Me ha sorprendido ver que yo ya había hablado largamente de estos
premios. Me acordaba que había tocado el tema, pero no en tres largos posts:
https://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2019/05/los-premios-principe-de-asturias-1.html
https://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2019/05/gastar-dinero-en-premios-2-parte.html
https://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2019/05/los-premios-princesa-de-asturias-3.html
Esto se debe a que con la
edad cada vez me duele más la situación de un hombre de 50 años, divorciado,
despedido después de veinte años en una empresa, que vive alquilado en una
habitación y que no encuentra trabajo en ningún lado. En esa situación, en
España, hay tal vez (es una suposición) un millón o más de pobres seres humanos.
Lo mismo el caso de una
persona enferma que no tiene familia que la ayude y que no puede pagar sus
medicinas o su asistencia, hablo de asistencia necesaria.
Lo mismo el caso del que
fue una persona normal, joven, sana, con sus ilusiones, y acabó mendigando en
la calle, que tiene sus pies destrozados por la diabetes, y que, sin familia ni
casa, su única expectativa es vivir otro día.
Sí, con la edad me he
vuelto tremendamente sensible a estas realidades.
La otra razón del post de
ayer es que no me importaría que hubiera una fundación que diera justos y
prestigiosos premios en España. ¡Claro que me gustaría! No tengo nada contra
los premios, al revés; pero premios caprichosos, no. Premios otorgados por la
real gana de alguien, no.
Vuelvo a sugerir a la
fundación la posibilidad de aparecer en toda la prensa como la primera
institución de este tipo que reflexiona acerca de sí misma. Pueden llegar a ser
la primera fundación de ese nivel que se reinventa. Saldría en todos los medios
la noticia de que sus responsables se toman un par de años para profundizar en
el verdadero sentido que ha de tener la existencia de esa institución. La
pregunta, ahora mismo, resulta incómoda: ¿Qué bien hace a la sociedad esa
fundación?
Sus responsables podrían
hablar con franqueza de los defectos que ha tenido la fundación a causa de los
moldes por los que se ha visto obligada a transitar, moldes heredados, ellos no
fueron los culpables; pero que ha llegado el momento de replantearse las cosas.
Sé que algunos en la
fundación dirán que esto es una tontería y que no sé nada, que no tengo ni idea
y que no sé de lo que hablo. Y tienen razón en despreciarme, se pueden
despreciar 2168 visualizaciones de un blog. Pero si hiciera un vídeo en Youtube
sobre las implicaciones morales de una fundación de ese tipo, eso ya sí que
pueden significar decenas de miles de visualizaciones. Y ese es el típico
incidente en las redes sociales que pone muy nervioso a cualquiera cómodamente
sentado en una fundación. Porque un vídeo puede ser la piedrecita que mueva más
piedras ladera abajo. Y, al final, ya se sabe: toda avalancha comenzó con una
primera piedra, a veces pequeña.
No tengo nada contra esa
fundación. Todo lo contario, les animo a reinventarse. Por ejemplo, es solo una
idea, reducir sus galardones a tres categorías. Y que esas categorías puedan
ser fluidas. Por ejemplo, se puede crear una categoría que sea la de ideas
novedosas para acabar con la pobreza: grandes ideas internacionales, pequeñas
ideas para lugares concretos, ideas teóricas, proyectos en localidades con
nombre propio.
Y si con el tiempo ya no
se presentaran ideas valiosas, la categoría podría cambiar. Porque en este nuevo
modo de entender a la fundación, lo prestigioso sería la misma fundación; y,
por tanto, el premio, fuera cual fuera la categoría que se crease. Pues en una
época podrían ser tres categorías; en otra época, cuatro; en otra, una. Ya cuesta
prestigiar un premio en una sola categoría, sin repetir lo que ya hay y
funciona bien. Pero es que ahora hay ocho categorías. ¡Ocho!, cuando cuesta
hacerse sitio con solo una.
Otra cosa que tienen que
entender los señores de la fundación es que los españoles somos invisibles para
los premios de muchas fundaciones francesas, anglosajonas o germánicas; y ya no
digo nada para las japonesas o las australianas. No tiene sentido que nosotros
creemos unos premios para todo el Orbe. Y la tónica ha sido la de premiar, otra
vez, a los ya premiados en otros galardones. Otorgando grandes premios
monetarios a los que ya son muy ricos. Pero no nos engañemos, ¿acaso los
doctorados honoris causa no se otorgan para hacer propaganda a la misma
universidad?
Dado que el dinero de esa
fundación ha salido de forma indirecta de los bolsillos del pueblo español, ¿no
sería más adecuado, más razonable, más sensato, premiar a los españoles o a los
que viven en España? Eso sí, vería muy bien que el ámbito de los premios fuera
Hispanoamérica. Pues también ellos son invisibles para los galardones de los
países antes mencionados. Hispanoamérica, al fin y al cabo, forma una unidad,
de la que forma parte España. Pero si ya cuesta buscar al más digno para un
premio en España, pues son muchos los que lo merecen con toda razón, mucho más
difícil resulta buscar al más digno en el campo de las artes en el ámbito de
todo el mundo. Menos mal que la fundación no decidió buscar al mejor, en cada
categoría, en el ámbito de todo el universo, fuera la civilización que fuese.
Fruto de todo este
desaguisado con tantos millones de euros, los Premios Princesa de Asturias no
logran ni dos líneas en los periódicos al norte de nuestras fronteras. Es mucho
dinero para premiar a Meryl Streep, a la autora de Harry Potter y a tal o cual
deportista.
¿Se olvida usted, padre
Fortea, de la categoría de Premio a la Investigación Científica? No, tampoco
ese es un premio precisamente limpio de polvo y paja. ¿Hay que recordar que los
primeros espadas de la investigación gozan de sueldos que rondan los 10 000
euros al mes, y que se los subastan todas las universidades? Los grandes
investigadores técnicos ya tienen un premio que se llama “sueldo mensual”. No,
no es una categoría de la que sentirse orgulloso. Salvo que sea una fundación
que tenga como objetivo dar dinero a los ricos. A lo mejor sería bueno crear
ese tipo de fundaciones a favor de los más favorecidos.
Bueno, no voy a seguir. Por
hoy, no. Ya veremos cómo me levanto mañana.