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miércoles, junio 22, 2022

La doctrina de la indisolubilidad le costó a la Iglesia un reino (y después un imperio)

 

Hoy es la fiesta de santo Tomás Moro, uno de los faros más excelsos que se han erigido para iluminar el camino de la santidad del matrimonio.

Por supuesto que para los comentaristas habituales de este blog es absolutamente obligatorio haber visto la película Un hombre para la eternidad. En incluso diré que es de mal tono no haberla visto menos de cuatro veces.

La película la considero, sin ninguna duda, una de las cinco mejores de toda la historia del cine. Aunque, en realidad, no es una película, sino un portento de la naturaleza. La calificación de “película magistral” no le hace justicia, es un adjetivo que se queda corto.

Si alguien no la ha visto, resulta imprescindible buscar dos horas sin la más mínima distracción, sacar el reclinatorio al salón, apagar el móvil y no tener niños ni gatos ni nada que pueda hacer que nuestra atención se desvíe de dos horas de toda una experiencia cinematográfica irrepetible. Desgraciadamente, solo se puede ver por primera vez una sola vez. La impresión de la primera vez. El choque estético, intelectual, de un cine admirable, pero no repetible. Cientos, miles de directores, han tratado de hacer obras tan impresionantes como esta: y no lo han logrado.

Este es el tráiler de la época:

https://www.youtube.com/watch?v=QBG6zrGcp8M&t=24s

A modo de curiosidad resulta público que estos críticos profesionales escribieron estas críticas:

Augusto M. Torres, El País       : Aburrido y teatral enfrentamiento entre Enrique VIII y Sir Thomas More.

Dave Kehr, Chicago Reader: El aburrido drama histórico de Robert Bolt funciona mejor como antología de los estilos actorales británicos.

Esta película es un homenaje que hizo Dios para honrar en la tierra a su héroe. El Todopoderoso tomó un buen director, Fred Zinneman (a mí no me entusiasma) y le encargó (a través de la productora) que hiciera una película. A partir de allí vino la tormenta perfecta de la genialidad: el guión de Bolt, la banda sonora de Delerue, el reparto, el ritmo de la cámara en varios momentos sin diálogo.

Post Data: No he elogiado esta película por motivos religiosos. No la he elogiado por tener un buen guión. La he ensalzado por razones puramente cinematográficas. Ya analicé con detalle el comienzo de la película, sin una sola frase, solo imágenes y nada más que imágenes, colocadas en una sucesion que es pura música para los ojos. Y en ese silencio, de pronto, comienza una de las más bellas bandas sonoras que he escuchado nunca. Una música que capta (en estilo isabelino) toda la pasión y vehemencia del drama de la historia que va a comenzar, de la carta que le envía el cardenal Wolsey. Es una cámara que se recrea en mirar. Qué comienzo. Un arranque digno de una sinfonía.