He leído las declaraciones del jesuita James Martin tras el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Las palabras del padre Martín son todo un monumento a la ambigüedad. Son un ejemplo acerca de cómo medio decir las cosas; de cómo quedarse justo en la raya más allá de la cual le llamarían la atención. No, eso no es teológicamente honesto.
Yo no puedo
juzgar las buenas intenciones del padre Martin. Estoy seguro de que sus
intenciones son inmejorables y llenas de caridad. Pero no es un hombre claro si a cada
palabra que dice está calculando hasta dónde puede llegar sin que le llamen
públicamente la atención desde Roma.
El padre
Martin se posicionó contra la enseñanza expresa de la Palabra de Dios, contra
la enseñanza unánime de los Santos Padres y contra la el magisterio de todos
los obispos a lo largo de los siglos. Ahora no acepta lo que dice la Congregación.
No llega a afirmar que no lo acepta, pero lo da a entender sobradamente.
En su mente,
hay un conflicto entre la fe y la caridad. Yo no le juzgo las intenciones de
ayudar al prójimo. Pero al hermano hay que ayudarle en la verdad. La ambigüedad deliberada
no es propia de hombres nobles.
Uno se
pregunta qué construcción teológica hay en él para no aceptar todos los
fundamentos de la fe: Palabra de Dios, Santos Padres, Magisterio. ¿Qué más
necesita? ¿Qué se abran los cielos y salga una Voz de lo alto? Esa voz que
explica, enseña e interpreta es la Iglesia.
Lo que se le
echó en cara al padre Alberto Cutie no fue su pecado. Si pecó, que se
arrepienta y cambie de vida. Lo que se le echó en cara es que seis después
cambió de la Iglesia Católica a la episcopaliana. Yo respeto mucho a los
anglicanos que de buena fe están en esa denominación. ¿Pero en seis días uno
cambia de iglesia como el que cambia de jersey? Tampoco merecería mi respeto la
decisión de un parroquiano anglicano que se enfada con su párroco y pide, al
día siguiente, la admisión a la Iglesia Católica.
Al padre
Martin lo que se pide es que sea coherente. Con todo el amor del mundo, padre,
estás siendo ambiguo, incoherente y estás demostrando que para ti la fe es un
asunto “a tu manera”. Creo a mi manera, cuántas veces he escuchado eso. El
contenido de la fe es algo objetivo. Y la fe es un sometimiento de la razón y la
voluntad. La fe es una obediencia. El padre Martin está llamando a la desobediencia
con sus deliberadas calculadas palabras.