Sermones en vídeo

viernes, enero 06, 2023

Plácido día de Reyes

 

Hoy he comido con mis tíos. No voy a dar más detalles porque siempre respeto la intimidad. Pero sí que diré que me lo he pasado muy bien. Me ha hecho ilusión el verlos después de tanto tiempo con todo esto de la COVID. La hija de mi prima no solo había crecido mucho en sus tres años de edad; sino que, además, me parecía la niña más sonriente y bondadosa que me he encontrado en mucho tiempo.

La comida ha sido muy buena. A mí siempre me gusta la paella, y la suya estaba magníficamente cocinada. Mis tíos estaban como siempre, aunque a mí me gusta bromear diciéndoles que los encuentro fatal, que están hechos unos vejestorios y tal. Mis dos primos encantadores.

Lo que me ha gustado ver dos álbumes de fotos antiguas. Allí estaban mis queridos abuelos y mi padre. Muchas fotos que no había visto hasta hoy.

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He leído las 30 primeras páginas de Paris era una fiesta. Escogí esta obra porque estaba muy recomendada, pero me ha defraudado. Estilo muy sencillo… y ya está.

El viejo y el mar del mismo autor comunista es mucho mejor porque habla de la pesca, del mar, y eso lo conoce bien. Relata una historia interesante, se mete en el personaje. Pero esa breve obra no lo convierte en uno de los mejores escritores del siglo XX ni con la mejor de las voluntades hacia los miembros de la academia, especializada en errar la puntería.

Si comparamos la misma ciudad, París, descrita por Cortázar en Rayuela, la diferencia con Hemingway salta a la vista en la forma y en el contenido. El escritor de estadounidense ni se le acerca. Eso sí, amaba a la Iglesia católica con todo su corazón.

Hemingway era famosísimo porque escribía en la prensa y en las revistas. Cuando escribió novelas, todo el mundo el conocía. Pero Cortázar es de una calidad muy superior, formal y de contenido. Y, sin embargo, al segundo no le dieron el premio Nobel.