Hoy es la fiesta de santo
Tomás Moro, uno de los faros más excelsos que se han erigido para iluminar el camino
de la santidad del matrimonio.
Por supuesto que para los
comentaristas habituales de este blog es absolutamente obligatorio haber visto
la película Un hombre para la eternidad. En incluso diré que es de mal tono no haberla visto menos de
cuatro veces.
La película la considero,
sin ninguna duda, una de las cinco mejores de toda la historia del cine. Aunque,
en realidad, no es una película, sino un portento de la naturaleza. La
calificación de “película magistral” no le hace justicia, es un adjetivo que se
queda corto.
Si alguien no la ha
visto, resulta imprescindible buscar dos horas sin la más mínima distracción, sacar
el reclinatorio al salón, apagar el móvil y no tener niños ni gatos ni nada que
pueda hacer que nuestra atención se desvíe de dos horas de toda una experiencia
cinematográfica irrepetible. Desgraciadamente, solo se puede ver por primera
vez una sola vez. La impresión de la primera vez. El choque estético,
intelectual, de un cine admirable, pero no repetible. Cientos, miles de
directores, han tratado de hacer obras tan impresionantes como esta: y no lo
han logrado.
Este es el tráiler de la
época:
https://www.youtube.com/watch?v=QBG6zrGcp8M&t=24s
♣ ♣ ♣
A modo de curiosidad
resulta público que estos críticos profesionales escribieron estas críticas:
Augusto
M. Torres, El País : Aburrido y
teatral enfrentamiento entre Enrique VIII y Sir Thomas More.
Dave
Kehr, Chicago Reader: El aburrido drama histórico de Robert Bolt funciona
mejor como antología de los estilos actorales británicos.
Esta película es un
homenaje que hizo Dios para honrar en la tierra a su héroe. El Todopoderoso tomó
un buen director, Fred Zinneman (a mí no me entusiasma) y le encargó (a través
de la productora) que hiciera una película. A partir de allí vino la tormenta
perfecta de la genialidad: el guión de Bolt, la banda sonora de Delerue, el
reparto, el ritmo de la cámara en varios momentos sin diálogo.
Post Data: No he elogiado esta película por motivos religiosos. No la he elogiado por tener un buen guión. La he ensalzado por razones puramente cinematográficas. Ya analicé con detalle el comienzo de la película, sin una sola frase, solo imágenes y nada más que imágenes, colocadas en una sucesion que es pura música para los ojos. Y en ese silencio, de pronto, comienza una de las más bellas bandas sonoras que he escuchado nunca. Una música que capta (en estilo isabelino) toda la pasión y vehemencia del drama de la historia que va a comenzar, de la carta que le envía el cardenal Wolsey. Es una cámara que se recrea en mirar. Qué comienzo. Un arranque digno de una sinfonía.