Estoy viendo María, reina
de los escoceses. No es poco tener que aguantar el coronavirus para,
encima, tener que aguantar ese rollo de película. Voy por la mitad y no tengo
el más mínimo interés por saber cómo acaba. El resto la voy a pasar a cámara
rápida.
La historia esta reina católica asesinada por su hermana (Isabel I de Inglaterra), de por sí,
le daba hecho el guion al director. Es una etapa fascinante para llevarla al
cine en toda su complejidad y belleza. Bastaba contarla con sobriedad. Además, se
trata de una gran producción. El director ha contado con abundancia de medios,
eso se nota. Hay presupuesto. Cuando hay dinero, se nota.
Pues bien, el director se
pierde en asuntos personales que no añaden nada a la historia, meras distracciones
inútiles. Lo que no se entiende tampoco es por qué añadir tantos, tantísimos,
errores históricos sin ninguna necesidad para la trama.
En fin, una película no
solo prescindible, sino también aburridísima. Menos mal que, como siempre, no gasté ni un euro en ir al cine y he esperado a verla gratis en la televisión.