Sermones en vídeo

lunes, junio 27, 2022

Nunca os había enseñado una foto de dónde trabajo

 

En septiembre haré nueve años sirviendo en la que considero mi casa, el Hospital Universitario Príncipe de Asturias. Hoy ha sido una mañana muy hermosa en el hospital. “Hermosa” es sinónimo de mucho trabajo. He administrado la unción de los enfermos a dos moribundos. Conferir este sacramento es una grandiosa acción sacerdotal. Cuando hago las oraciones, bendigo a la persona y la unjo, no tengo la menor duda de que una gracia viene a sus almas, por más que estén inconscientes en ese momento.

Administrar este sacramento supone hablar un poco con la familia. En una hora tan dramática como esa los familiares suelen mostrarse muy abiertos a la fe en la otra vida.

Después he dado comuniones. Hoy había una religiosa de un convento al que conozco bien, también he pasado por la habitación de un sacristán muy querido al que conozco desde hace muchos años. Ha sido una gran alegría para los dos el volvernos a saludar.

He celebrado la misa a una hermandad, la de la Virgen de la Salud, a la que tengo en la más alta consideración. Es una hermandad creada, en principio, pensando en los que trabajan en el ámbito sanitario. Ha habido un goteo de personal toda la mañana hacia la capilla por la bonita imagen (casi de tamaño natural) que han traído.

Después he tratado de ayudar a la anciana religiosa con su teléfono móvil. Pero el problema es que tenía una configuración por la que las llamadas que recibía pasaban directamente al buzón de mensajes. Por más que he mirado en el menú, no he logrado resolver el asunto. Hemos llamado a la familia a ver si ellos lo logran.

Me he encontrado en un pasillo con una señora que, al final, me ha dicho que acababa de morir su madre. Le he preguntado si podía acercarme para rezar un responso ante la octogenaria.

He consolado a una señora de Perú que se quejaba. Después me ha pedido infinidad de veces que no la dejara sola. Pobrecita. Se le veía tan dulce. Suplicaba con tanto amor que siguiera allí, dándole la mano. Una mano templada, pero cálida de cariño. El tacto de su piel tenía ese tacto entrañable de los bondadosos viejecitos que están en las residencias.

Ah, hoy me ha venido a ver para hablar un rato un joven aragonés cuya madre es de cerca de Barbastro. Hemos paseado por el pasillo de la sexta planta, con una formidable vista de Madrid en la lejanía.

En mitad de la mañana también he rezado (en lenguas) con una pentecostal africana, muy grave. Su mirada era muy profunda. Los médicos no le han ocultado su estado no reversible. Para los médicos y enfermeras esta mujer no era un número más, se han preocupado mucho, han hablado con ella, la han rodeado de ayuda y afecto.

La gente cuando critica a los hospitales por algo concreto suele tener razón. En el mío trabajamos 2500 personas. Entre tantas personas alguna ha perdido la ilusión y está enfadada con la vida, y eso lo sufre el paciente al que le toque ser atendido. Podría contar varios episodios de ese tipo. 

Pero más allá de ese tipo de sanitario desencantado, que existe, la gente no capta que el hospital es mucho más que habitaciones con camas. He visto con cuánto cariño han tratado las enfermeras, las auxiliares, los médicos a los pacientes. Hasta una señora que limpia las habitaciones puede ser (y lo son muchas veces) una ráfaga de aire fresco que entra en la habitación. Eso sin contar con el ambiente de amistad que reina entre ese personal vestido de blanco. Qué buenos momentos he pasado charlando relajado en la zona de descanso de enfermería que hay en cada pasillo.

Desde la gerente (no es fácil dirigir una orquesta de más de 2500 "instrumentos") hasta el que revisa los motores de los ascensores (siempre que paso me quedo mirando su labor), desde los cirujanos (uno de ellos, especialmente, es un santo) hasta los de seguridad (a alguno lo conozco desde hace nueve años), todos conforman esa unidad armónica que llamamos "hospital".

Lo que he visto, en mi día a día, año tras año, es que esa inmensa casa con 507 camas no es para nada una especie de “industria”, sino un lugar donde el paciente se encuentra con seres humanos que le van a atender.