Este mes
recibí una llamada de una persona consagrada. Por teléfono me ha explicado su triste
situación. No pertenece al clero secular por si alguien quiere hacer
especulaciones. No diré la orden o la “asociación” o fraternidad. Pero lo que
me sorprende es la capacidad que tenemos los seres humanos para hacernos la
vida más difícil.
Conozco
perfectamente a esta persona y a su “superior” y dónde vive. Por eso sé que la
descripción que me ha dado se ajusta a la realidad.
¿Por qué los que
seguimos a Jesús, a veces, nos empeñamos en imponer nuestras ideas sobre otros?
Siempre es so capa de bien. Nunca insistiremos suficientemente en el respeto a
la libertad personal. Y, sobre todo, donde de verdad las cosas se complican, es
cuando el fuero interno y el externo se mezclan.
Me parece
increíble que a estas alturas del siglo XXI todavía tenga que estar escribiendo
estas líneas. Pero a veces todo es tan sencillo como decirle a alguien, por
importante que sea: Respete la legítima libertad.
Lo peor es
que los desafueros de algunas personas (ojo, son situaciones excepcionales, no
comunes) tienen todas las ventajas para quedar ocultos. Todo conspira a favor
de la confianza en el superior. Son tragedias personales de muy difícil solución.
Aunque las cosas se investiguen todo ocurre en el ámbito oral y, muchas veces,
sin testigos.
Qué importante
es la labor vaticana de inspeccionar. Pero no, no siempre se hacen bien las cosas. Y después vienen las consecuencias. Peor todavía si el que tiene autoridad impone su tiranía en el fuero interno sin piedad, año tras año. Menos mal que estas cosas son excepcionales.
Post Data: A veces, pienso que mi vocación podría ser una especie de fray Bernardo de Guy, visitando comunidades.
¿Le gusta ser tiránico? ¿Le gusta imponer? Pues, mire, a este juego pueden jugar dos. (Risa malvada.)
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Una curiosidad que nada tiene que ver con lo anterior. En cualquier acto de Estado, existe un orden de precedencia. Hoy me he enterado de lo siguiente: In England and Wales, the Archbishop of Canterbury is the highest in precedence following the royal family.