El otro día prediqué
acerca de las ventajas de que un obispo esté todo su tiempo de episcopado en
una diócesis, y las ventajas de que un obispo cambie a una segunda o tercera
diócesis. Las ventajas de seguir en el puesto hasta la muerte, y las ventajas
de renunciar a los 75 años.
En la sección de
comentarios, he escuchado buenas aportaciones. Esta vez me gustaría ver cuál es
vuestra opinión. Desde luego un obispo nuevo es un nuevo comienzo que llena de
entusiasmo a todos. Y también es cierto que algunas personas a los 75 años van
perdiendo ganas de emprender nuevas iniciativas.
Por un lado, me gusta la
idea de que un obispo sea como una roca inamovible que se quede toda la vida. Pero,
por otra, veo las ventajas de la aportación que supone un cambio episcopal.
Por un lado, una visión
patriarcal veterotestamentaria de la iglesia como familia, con autoridades que
no expiran hasta la muerte. Por otro lado, una cierta cesión razonable en pro fe
de la funcionalidad; lo cual significa cambios y jubilación.