Ayer tuve una larga
conversación con un conocido de Canadá. El tema de monseñor Viganó me ha hecho
perder tiempo y esfuerzo en tantas conversaciones. A mi viejo conocido, le
aconsejé que empleara su tiempo en ver, en Youtube, vídeos de hurones o erizos.
Sacaría mucho más provecho de visionar a esos simpáticos animales que de escuchar
el Malleus maleficarum viganoniano y por entregas al que nos ha
acostumbrado el monseñor retirado. Encima se trata de un Martillo de brujas
por entregas y hasta con imágenes en movimiento. ¿Por qué no se dedicará como
todos los jubilados a echar miguitas a las palomas?
Aunque tal vez nosotros
somos sus palomas y sus miguitas son los vídeos. Y es que no todo es malo en
Viganó. No, no, no todo es malo. Imaginaos una tarde calurosa de julio, estás
leyendo el periódico con un granizado a tu lado, teniendo la Catedral de Burgos
delante, las noticias son un rollo, y, de pronto, te encuentras con una
carta-protesta de Viganó. ¡Pues te ha alegrado la tarde! La lees en voz alta a
los amigos, la comentas, después viene la fase de las bromas. En los postres de
la cena, se retoma el tema. Uno imita su tono, otro saca profundas conclusiones
basado en su filosofía hegeliana, un tercero te cuente el chiste de que iban por
el desierto Lefevbre, Viganó y Hans Küng...