Hoy estaba
hablando con un amigo mío, empresario. Nos conocemos desde hace cuarenta años.
Y me comentaba la alta frecuencia con que un alto ejecutivo se casa con una
alta ejecutiva. Es cierto, entre mis amistades, conozco matrimonios entre
médicos, entre jueces.
El hijo que
nace de este tipo de matrimonio tendrá una educación mucho más esmerada, dominará
varios idiomas; también el chino con cada vez con más frecuencia.
Fruto del
dinero disponible para su educación y del ambiente cultural en el que han
crecido es cierto que hay un tipo de personas cuya preparación es inmejorable.
Les esperan los mejores puestos en las inmensas multinacionales, en la
administración pública, en la judicatura.
¿Puede
competir con esta “raza” el hijo de unos pobres cuyo ambiente es el de unos
padres con inacabables jornadas de trabajo para poder pagar la hipoteca?
Este muchacho
de barriada popular tras buscar trabajo con todas sus fuerzas y no lograr nada se
desmoralizará, con toda razón. En España, a menudo, hay que luchar y esforzarse
solo para lograr infratrabajos temporales. Trabajos que no ofrecen ningún
aliciente para la superación.
La ilusión se
puede mantener durante algún tiempo. Pero muchos acaban encerrados en su
habitación conectados todo el tiempo a los videojuegos. Es cierto que le podremos
decir que tiene que luchar, que debe luchar, pero el sistema le aboca a la
pérdida de ilusión.
Al final, en
el mercado laboral, tenemos a la “raza” de predestinados a los mejores puestos,
y la masa cuyo único futuro es o interminables jornadas de trabajo o el paro
con Internet en su habitación todo el día.
La solución
no es el neoanarquismo ni el neomarxismo. Pero el sistema aboca a que unos sean
cada vez más ricos y otros cada vez más pobres. Eso es tan distinto de la
sociedad en la que crecí. En los años 70 y 80, en Europa occidental, reinaba el
optimismo y existía una gran igualdad social; no perfecta, pero mucho más
grande que la de ahora.
Poco a poco,
hemos ido destruyendo aquella sociedad. Quizá los políticos y los sociólogos no
estén de acuerdo con este planteamiento de la super-raza y la masa de abejas obreras,
pero los empresarios hace tiempo que han captado que las cosas son así.