lunes, enero 09, 2023

La Tarta Pavlova es el postre más fotogénico que existe

 

En este lugar, a lo largo de los años, he contado muchos hechos penosos para mí, y siempre hay alguno que te da consejos que en vez de ayudarte logran lo contrario. Parte de mi trabajo consiste en escuchar a personas que te cuentan sus problemas, muchos de esos problemas son familiares o con las personas del trabajo. Algo he aprendido con los años y os lo comparto.

Primero: Cuando doy un consejo, tengo en cuenta de que la otra persona puede ser tan inteligente como yo. ¿Qué quiero decir con eso? Pues que hay que evitar consejos en el que tratas al interlocutor como un ser inferior con poco entendimiento. Esto es válido cuando un sacerdote habla con un laico. Nosotros, especialmente, deberíamos tenerlo muy presente.

 Incluso a los niños hay que tratarlos con dignidad intelectual. También ellos se dan cuenta cuándo alguien los toma en serio y cuándo no.

Segundo: Cuando alguien me cuenta un problema, hace un resumen. No puedo pretender darle lecciones en un tema del que el interlocutor lo sabe todo con todos sus detalles, y yo solo me acabo de asomar a problema. Es distinto dar humildemente un consejo que ir dando lecciones. No es una cuestión de extensión. Se puede actuar soberbiamente en un breve consejo. Por el contrario, uno puede hablar con la persona durante mucho rato sin abandonar una actitud de continua humildad.

Tercero: En la exposición de un episodio doloroso, nunca te pongas a defender a la otra parte frente a la víctima que expone. Muchas veces no sabemos quién tiene la razón, pero si alguien te cuenta algo muy doloroso, no hagas de abogado del te ha dicho que le hace sufrir. Solo lograrás aumentar el dolor de la víctima y, con mucha razón, con toda razón, te podrá decir que no sabes casi nada, ¡y es así! Es muy triste que alguien te abra su corazón y tú le digas al que sufre que el que le hace sufrir es el bueno, y que la víctima es la mala.

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Dar consejos es una tarea delicada. En esa labor hay elementos como la verdad, el sufrimiento, la capacidad para conocer las cosas. Muchas veces hay que escuchar, escuchar con compasión no es poca cosa. Después de escuchar, se puede hablar con mesura, con prudencia.

Lo de dar consejos es algo que hay que tomarse muy en serio. Se puede meter la pata hasta el fondo, podemos hacer sufrir. Por el contrario, hay sacerdotes que tienen la gracia de ser voces de lo alto. Su palabra es medicina. Su consejo rebosa sabiduría.