Quiero dar una explicación respecto al post de hace
dos días. El tema de la factura del gas y de la luz ahora mismo, en España, es
una amalgama de tasas e impuestos que se superponen al primer laberinto de
subasta del precio del kilovatio y otros tejemanejes.
El tema es muy sencillo: nacionalizar el sector. Esto
cuesta que la energía llegue a su casa y este es el impuesto que se añade.
Punto final. Se acabaron los tejemanejes que, os lo aseguro, todos eran a favor
de los beneficios de las empresas.
Esto decían que era imposible a causa de la legislación
europea (hecha a medida de los lobbies), hasta que Alemania está estudiando
hacer eso. Era una propuesta inaceptable hasta que ese país dijo: Pues de
ser imposible, puede que sea la mejor medida.
Solventar esto supone la supervivencia de millones de
puestos de trabajo. Pero parece que el gobierno tiene otras prioridades. Con lo
sencillo que es: Tanto cuesta, este es el precio.
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Lo de Bukele ha acabado como todo el mundo se lo
esperaba. Las perdidas YA son inmensas. Ha empobrecido a toda una nación por su
mala cabeza. Las pérdidas no son solo los millones de dólares volatilizados bajo
la bella forma de un gráfico de cotización de bitcoin, sino los millones de
inversión que de ningún modo vendrán a El Salvador, más los millones de empresarios
salvadoreños que han sido puestos a buen recaudo fuera de la jurisdicción de
ese patán. El costo de esta fiesta presidencial es muy superior al primer
sumando de la “factura de la cena”.
Después los izquierdistas visitan el versallesco Londres,
la Basilea de postal o el poderoso Berlín y comentan: Desvalijando a las
naciones, así mi pueblo también viviría bien. El mismo cuento de siempre.
Por otra parte, bastante creído. A los “votantes progresistas” se les puede seguir
engañando con el mismo cuenta una y otra vez, son incansables, son
incombustibles.
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Yo siempre digo que no soy ni de derechas ni de
izquierdas. Ahora bien, reconozco que
los típicos “votantes de izquierdas” —esos que están a favor del aborto, contra
la Iglesia (por sistema) y que creen en tres o cuatro venerables mitologías
postmarxistas más— son crédula carne de cañón para todos los Bukeles, Evos y
Amlos del mundo.
La Iglesia no es de izquierdas ni de derechas, pero
eso no significa que el clero no identifique, al momento, el olor a gobernante
cateto. Ni que nos dé lo mismo un programa normal de gobierno frente a un programa
ideologizado a cargo de un equipo de palurdos. Qué casualidad, estos (por ser
de izquierdas) siempre quieren “poner en su sitio” a la Iglesia.