Sermones en vídeo

lunes, marzo 23, 2020

Cuestiones varias en tiempo de epidemia



Varios, estos días, me han hecho diversas preguntas. Voy a responderlas de un modo público por si le sirve a más personas.

Reflexión sobre los pros y contras de cerrar iglesias
No me parece irrazonable la decisión de cerrar los templos que han tomado algunos obispos. Es un modo de limitar los contagios y de mostrar solidaridad con los que quieren llevar un confinamiento estricto. Ahora bien, yo soy de la opinión de que, precisamente, ahora los templos han de estar abiertos. Dios es tan real como el coronavirus. Si todo se arreglara encerrándose en casa dos semanas, estaría a favor del encierro total. Pero como afrontamos una pandemia que, en cada nación, durará meses si algo debe estar abierto son los templos. Si alguien me dice que es que hay una pandemia, le contestaré que porque hay una pandemia ahora, más que nunca, hay que volver los ojos a Dios.

¿Es válida la misa por internet o televisión?
Esta es una pregunta que me ha hecho mucha gente. Los obispos ya han dispensado del precepto dominical. Así que la pregunta no ha de plantearse en términos de “validez”, sino de si hay o no hay obligación. La misa vista devotamente por Internet tiene un efecto en el alma. La persona se une en espíritu a esa liturgia, adora uniéndose a ese acto. ¿Adora a Jesús-Eucaristía en su casa? Sí, lo adora. Y una comunión espiritual puede tener más efecto (si hay más devoción) que una comunión física con menos fervor.
¿Y si la misa ya se emitió y estoy viendo la grabación?
No por eso tiene menos efecto. Yo me uno a ese acto en este momento. Y me beneficio espiritualmente de esa unión, de esa adoración. Tampoco yo estuve físicamente en el Calvario, pero me uno con el deseo al Sacrificio de la Cruz. Alguien que estuvo físicamente, hace dos mil años, en el Gólgota pudo obtener menos gracias (por tener menos fe, menos amor) que yo uniéndome espiritualmente desde el siglo XXI.

¿Puedo no estar de acuerdo con una decisión de un obispo?
No es obligatorio ser de la misma opinión que el obispo en cuestiones que no son de fe. Pero la propia opinión debe manifestarse desde el respeto, desde la obediencia. Todos los párrocos hemos sido testigos de cuándo una opinión es constructiva y cuándo no lo es. Una cosa es la propia lícita opinión y otra cosa es la siembra de divisiones. Incluso con la autoridad civil, en estos momentos tan difíciles, hay que tener un cierto espíritu de colaboración y no de crear tensiones.