Sigo trabajando en mi novela
sobre el exilio de Babilonia. Para el que quiera saber qué tipo de novela será,
puede descargar gratis mi libro Cuando amanezca la ira.
Pensaba al final de la
mañana dar una charla sobre la infalibilidad pontifica, una charla teológica,
lo más profunda de lo que fuera yo capaz. No digo que fuera una charla muy
buena, pero, por lo menos, intentaría hacer un análisis lo mejor que me fuera posible.
Pero antes he querido revisar un escrito sobre el tema en otro libro mío y lo
que pensaba que me iba a llevar media hora se ha alargado hasta la hora del
almuerzo. Espero grabar la charla mañana.
Ayer, al hablar de la
guerra en curso –qué horrible palabra: “guerra”--, estuve mirando la foto de
una madre y su joven hija que en un ataque de esos misiles rusos habían perdido
una pierna. Cada una había perdido una pierna.
Yo escribo posts más o
menos elocuentes, reflexiono… pero, mientras, otros pierden la vista, las
manos, las piernas.
Por otra parte, aunque
Ucrania tiene todo el derecho a defenderse y su defensa ha sido heroica, algo
que me ha admirado, algo que me ha emocionado. Ahora bien, en esas cuatro
regiones eran rusófonas, la limpieza étnica ya se ha producido y Putin prefiere
arrasarlas en combates antes que cederlas. Así que este es el momento de
sentarse a negociar.
Hay que olvidarse de que mañana
lo puede hacer con otro país, de que hay que darle una lección, y todas esas cosas.
No digo que eso sea solo retórica, hay razones en todo ello. Pero hay que parar
este sinsentido ya. Detener el sufrimiento es la prioridad. Ceder no por
debilidad, sino por sensatez.
No se deberían sacrificar
millares de vidas ucranianas para recuperar un territorio con todo devastado,
con sus poblaciones rusófonas evacuadas a Rusia. Además, para Dios son valiosas
las vidas de los legítimos defensores como las de los pobres reclutas rusos embarcados
en una guerra en la que ellos son también víctimas, incluso en el caso de que
un porcentaje de ellos esté envenenado por la propaganda oficial.
Que se lleve los méritos
de la paz Erdogán o China o quien sea, pero que esto pare. Si hacemos lo
correcto, lo mejor, a Dios le gustará; y eso es lo único que importa. Las vidas
de los hijos de Dios valen más que el que una línea de frontera pase por aquí o
por allá.
Putin está sentenciado,
ya no envejecerá en el cargo. Rusia volverá a ocupar un puesto en la fraternidad
de los pueblos. Ahora se trata de no empeñarse en algo que nos podría llevar
mucho más lejos, que podría llevar las cosas a otro nivel. Dejemos que la
bañera de Putin haga su trabajo.