Agradecimiento
sine fine
Un error común a muchas
conferencias es que el ponente se pone a hacer agradecimientos durante un
minuto o dos. Lo cual es equivalente a un minuto o dos de tiempo perdido. ¿Pero,
realmente, cree que el conferenciante que al público le importa algo una lista de
agradecimientos? A fulanito, catedrático de esto; a menganito, profesor de
lo otro… Y así dos minutos.
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Agradecimiento
a la mano que te da de comer
Yo soy contrario a agradecer
en una conferencia a la institución que te ha invitado. Si quieres
agradecérselo, hazlo en privado. Pues claro que se supone que le estás agradecido.
Dedicar un tiempo a agradecer a la universidad o al foro que te ha invitado es
como agradecer al sol por brillar o al aire por estar ahí y ser transparente. Eso
en privado.
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Ars longa y la conferencia breve
Otra cosa que no hay que decir
nunca (porque es signo de poca experiencia dando conferencias) es que el tema
es muy extenso, demasiado extenso, para el tiempo del que se dispone. Para eso
estás ahí, para hacer una buena síntesis. Si el conferenciante no sabe adecuar
el tiempo a la materia, no es adecuado para esa tarea. A lo mejor es muy bueno
para la investigación, pero no para la tarea de dar conferencias. La materia
NUNCA es demasiado extensa. Si me piden resumir la historia universal en una
hora, por supuesto que lo puedo hacer; y en la mitad de tiempo.
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Sensus
humoristicus
Otro error común a los
conferenciantes es amenizar su charla con chistes. Craso error: los
conferenciantes suelen ser pésimos humoristas. Si la gente se ríe, es solo
porque está muy aburrida. A veces también ser ríen porque el conferenciante,
como colofón a su chiste, se ríe con unas risas tan horribles que causan un
terror nervioso que lleva a la risa.
Cuanto menos tenga que
contar un conferenciante, más necesidad tendrá que animar el vacío con chistes.
Un conferenciante que se precie va a lo que va. Otra cosa es que alguna vez
surja un chiste de forma espontánea. Siempre se nota si el chiste lo trae en el
bolsillo el conferenciante o nace. Si lo trae, es como una incrustación artificial.
Si surge de forma natural, es como una flor que nace en el campo. En ese segundo
caso sí que se aplica el proverbio japonés: 笑う門には福来る
Cuando un conferenciante que
divaga, que no tiene mucho que decir, salvo superficialidades, trata de rellenar
ese vacío cuántico con chistes, yo cierro los ojos y musito: Oh, cielos, dónde
me he metido.
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Afortunados
los oyentes de un buen conferenciante
Y después están los casos
en que la conferencia es toda una experiencia intelectual; aquellos actos académicos
en los que el conferenciante es uno de los más grandes expertos de aquello en
lo que habla; aquellos casos en los que el que habla hace una obra de arte con
la palabra, como otros lo pueden hacer con la piedra o la pintura; aquellos
casos en los que la palabra del ponente se convierte en música, en una partitura;
aquellos casos en los que el conferenciante, normalmente escritor y profesor,
hace una conferencia, es decir, un género distinto al libro y a la clase de
universidad.