Sermones en vídeo

viernes, diciembre 11, 2020

De capillas y culpables

 

No sé a qué laico se le habrá encargado de la decoración de la capilla X (donde hay una equis había un nombre) en X (donde hay una equis había una ciudad en un determinado país, un país del mundo), pero aconsejo a la diócesis que lo destine a otros menesteres: por ejemplo, limpiar las caballerizas del palacio episcopal.

Véase el delito flagrante en la foto que aparece en este link: (link borrado.)

Nota aclaratoria: Cualquier parecido entre la foto de arriba y la foto del link que he borrado no será ninguna coincidencia. Porque será imposible que entre la belleza de arriba y el horror de lo que he borrado haya ningún punto de conexión.

Que después de dos mil años de estética cristiana, que después de todas las variantes del románico normando y del románico peninsular ibérico, que después de las tres fases de evolución del gótico, después del rococó, después del historicista “neoclasicismo neogriego”, que hayamos llegado a esa capilla... en fin, no tiene perdón. Esa capilla no tiene perdón.

¿Qué está mal en ella? Mejor dicho, ¿qué está bien? Probablemente, solo se salvan los bancos. Prefiero no mirarlos demasiado por si acaso.

Pero es que esa capilla es, en su estilo, quizá insuperable. Espero que le hagan fotos, como recuerdo, porque hagan lo que hagan a partir de aquí, eso sí, ya solo puede mejorar.

Me podría fijar en cada detalle, pero renuncio. Solo mencionaré esos BORRADO (aquí mencionaba un detalle demasiado identificativo) de la pared que solo mirarlos en la foto ya me duelen los ojos.

En ese espacio, todo está tan desorganizado que casi produce un mareo físico solo con abrir los ojos. Ya no digo nada del mareo existencial.

Alguien me preguntará: “¿Pero se podía hacer algo sin gastar casi dinero?”. ¡Por supuesto que sí! Lo repito: ¡Por supuesto que sí! Baste ver alguna capilla minimalista de John Pawson.

En las conversaciones, al hablar de dos mujeres, si hay caridad se suele decir: “La guapa y la simpática”. Un bello modo para no decir que es fea. Pues bien, de esa capilla nadie podrá decir que resulta simpática sin mentir. No es ni simpática ni original ni modesta ni humilde ni sobria. Solo es una cosa: fea de solemnidad.

Me estoy refiriendo a una capilla en concreto, pero no es culpa mía si, en cinco lugares del mundo, varios laicos piensan completamente convencidos: “Se está refiriendo, sin ninguna duda, a la nuestra”.

Post Data: Me gustaría tener la esperanza que mis líneas llevarán al arrepentimiento de sus pecados estéticos a algunos clérigos. Pero no, morirán con todas sus faltas contra la belleza y lo único que lamentaré, qué pena, es que no exista un purgatorio especial (y bien largo) para sus culpables.