Sermones en vídeo

viernes, diciembre 18, 2020

Real sello de Inglaterra

 

Hoy estaba hablando con un amigo mío, empresario. Nos conocemos desde hace cuarenta años. Y me comentaba la alta frecuencia con que un alto ejecutivo se casa con una alta ejecutiva. Es cierto, entre mis amistades, conozco matrimonios entre médicos, entre jueces.

El hijo que nace de este tipo de matrimonio tendrá una educación mucho más esmerada, dominará varios idiomas; también el chino con cada vez con más frecuencia.

Fruto del dinero disponible para su educación y del ambiente cultural en el que han crecido es cierto que hay un tipo de personas cuya preparación es inmejorable. Les esperan los mejores puestos en las inmensas multinacionales, en la administración pública, en la judicatura.

¿Puede competir con esta “raza” el hijo de unos pobres cuyo ambiente es el de unos padres con inacabables jornadas de trabajo para poder pagar la hipoteca?

Este muchacho de barriada popular tras buscar trabajo con todas sus fuerzas y no lograr nada se desmoralizará, con toda razón. En España, a menudo, hay que luchar y esforzarse solo para lograr infratrabajos temporales. Trabajos que no ofrecen ningún aliciente para la superación.

La ilusión se puede mantener durante algún tiempo. Pero muchos acaban encerrados en su habitación conectados todo el tiempo a los videojuegos. Es cierto que le podremos decir que tiene que luchar, que debe luchar, pero el sistema le aboca a la pérdida de ilusión.

Al final, en el mercado laboral, tenemos a la “raza” de predestinados a los mejores puestos, y la masa cuyo único futuro es o interminables jornadas de trabajo o el paro con Internet en su habitación todo el día.

La solución no es el neoanarquismo ni el neomarxismo. Pero el sistema aboca a que unos sean cada vez más ricos y otros cada vez más pobres. Eso es tan distinto de la sociedad en la que crecí. En los años 70 y 80, en Europa occidental, reinaba el optimismo y existía una gran igualdad social; no perfecta, pero mucho más grande que la de ahora.

Poco a poco, hemos ido destruyendo aquella sociedad. Quizá los políticos y los sociólogos no estén de acuerdo con este planteamiento de la super-raza y la masa de abejas obreras, pero los empresarios hace tiempo que han captado que las cosas son así.