Sermones en vídeo

viernes, octubre 14, 2022

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos heredarán la tierra

 

Sigo trabajando en mi novela sobre el exilio de Babilonia. Para el que quiera saber qué tipo de novela será, puede descargar gratis mi libro Cuando amanezca la ira.

Pensaba al final de la mañana dar una charla sobre la infalibilidad pontifica, una charla teológica, lo más profunda de lo que fuera yo capaz. No digo que fuera una charla muy buena, pero, por lo menos, intentaría hacer un análisis lo mejor que me fuera posible. Pero antes he querido revisar un escrito sobre el tema en otro libro mío y lo que pensaba que me iba a llevar media hora se ha alargado hasta la hora del almuerzo. Espero grabar la charla mañana.

Ayer, al hablar de la guerra en curso –qué horrible palabra: “guerra”--, estuve mirando la foto de una madre y su joven hija que en un ataque de esos misiles rusos habían perdido una pierna. Cada una había perdido una pierna.

Yo escribo posts más o menos elocuentes, reflexiono… pero, mientras, otros pierden la vista, las manos, las piernas.

Por otra parte, aunque Ucrania tiene todo el derecho a defenderse y su defensa ha sido heroica, algo que me ha admirado, algo que me ha emocionado. Ahora bien, en esas cuatro regiones eran rusófonas, la limpieza étnica ya se ha producido y Putin prefiere arrasarlas en combates antes que cederlas. Así que este es el momento de sentarse a negociar.

Hay que olvidarse de que mañana lo puede hacer con otro país, de que hay que darle una lección, y todas esas cosas. No digo que eso sea solo retórica, hay razones en todo ello. Pero hay que parar este sinsentido ya. Detener el sufrimiento es la prioridad. Ceder no por debilidad, sino por sensatez.

No se deberían sacrificar millares de vidas ucranianas para recuperar un territorio con todo devastado, con sus poblaciones rusófonas evacuadas a Rusia. Además, para Dios son valiosas las vidas de los legítimos defensores como las de los pobres reclutas rusos embarcados en una guerra en la que ellos son también víctimas, incluso en el caso de que un porcentaje de ellos esté envenenado por la propaganda oficial.

Que se lleve los méritos de la paz Erdogán o China o quien sea, pero que esto pare. Si hacemos lo correcto, lo mejor, a Dios le gustará; y eso es lo único que importa. Las vidas de los hijos de Dios valen más que el que una línea de frontera pase por aquí o por allá.

Putin está sentenciado, ya no envejecerá en el cargo. Rusia volverá a ocupar un puesto en la fraternidad de los pueblos. Ahora se trata de no empeñarse en algo que nos podría llevar mucho más lejos, que podría llevar las cosas a otro nivel. Dejemos que la bañera de Putin haga su trabajo.