Jamás en mis sermones me veréis citar
ni la cábala ni el Talmud. Algunos, erróneamente, escriben en castellano cábala
con esta grafía Kabbalah, como si la simplicidad de la palabra
castellana para designar esta corriente, les molestara. Piensan, y no se
equivocan, que una palabra de aspecto más exótico hará volar la imaginación.
La cábala es una corriente herética
del judaísmo; así de claro y así de simple. Se ha extendido tanto entre las
comunidades hebreas que ha tomado tintes de legitimidad, pero es una serie de
doctrinas que se aleja totalmente de la enseñanza bí
blica. Esta doctrina no
supone una profundización teológica en el Antiguo Testamento, sino un distanciamiento
de sus enseñanzas.
Y eso sin contar con que su extensión
y complejidad hace que, en la práctica, se sustituya el estudio del Antiguo
Testamento por el estudio de esas tradiciones humanas erróneas.
Aunque es una impresión y no puedo
afirmarlo categóricamente, me parece que se lee más el Antiguo Testamento en la
Iglesia Católica que no entre estos grupos de gente muy aficionada a la cábala.
Para confundir más a los no hebreos, se
presenta como la parte mística del judaísmo. No entiendo qué tiene de místico
un conjunto de enseñanzas pseudoteológicas.
Yo siempre busco lo positivo de
todas las corrientes religiosas. Pero la cábala aleja de la Verdad, perdiendo
al estudiante en un laberinto de doctrinas humanas que hay que aceptar por pura
autoridad. Mañana hablaré del Talmud.