Cuando hace muchos años
leí la biografía de santo Tomás Becket, me sorprendió que, siendo arzobispo de
Canterbury, un día pidió que le acondicionaran un lugar para dormir esa noche dentro
de la catedral. Aquella idea fue muy sorprendente para mí. Hasta entonces había
pensado que la única posibilidad era velar ante el sagrario o la custodia. Pero
la idea de llevarse un saco de dormir y pasar la noche en la presencia del
Señor, durmiendo, me pareció bellísima: fácil, cómoda, pero llena de poesía;
¡dormir en la presencia del Señor, en su casa!
Han pasado los años y le
he dado vueltas a esa posibilidad. Y considero que es una opción que los fieles
más devotos, aquellos que gozan de la máxima confianza de sus párrocos,
deberían tener en cuenta. Por supuesto que, por cuestiones de seguridad, no se
puede dejar a cualquiera encerrado dentro de la iglesia. Pero hay feligreses
que si lo solicitan, no suponen el más mínimo peligro.
A esos parroquianos que
deseen dormir a los pies del sagrario, yo les permitiría traer una pequeña
colchoneta para estar más cómodos. Y si ellos quieren venir con sus sábanas,
almohada y mantas, también. Les indicaría dónde hay un aseo por si lo necesitan
y les daría todo tipo de facilidades.
La idea de que en el
templo haya alguien a los pies del Señor me parece bellísima. Como en los
tiempos en que los apóstoles dormían en el campo junto a Jesús.
En una catedral como la
de San Abán (La Catedral de San Abán, se encuentra en Biblioteca
Forteniana), situada en una urbe de dos millones de habitantes o más, será
fácil que cada día haya un par de personas dispuestas a dormir en el templo. A
estos se les podría llamar “noctuarios”, para distinguirlos de los adoradores
(o los que velan).
En un macrotemplo como el
que describí en ese ensayo, todos los días del año puede haber dos adoradores y
dos noctuarios.
Los adoradores estarían
en una capilla y los noctuarios en otra.
Por motivos de seguridad, el templo tendría que estar cerrado. Los adoradores y noctuarios tendrían un lugar establecido adonde llamar para que se les abriera.