Sermones en vídeo

jueves, marzo 03, 2022

Meditando sobre mi vida mientras el gato me dice: Señor cura, que estoy aquí.

 

Hoy he asistido al funeral de un sacerdote de 75 años. Muchos compañeros hemos asistido al último adiós presididos por nuestro obispo. Poco puedo decir de él porque a lo largo de los años nos vimos muchas veces en las reuniones de curas, pero hablé con él menos de diez veces y todas ellas con brevedad. Aun así, he asistido a la ceremonia con verdadero sentimiento.

Cuando uno asiste a un funeral con treinta y tantos años, el que se muere es el otro. Cuando te acercas a los sesenta años, a cada funeral que asistes es un poco tu propio funeral.

Ayer releí Luces de Bohemia. La había leído con dieciséis años, lleno de vida. Ahora me he compenetrado completamente con el personaje anciano y débil. En la relectura sí que me ha impactado. Nota: Sea dicho de paso, esta obra de Valle Inclán vale muchísimo más que la famosísima y aclamada Noche Fantástica de Stephan Zweig cuyos hechos también suceden en una sola noche. Del mismo modo que La Regenta vale mucho más que la encumbrada (y con razón) Madame Bovary.

Me ha sorprendido el que varios presbíteros, en la sacristía, me comentaran con agrado que habían escuchado mi charla Caín, Ucrania, Putin. Sus palabras me han animado en medio de la tristeza del momento.

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Dentro de un rato me marcho a una comida que vamos a tener todos los que somos de Barbastro y vivimos en Madrid. Yo nunca me pierdo este tipo de encuentros sociales, me lo paso muy bien.

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Hace unos años me invitó dos veces el Patriarcado de Moscú a dar una conferencia en un congreso. Este año me ha hecho ilusión que me invitara la Iglesia Anglicana. Para abril se publicará con la Editorial San Pablo el segundo volumen de mi vida de san Pablo. Y este mes se ha publicado con la editorial Sekotia el último volumen de la colección completa de mis obras sobre demonología.

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Todas estas buenas noticias no evitaron que al salir de la ducha me resbalara y me diera el golpe más grande de toda mi vida. La palabra “batacazo” me parece insuficiente para describir la violencia, dureza y peligro de caer totalmente de espaldas con la fuerza con que lo hice.

Creedme que hemos estado muy cerca de que mi funeral adelantara al de este buen sacerdote que hoy hemos enterrado.