Con los post anteriores
sobre el Claustro Cardenalicio [¡¡Otra vez!! Pero
qué manía.], no estoy diciendo que derrumbemos el Edificio de Santa
Marta. Por supuesto que no. Se puede dejar en pie como residencia para
estudiantes de la Gregoriana.
Nos han metido en la
cabeza que no se hacen cosas bellas porque ya no hay dinero. Pero fijémonos en
el altar que antes de ayer puse en la foto del post. ¿Se arruina una diócesis por
poner ese altar en una iglesia nueva? Por supuesto que no. He visto pequeños
claustros antiguos, pequeñas iglesias románicas, que son un prodigio de
belleza. Hay iglesias románicas enteramente construidas con ladrillo.
Construidas con ladrillo
y con amor a la Iglesia.
He visto obras de arte
mudéjar en
ladrillo que me han dejado boquiabierto. La diferencia que hay entre una pared de ladrillo pensada, ella misma, como obra de arte y, por otra parte, una fea pared
de ladrillo encajada en una especie de garaje al que se le da el nombre de
“iglesia”. Si la cabeza del arquitecto está mal, todas las paredes de su
proyecto estarán igual de mal que su cabeza.
Si un arquitecto que no
tiene ni idea de la fe se pone a idear iglesias, el resultado es previsible. Si
un cura sin gusto se pone a hacer de arquitecto, el resultado es previsible.
¿Estoy con esto diciendo
que no tienen fe ni los arquitectos ni los obispos ni los curas? Por supuesto
que no. Rotundamente, no. Pero lo que sí que digo bien claro es que la mayoría
de las iglesias construidas desde los años 70 son muy feas, totalmente feas,
verdaderamente feas, rotundamente feas.
Conocí a un arquitecto
con mucha fe, yo creo que de misa diaria. Ahora bien, sus iglesias parecen construidas
por el loco de El Resplandor. No voy a dar más detalles para que no sea
identificado. Pero todas las paredes, todos los techos de sus iglesias parecen
estar gritando millares de veces: Al que madruga, el arquitecto le ayuda.
Vamos, que la fe tampoco
lo es todo. A veces, el malo de la película puede tener mucho mejor gusto que
el héroe. El villano puede ser un grandísimo artista y el bueno de la película puede
ser al arte lo que Nixon a la política.
Post Data: Es que, en el caso del Edificio de Santa Marta, ¡hasta la fachada es fea! El final más digno que se le puede dar a ese edificio es como aparcamiento o poner alli una fuente o una piscina de canónigos.
A quién que haga cola durante dos horas bajo el sol de agosto de la Plaza de San Pedro del Vaticano no le alegraría la vista ver (desde la plaza, a través de la puerta protegida por la Guardia Suiza) a los canónigos saltando al agua como niños, jugando con cubos, lanzándose desde trampolines pequeñitos acordes a su edad. Qué visión tan refrescante.