He tomado buena nota de
vuestras sugerencias y las veréis reflejadas en el siguiente domingo. Las
pondré antes del domingo. También me ha sorprendido lo de la inteligencia artificial.
Se va desarrollando a cada vez mayor velocidad. Estoy seguro de que nunca se
logrará una verdadera inteligencia racional, pero sus resultados van a ser
sorprendentes. El ordenador tradicional nunca ha tenido inteligencia y, no
obstante, sus resultados han sido admirables. Está claro que la AI nos va a
llevar a una sociedad muy distinta, pues muchos puestos de trabajo para atender
a la gente van a ser sustituidos por las máquinas. En algún momento dado, eso sucederá
con todos los conductores: taxis, camiones, repartidores. Y no, no se van a crear
puestos de trabajo para ellos.
Está clarísimo que la
sociedad abandonada únicamente a las leyes económicas va a derivar en una
estratificación rigurosa de los ciudadanos: unos tendrán conocimientos muy
valiosos para el mercado de trabajo y ganarán mucho dinero; al resto se lo
podrá contratar a precio de saldo, porque serán seres humanos completamente prescindibles.
La inteligencia artificial y la irrupción masiva de robots (la mayoría sin forma
humanoide) va a acabar con una gran parte de los puestos de trabajo.
La estratificación que se
avecina va ser como la de las castas de la India. Unos ciudadanos van a convertirse,
de verdad, en súbditos. De hecho la masa social más baja, va a ser tan
prescindible que su abundancia va a convertirse en un problema para los privilegiados.
“¿Por qué tiene que haber tantos humanos en la sociedad?”, va a ser la pregunta
que la élite se va a hacer.
Las leyes económicas
debieron haber sido encauzadas dentro de la justicia social en los años 70; al
menos, entonces. La humanidad entera debería haber evolucionado de otra manera.
Desde el año 2000, “¡Chaina!”, como exclamaba cierto expresidente, cambió todas
las cosas. Ahora la situación ya no es posible de encauzar. Un crucero de los
más grandes es rallamativo lo que tarda en virar 180º. La situación actual no
se va a dejar domar. Un superpetrolero cargado, cuando va a velocidad normal,
tarda 20 minutos en detenerse.
La sociedad va camino de
convertirse en clasista, cruel, ultracapitalista. Y la solución no radica en
protestas al estilo francés, cada vez que algún gobernante con sentido común
intente cuadrar las cuentas. La solución no está en la típica lucha de clases
de tipo marxista. La solución no está en las barricadas, ni en arrojar
adoquines a los antidisturbios.
Las medidas razonables únicamente
las pueden proponer los grandes expertos en el mercado, los que saben cómo funciona
la economía real, no los ideólogos marxistas, no aquellos que tienen teorías revolucionarias
nada realistas. La situación ya no se arregla con una mera distribución, se ha
vuelto más complejo. El problema es que cada año que pasa hay menos margen de
maniobra, la solución debe ser global y la población no está por la labor de afrontar
remedios dolorosos.
Sin una mentalidad
cristiana a la hora de organizar la economía de la sociedad, las cosas pintan
mal. No hemos logrado encajar el impacto en nosotros de China y ahora, después
de haber suspendido esta asignatura, viene el impacto de la AI.
Todas estas distorsiones
tendrán impresionantes consecuencias sociales: pobreza que llevará al conflicto.
El campo de cultivo perfecto para un partido totalitario, para un gobernante
autoritario que “proteja” a los pobres, un gobernante autoritario totalmente
antifascista. Nadie es más pesimista que yo respecto al futuro a medio plazo.