Hoy me he encontrado con
una anotación del tiempo en que me encontraba escribiendo mi novela sobre
Egipto. En la primera redacción, había situado los hechos en verano. Después me
doy cuenta de que, en el texto del Éxodo, al describir la plaga del granizo, se
habla de la recolección de la cebada y el trigo.
Cambio las fechas.
Después las vuelvo a cambiar
para que la salida del pueblo elegido ocurra en la
fecha de Pascua. Se me había pasado ese “pequeño” detalle.
Después me percato de que
es mejor que la salida ocurra cuando es más
frecuente que caiga la fecha de Pascua y no en uno de los extremos de
esa oscilación.
Por último, en la última
revisión, me doy cuenta de que si los hechos comienzan a finales de enero el
faraón no puede nadar en el Nilo en esas
fechas, como había colocado en la primera redacción. No solo eso, también hay
que cambiar las vestiduras en muchos pasajes
para adaptarlas a una época más fría.
Finalmente, decido que
todo el ciclo de las plagas, en vez de durar 70 días (así era en mi primera
redacción), podrían durar 40 días.