Un comentarista, Lux,
hacía ayer la reflexión de que los evangelistas siguieron llamando apóstol
al traidor. Y los textos se escribieron años después. Cierto, no me había dado
cuenta del mantenimiento del título.
Fabián escribía:
Yo
añadiría que, además, es una forma de demostrar que, cualquiera que sea el rango
o nivel que ostentes, los pecados en los que se pueden caer son los mismos para
todos.
Igualmente, cierto. ¿A alguien
se le retiraría el grado de laico en la Iglesia al salir de la cárcel después
de un terrible pecado?
¿Podríamos afirmar: “Es
incompatible que se siga llamando “cristiano” el que cometió ese pecado pasado,
aunque se haya arrepentido”?
Alguien objetaría: “¡Pero
no puede ejercer esa función un sacerdote o un cardenal!”. La respuesta es: ¿Es
que son meramente funciones? Si fuera así, entonces, todos los rangos podrían
ser meramente transitorios y si todo fueran funciones (y no hubiera algo
misterioso detrás) ¿qué razón habría para que las mujeres no pudieran ejercer
unas meras “funciones”?
A Lucía, que veía esto
como una benignidad y como una amnistía, le contesté:
Mantener
la dignidad eclesiástica (ya desprovista de función alguna) ¿en qué sentido es
ser benigno? ¿En qué sentido mejora la vida de alguien ya condenado por un
tribunal civil? ¿En qué sentido es una amnistía? Si alguien ha pasado varios años en una cárcel, ¿por
qué es una amnistía? ¿Se le retira el
título de ingeniero de caminos al que ha cometido un asesinato?
La reflexión de ayer me
llevó a reconsiderar algo de lo que ya escribí acerca de las casas de reclusión
eclesiástica. Concebía, hasta ahora, que sus inquilinos debían estar recluidos.
Pero ahora me doy cuenta de que, manteniendo una vida sobria y hasta
penitencial (esto requeriría más matices), manteniendo una cierta reclusión
(esto también requeriría más matices), lo cierto es que no hay razón alguna
para encerrar allí a nadie que haya cumplido una pena. Porque la Iglesia no
tiene cárceles, la Iglesia no tiene medios para imponer justicia porque no es
su misión. La Iglesia no está sobre este mundo para hacer justicia ni siquiera
con sus miembros.
La Iglesia con sus
“tribunales” podrá tomar decisiones para solventar problemas entre sus
miembros, pero no para hacer justicia. Lo que se llama justicia en la
Iglesia es más algo parecido a la acción de una madre que toma decisiones entre
sus hijos.
Esa acción maternal
eclesiástica puede conllevar decisiones patrimoniales, de retirada de
funciones, etc., pero es algo radicalmente distinto al proceso y criterios que
sigue un juez.
Cierto que una decisión
de un tribunal de la Iglesia puede ser injusta. Aunque no se pretenda hacer
justicia, se pueden tomar decisiones injustas. ¿Pero un juez eclesiástico puede
pretender castigar?
Replanteemos la pregunta
de esta manera: ¿Nos imaginamos a Jesucristo azotando con una vara la espalda
de un ministro infiel? ¿Nos imaginamos al Maestro encerrando en una celda a un
apóstol durante un ocho años o cinco o dos?
Dad al césar lo que es
del césar. El tribunal del césar debe hacer justicia. Debe
hacerlo, no tiene otra opción. La justicia en un Estado de Derecho no es
opcional, es un deber. Pero después la Iglesia, como una madre, acogerá al que
salga de prisión. Vemos lo que las madres hacen con sus hijos al salir de
prisión, hasta con los asesinos. ¿La Iglesia es una madre no tan madre? ¿Es una
madre de grado inferior?
La remoción de un grado
eclesiástico (ya sin funciones: sea obispo o cardenal o canónigo) ¿no proviene acaso
de una mentalidad penal? ¿No subyace en ello una relación delito-pena?
Si el que fue culpable ya
no ejerce funciones para las que sea inadecuado, ¿qué mal hará? En una casa de
reclusión eclesiástica, ¿por qué no va presidir la liturgia como lo que es:
obispo o cardenal? ¿Por qué no va a intentar vivir lo que le quede de vida en
su rango, en la espiritualidad de su rango?
Alguien dirá, ¿pero tiene
tanta importancia que un obispo de setenta y seis años, retirado en una casita
de un pueblecito pequeño de mil habitantes (incluso vigilado por el párroco) siga
en su rango en vez de reducirlo al estado laical? Por supuesto que sí. Tiene mucha
importancia.