No hay efectos especiales en esta foto, ganadora del Premio Internacional Sony.
Tras laudes, he comenzado el día leyendo al profeta Jeremías. Hoy me he tomado el día
libre. Tengo que confesar que me cuesta mucho hacerlo. Es un defecto que se ha
incorporado a mi vida: el sentimiento de culpa por tomarme un día entero sin
visitar enfermos en el hospital y sin escribir. Medio día libre sí que es más
frecuente.
Me he tomado el día libre
porque ha venido un amigo mío a visitarme. Hemos comido en un VIPS, yo el sándwich
de pastrami, plato único, sin ensalada ni postre. Hemos visitado el Museo Sorolla:
magnífica visita, qué delicia. Además, está situado en la casa del pintor.
Bueno, en la mansión del pintor. Hemos ido a la Puerta del Sol a que le
desbloquearan el reloj; un reloj de esos inteligentes donde tiene todo el trabajo.
La parte mejor de este
tan agradable día ha sido la celebración del santo sacrificio, al final de la
tarde. He sentido devoción. Concentración perfecta. Recogimiento. Fe intensa en
la presencia del Misterio Encarnado en la forma blanca de pan. Seguridad de que
todos los sufrimientos de Cristo estaban presentes en su sangre, contenida en
el interior del cáliz.
Por la noche, antes de dormir,
he visto el final de Legítima Defensa (The Rainmaker). He visto varias
veces esta película de Cóppola (1997). La parte del veredicto me ha hecho derramar
unas lagrimitas. Es una película sensacional para ver en familia una tarde de
domingo.
Ahora, rezaré completas y
me iré a dormir, dando gracias por haber vivido un día más.