Sermones en vídeo

miércoles, mayo 31, 2023

Bonito jardín de musgo

 

Quizá este post vaya a ser de más interés para los que hayan leído mi libro La Catedral de San Abán. Hace unos días estaba pensando que un complejo de ese tipo podría albergar una particularidad que me parecería entrañable, y es que dentro del templo se mantuviera para sus velas y lámparas el fuego sagrado de Jerusalén. Hay toda una preciosa historia acerca de este fuego que os animo a que la busquéis en la Red. Pero si lo deseáis, podéis verlo en este link:

https://www.youtube.com/watch?v=TxzT8fNMqNQ

Sería bonito que la llama que arda delante del sagrario principal de esta catedral proceda de este fuego traído del lugar de la resurrección de Cristo. Ese fuego, actualmente, se lleva a varias catedrales ortodoxas del mundo.

En la Catedral de San Abán podría haber varias lámparas en distintos lugares del templo que mantuvieran ese fuego. Algo que me parece muy simbólico y que aseguraría que, aunque una lámpara se apague, haya otras que lo mantengan.

No haría falta traerlo cada año, sino solo conservarlo.

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Otra cosa que me parecería muy simbólica es que, durante la misa crismal, el obispo, al confeccionar el santo crisma, mezclara un poquito de santo miron procedente de la catedral del patriarca copto de Egipto. Sería todo un gesto de hermandad. Además, ellos bendicen ese óleo con muchísimas oraciones y mezcla de hierbas y esencias.

La cantidad podría ser el equivalente a tres cucharadas de óleo. No es algo solo simbólico, sobre ese aceite ellos oran muchísimo y, sin duda, está cargado de bendiciones.

Mejor todavía si se añadiera a los tres santos óleos (de la misa crismal) una pequeñísima cantidad de aceite emanado por el cuerpo de un santo (yo solo conozco que esto sucede con el cuerpo san Charbel, en el Líbano) o de un icono o imagen santa; en el mundo hay varios que han emanado aceite varias veces en los últimos años.

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Ya puestos, se me ocurrió una tercera particularidad para San Abán, una tercera particularidad en lo relativo al agua bendita, esta sería la última cosa peculiar. Esta particularidad sería que el agua que se usa para el primer y segundo aclarado (sin jabón) de los purificadores, corporales y manteles de los altares se reserve para ser bendecida y colocada en la gran pila de agua bendita (de tres metros de diámetro) que hay a la entrada de la catedral, en recuerdo del Mar de Bronce.

Si los antiguos judíos eran aspergidos por la sangre del cordero pascual, sería muy simbólico que los cristianos se santiguasen devotamente con esta agua santa por haber estado en contacto con las partículas de esas telas. El simbolismo neotestamentario con la sangre aspergida del Antiguo Testamento resulta muy claro.

Además, cada vez que haya bautizos en la catedral, una parte de esa agua se conservará en la pila bautismal, y otra parte se derramará en esta pila mayor de la entrada y en otras menores situadas en otras puertas de acceso al templo.

El agua que se retira cada semana no se tirará en cualquier lado, sino que se derramará en las macetas cercanas de algunas hiedras interiores, o mejor todavía crear un minúsculo, pero precioso, jardín de musgo.