sábado, diciembre 10, 2022

La vida política de los pueblos

 

El golpe de Estado de Perú fue inadmisible, absolutamente inadmisible. Ahora bien, la constitución de Perú es un desastre, como tantas otras del mundo. Pues despliega unas normas que, de forma ordinaria, llevan al bloqueo entre el poder ejecutivo y el poder del congreso.

Como ya he dicho en otros posts, no deben existir elecciones presidenciales. Las únicas elecciones deben ser para escoger a los representantes del Pueblo (el Congreso) y que estos escojan al más adecuado para gobernar, aunque no sea muy popular.

Si hay unas elecciones para el parlamento y para la presidencia, cada vez que el signo político en el congreso no concuerde con el de la presidencia tendremos un bloqueo. Y si concuerdan, el papel controlador del congreso será nulo. Como se ve, esa bifurcación electoral es un sinsentido. Lo lógico es que el Pueblo escoja a sus representantes, y estos escojan al presidente del Gobierno, y que lo retiren si lo ven conveniente. Con ello se logra que haya una sincronización armónica entre las dos instituciones. Y al mismo tiempo el congreso siempre puede destituir al presidente. Mientras que si el presidente ha sido investido por una votación directa del Pueblo, con razón puede alegar que tiene un mandato directo.

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Para mí el gran reto constitucional es cómo lograr que los partidos del congreso escojan al mejor presidente, al más adecuado, y no busque cada partido su propio bien particular. Eso tiene que ver con la moralidad de los que lideran cada partido, y tiene difícil solución. ¿Cómo lograr que el parlamento no se convierta en un continuo y agrio enfrentamiento entre intereses egoístas?

Incluso aunque sean los electores los que escojan a los congresistas, ¿cómo evitar que los partidos se conviertan, cada vez más, en fuente de odio, de división nacional? ¿Cómo evitar la degradación moral de la política? Salvo que apliquemos remedios enteramente espirituales (la oración, la predicación, etc.), no veo solución. Quizá no la hay porque el problema es moral y la solución solo puede ser moral.

Pero mientras se desea una conversión moral, es cierto que hay reglas del juego que son causa de problemas, de graves problemas.

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La próxima vez que vaya a un país y me pregunten en el aeropuerto si vengo a hablar del demonio, les contestaré que vengo a predicar de Derecho Constitucional. Créame, señor periodista, el mundo de la política es mucho más enrevesado que el de los demonios. Hay que reconocer que el liderazgo en el infierno es bastante más estable que el de algunos países.