Desde
hace no poco tiempo, le doy muchas vueltas al tema de la democracia. Leo,
escucho conferencias, lo hablo con amigos. La democracia (en tantos lugares) ha
logrado la alternancia en el poder, el Estado de Derecho, unos jueces
independientes, unos gobernantes no despóticos.
Pero
es como si después de lograr tantas e indudables consecuciones, la democracia
se hubiera estancado; como si el sistema hubiera logrado eso, pero no lograra
que los más adecuados gobernaran; como si el sistema se hubiera enzarzado en
luchas grupales (partidistas) que son el obstáculo para tomar las mejores
decisiones en orden al bien común. Se ha logrado mucho, pero nos hemos
estancado.
El
sistema no logra mejorar ni la calidad de los gobernantes ni que sus decisiones
sean las más adecuadas.
Los
partidos políticos son inevitables, convenientes, necesarios, instrumentos
útiles para la ciudadanía. Las élites especializadas en la política, como
ejercicio profesional, también son necesarias. Pero también es verdad que la
lucha entre partidos puede convertirse en un mal endémico del bien común, del
acuerdo, de la racionalidad. La lucha entre partidos puede bloquear lo que
debería ser el modo normal de tomar las decisiones.
Hace unos años propuse la opción de la candidatura universal.
En La decadencia de las columnas jónicas,
explicaba yo que en las elecciones generales se puede votar por cualquier
ciudadano español, ya que deja de haber candidatos oficiales: cualquier
ciudadano puede votar a cualquier ciudadano español que sea mayor de edad.
El que obtiene el 1% de los votos pasa a ser congresista. Los que obtienen menos de ese porcentaje pueden dar sus votos al que consideren más adecuado. Lo que se pretende con tal medida es que esa agrupación de votos, esa lenta decantación, logre que se acabe sumando un 1%.
Pero yo mismo tengo mis dudas. Lo propuse y yo mismo tengo dudas. ¿Es
el destino de toda democracia alcanzar un punto de rivalidad egoísta que lleve
al bloqueo partidista?
Tengo
la sensación de que un 25 % de congresistas completamente independientes podría
marcar una notable diferencia con el panorama actúa de casi todos los países. Ese
25 % actuaría como jurado independiente: su sentencia daría la presidencia al
candidato que vieran menos malo; ya no digo óptimo, pero sí el menos malo.
Lo
malo es que un voto independiente y secreto se podría prestar a la compraventa
de votos. Aunque al ser secreto, no habría manera de comprobar que un
congresista ha cumplido con su parte del trato.
Lo que tengo claro es que los actuales bloqueos partidistas
(de un partido radicalmente contra otro) solo se pueden superar con la afluencia
de ciudadanos independientes al parlamento, no con la creación de otro partido
más que entre en el juego de alianzas absolutas: nosotros seremos los buenos,
hagamos lo que hagamos; vosotros seréis los malos, hagáis lo que hagáis.
Sería bueno llenar el hemiciclo de escritores, periodistas y
gente famosa. Eso ya sería un paso adelante para cambiar las cosas. Además, con
mi sistema de candidatura universal, el 10 % de los votos pueden ser entregados
a familiares y amigos que no harán nada. Si se pierde, incluso, el 20 % de los
votos, los parlamentarios serían 80. Es más fácil entenderse entre ochenta
personas (de las cuales otros veinte serían independientes) que no entre los
345 diputados que ahora componen el congreso de España. 345 diputados que
disputan un partido de fútbol en el que la política se reduce a dos porterías y
un solo balón.
Si hay 80 diputados, eso puede significar que 20 son
independientes, y 30 son de partidos de un bando y otros 30 de partidos de otro
bando ideológico. Con esas proporciones resulta fácil obtener la presidencia con
el apoyo de los independientes. La antigua política de enfrentamiento, como si
fuera un torneo medieval, poco a poco, iría derivando hacia una política de
colaboración, de acuerdo.
Ahora tenemos en casi
todos los países este panorama: nula colaboración, elecciones, nula
colaboración, elecciones. El sistema que propongo con pocos parlamentarios que parlamentan
a puerta cerrada y con voto secreto, desde luego, se presta al acuerdo
colaborativo. No digo que se logre, pero el sistema lo favorece. Y mucho más si
los independientes logran imponer (aunque sea de vez en cuando) presidentes de
gobierno no políticos, individuos independientes que no vengan a hacer lucha
política, sino a resolver problemas.
Sí, el sistema de candidatura
universal creo que sería un paso en la dirección adecuada para resolver los problemas
de nuestras democracias.