Sermones en vídeo

lunes, marzo 08, 2021

Me gustan los patos. Son unos animales tan simpáticos yendo de aquí para allá por la granja.


 

Sigo con el tema de ayer, con un pequeño apéndice.

Una cosa interesante es que mi hospital (me imagino que todos los demás de España) está magníficamente protegido. Creo que, durante el día, hay como mínimo cuatro miembros de seguridad. Normalmente, tampoco hay menos de cuatro policías nacionales presentes en el edificio, porque la prisión de Alcalá-Meco está muy cerca y custodian a los reclusos de que van a Urgencias.

Los miembros de seguridad son altamente eficientes. Se conocen el edificio como la palma de la mano y la sala de pantallas es impresionante. Cualquier prófugo pasará de una pantalla a otra en su huida.

Antes de la pandemia había cinco entradas al hospital. Ahora solo se puede entrar y salir por la puerta principal, siempre activamente vigilada; y por la puerta de emergencias. Para pasar de la zona de emergencias al resto del hospital se necesita una tarjeta con microchip que solo la poseen los que, por su trabajo, deben acceder de forma habitual a Urgencias. Solo ellos la tienen, ni siquiera todos los enfermeros.

El hospital, por tanto, está muy bien protegido, tanto por el diseño como por el personal al cargo de protegerlo. Cualquiera que intentara colarse por la zona de urgencias, lo va a tener muy difícil. Porque la puerta tiene al nutrido cuerpo de celadores a poca distancia de la puerta.

Pero si alguien foráneo se metiera en la zona de urgencias, se encuentra con que va a ser detenido por el personal de dentro. Porque por la zona interna de urgencias el personal visitante debe ir siempre acompañado, nunca pueden ir solos. A eso se añade que la zona de urgencias es verdaderamente un laberinto. Es la zona más complicada de todo el entero edificio. No se hizo a propósito, pero la necesidad de conectar las distintas partes entre sí tuvo como resultado ese plano que solo se puede calificar, lo repito, de laberíntico.

Así que no puedo menos que elogiar la labor de los miembros de seguridad y las medidas que protegen el lugar. A eso se añade que, cuando ocurrió el asesinato, desde el centro de seguridad, se dio orden, de inmediato, al momento, de clausurar las puertas superiores por si escapaba de la zona de urgencias. El paritorio, por ejemplo, después de la alarma, en cuestión de segundos, cerró sus grandes puertas desde dentro. El resto de las puertas, al ser sábado, estaban cerradas en ese pasillo. Un prófugo solo hubiera ido de puerta en puerta encontrándoselas cerradas.

Así que nos podemos congratular de la profesionalidad de los compañeros encargados de la seguridad, así como de la acción de los policías nacionales. No es tan sencillo reducir a una persona en ese estado mental y con un arma blanca si no quiere entregarse.

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Cuando vemos un sistema ordenado y funcionando en armonía, pensamos que eso continúa así porque tiene que ser así. Pero la realidad es que cualquier conjunto armónico se mantiene porque alguien lo protege. Sin la protección, los enemigos del orden existen. Sin seguridad los ladrones esquilmarían el material del hospital. Todo sistema ordenado requiere de otro sistema más pequeño encargado de mantener el orden. Eso vale para un hospital o para la entera sociedad.