realidad en los edificios del siglo XXI.

Durante la comida, hablamos de cosas espirituales, pero después de los postres creo que hice comentarios que no hubieran hecho la felicidad de los que aprobaron la Ley de Memoria Histórica. Pero es que, de verdad, me resulta tan agrio que alguien me diga lo que tengo que pensar.

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Sabéis lo que amo a los Estados Unidos. Pero uno de los defectos que tiene esa nación es su perfecto desconocimiento de lo que ocurre más allá del Río Grande y de lo que acaece más allá de esa Terra Ignota que hay al norte de las Cataratas del Niágara.

De manera que siguen sin enterarse del desprestigio que supone que cuatro días después de unas elecciones nacionales sigan sin saber los resultados electorales de varios estados. En un país de 47 millones de habitantes como España se suelen tener los resultados en dos horas, y allí varios días después todavía no.

No es solo una cuestión de desprestigio internacional, es que un sistema tan ineficiente conlleva verdaderos peligros para la fiabilidad electoral.