La sociedad, globalmente
considerada, no se ha dado cuenta, pero se ha experimentado un cambio legislativo
radical en los últimos años. En los años 80 se legisló acerca de campos en los
que la Iglesia consideraba que se atentaba al orden natural.
La argumentación de los
cristianos fue la ley natural, la razón; no apelaban a tal o cual versículo de
la Biblia o a tal o cual dogma del credo católico. Todo, en bloque, fue
ridiculizado por el partido socialista y por los comunistas.
Todos podemo
s poner cara
y voz a algunos de estos diputados, ministros y gobernantes: no se les podía
pedir ninguna profundidad intelectual que fuera más allá de seguir una “política
claramente progresista”. Si lo progresista hubiera parecido que era matar
pavos, no hubieran dejado un solo pavo (de esos que hacen “glu, glu”) en toda
la nación.
Pero algunos años después
del 2000 comenzó un cambio que es el que considero cualitativo. Comenzaron a
ser aprobadas varias leyes que ya no afectaban a lo que
se podía hacer, sino a la verdad. Legislación que impedía la libre
manifestación de la propia opinión bajo el supuesto amparo a valores
constitucionales. La Ley de Memoria Histórica es un claro ejemplo de ello, solo
uno entre varios engendros legislativos que hoy día tenemos pululando en nuestra
legislación.
Siempre aducen el ejemplo
de Alemania y sus leyes sobre la negación del Holocausto, como si con eso ya estuviera
todo resulto: “Si lo hace Alemania…”.
Nadie duda que el
Holocausto ocurrió y que resulta execrable negarlo o reducir sus números sin
pruebas. Pero una cosa es que negarlo sea repugnante y otra si conviene por ley
prohibir la libre expresión. ¿Los malvados, los mezquinos, los inicuos no
tienen derecho a expresar sus opiniones? Por lo menos, es algo que se puede
discutir.
Una cosa es la incitación
a la violencia, el racismo, el ultraje al honor (en este punto los juristas están
de acuerdo), y otra discutir una cuestión histórica. ¿Se debe prohibir por ley a
un youtuber verdaderamente irracional que pueda hablar con libertad? ¿Es el
Estado el que decide quién puede hablar y quién no?
Sin darnos cuenta la
nación española y otras han sufrido este cambio radical de consecuencias fácilmente
previsibles. Una vez abierta la puerta, no hay duda de lo que puede salir por ella.
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Interesantísima la
relación entre verdad y legislación, entre moral y ley. Aquí no puedo menos que
recordar una conversación de Un hombre para la eternidad. Cuando la hija
y el yerno de Moro le exigen al exjuez que haga detener a Richard.
Moro: ¿Por qué?
Margaret: ¡Porque ese
hombre es malo!
Moro: No hay ley contra
eso.
ROPER: ¡La Ley de Dios!
MORO: Pues que lo detenga
Dios.