Sermones en vídeo

sábado, julio 31, 2021

Adorando a Dios honrando su Palabra

 




Sabéis que hace tiempo pensé cómo podía ser la que llamé la Misa Magna. Estos días se me ocurrieron algunos pequeños detalles más que se podrían intercalar en el esquema general que ya describí y que está descrito con detalle en Ex Scriptorio. Pongo ahora las añadiduras para la Liturgia de la Palabra.

Habría una mesa amplia, cuadrada, de cuatro metros de lado. Mejor si la madera es oscura para que resalten más, sobre ella, los Escritos. Sobre la mesa no habría manteles ni ningún ornato, sería muy sencilla. 

Sobre la mesa habría un rollo, como el de los judíos en las sinagogas, pero este hecho en papel. El rollo surgiría de la progresiva unión de las páginas con los textos del Antiguo Testamento que hay en el leccionario. Al final, formaría un rollo bastante grueso.

¿Cómo encontrar la lectura de ese día para la misa en un rollo único? El modo sería que cada lectura tendría un número asignado y los números estarían en un listado de ordenador, de manera que cada día solo habría que buscar en el rollo el número que tocase para, por ejemplo, el XII domingo del tiempo ordinario. Eso sí, todos los textos formarían columnas con una cierta apariencia de continuidad.

El rollo se extendería sobre la mesa alrededor de la cual está sentado el clero y el pueblo. El lector leería la primera lectura de ese rollo. Después otro lector tomaría el libro de los salmos, en forma de códice, y leería el salmo. Un tercer lector tomaría el códice de al lado y leería la lectura del nuevo testamento. Serían libros de gran formato. Y se fomentaría que algunas personas colocase glosas en los márgenes o que realizase algunos dibujos ornamentales.

Un tercer códice, el más pequeño de los tres, de cubiertas doradas contendría los textos del Evangelio. Los tres libros y el rollo estarían, cada uno, situados en un lado de esa mesa.

Sobre la mesa podría haber varias lámparas de aceite arcaicas para recordar que Lámpara es tu Palabra para mis pasos. Solo lámparas, no velas: para así distinguir entre el altar y la Mesa de la Palabra.

Se podría derramar unas gotas de perfume en los cuatro lados de la mesa mientras la gente se sienta en sus sitios alrededor. Por ejemplo, perfume de rosa en honor de María la que mejor escuchó la Palabra. Esas gotas de perfume se derramarían en unas pequeñas vasijas que evitaran que la mesa se manchara.

Justo antes de leer el Evangelio, durante el aleluya, se podría derramar un poco de perfume de nardo (u otro) a los “pies” del Evangelio, en recuerdo del episodio de la mujer que enjugó los pies del Maestro. De nuevo, ese perfume se derramaría en una vasija para no manchar. Podría haber junto al Evangeliario dos vasijas en recuerdo de los dos pies de Jesús que fueron ungidos con aquel bálsamo de la pecadora arrepentida.

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En la Mesa de la Palabra se derramarían dos tipos de perfumes, cada uno con su propio simbolismo, para honrar el hecho de Dios que nos habla y su Presencia cuando nos ponemos a la escucha de Él. Podría haber un buen número de lámparas, de arcilla y metálicas, unas más sencillas y otras más ricas; podría haber siete o doce o algunas más.

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Sobre el altar habría seis cirios principales sobre candelabros y otras velas menores decorativas. Sobre las ofrendas se podría poner un tipo de incienso, pues los hay de diferentes tipos y aromas. Y en la consagración se podría colocar otro tipo de incienso: por ejemplo, mira para recordar la pasión de Cristo.

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Pienso que sería bonito en ese tipo de Misa Magna, cada vez, usar dos tipos de perfume y dos tipos de incienso. Las velas menores del altar serían, por ejemplo, una veintena. Unas situadas en candelabros mucho más pequeños que los seis principales. Otras sobre platos. Unas serían más gruesas, otras de grosor mediano. Unas más altas, otras menos.

Las velas mayores, las de los seis candelabros principales, estarían encendidas desde el principio. Pero las menores serían encendidas sin prisa, por dos ostiarios, mientras la liturgia se va aproximando hacia la consagración. Comenzarían a prenderlas de manera que estuvieran todas luciendo antes de que todos se pusieran de rodillas para la consagración.

Las velas menores se irían apagando en cuanto se comenzase la purificación de los vasos sagrados. Al final, de nuevo, solo quedarían las seis velas de los candelabros.

jueves, julio 29, 2021

El Poder, el Derecho... la pandemia

 






Una cuestión moral que se ha planteado es si puede ser lícito que el Estado obligue a la población a vacunarse. Voy a dar mi opinión después de tomarme mucho tiempo para pensarlo.

Vaya por delante que no tengo nada contra las vacunas, que no me creo ni una sola teoría de la conspiración respecto a ellas y que no soy negacionista de la impresionante letalidad y consecuencias que tiene la COVID.

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Analicemos ahora los derechos del ciudadano y del Estado

—¿Tiene derecho una persona adulta a decidir libremente si quiere recibir una vacuna? La respuesta indudable es sí. El Estado no puede obligarte a que tomes menos azúcar o menos colesterol. Los deseos de un gobierno pueden ser muy encomiables, pero prima la libertad de la persona como un derecho. El Estado puede dar normas a las empresas, puede hacer campañas, pero no puede obligar a un ciudadano a que coma esto o lo otro.

—¿Tendría derecho el Estado a obligar a vacunar a todos sus ciudadanos si una enfermedad fuera de unas características tales que la vacuna fuera la diferencia entre la supervivencia o no de una notable parte de la población? En principio, el Estado sí que podría lícitamente imponer la vacunación, aunque hay que añadir algunos matices.

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Alguno de esos matices

Aunque esto sea un resumen de todo lo que se puede decir, pongamos un ejemplo: si el hecho de no vacunarse solo afectara a los que libremente no han querido vacunarse, el Estado no podría imponer semejante medida.

Pero si la negativa irrazonable de unos provocara el daño grave de una parte importante de la población, sí que se puede admitir el derecho del Estado a imponer algo si la omisión de ese algo afecta gravemente a terceros. Los ejemplos que se pueden poner son múltiples: el Estado puede restringir el derecho a la libertad de expresión, puede confinar a una persona con tuberculosis o incomunicar a alguien con rabia. Y la lista de casos lícitos de restricción de libertades seguiría, añadiendo casos basados en el sentido común.

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En el caso presente

¿Realmente el caso presente es de una gravedad tal que se deba obligar a todos los ciudadanos a suspender un derecho personal? No lo veo que sea así. Con una mortalidad global en España del 2,1% de los infectados, pienso que deben primar los derechos de la persona. Los datos actualizados de letalidad se pueden comprobar en este link:

https://www.mscbs.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov/documentos/Actualizacion_407_COVID-19.pdf

Las muertes en España, durante el 2020, por COVID fueron un 17,7% más que el año anterior. En un país que suele tener unas 420 000 muertes anuales. Y eso en el 2020 en que todavía no se tenían los recursos farmacológicos que hoy se tienen para tratar la neumonía por COVID. Hoy día la mortalidad es menor que a principios del 2020.

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La cuestión de Derecho

Lo que aquí, en estas líneas, se plantea no es si tienen razón o no los que no quieren vacunarse, sino si tienen derecho a no a rehusar la vacunación. Es decir, nos preguntamos si tienen derecho a tomar libremente esa decisión sin que nadie les obligue. Nadie niega que un ciudadano tiene derecho a creer que la Tierra es plana.

No niego el derecho del Estado a vacunar obligatoriamente a todos sus ciudadanos ante un mal objetivo en el que el daño a terceros (por esa omisión) fuera de mayores dimensiones. Pero las dimensiones del mal actual, unido a que la obligación del Estado tampoco supone el punto final a este mal, me llevan a esta conclusión.

Insisto, si la vacunación universal obligatoria supusiese el punto final de esta pandemia, la cuestión se plantearía en otro campo distinto del actual y podríamos llegar a otras conclusiones respecto a la licitud de la suspensión de un derecho. Pero la vacunación universal obligatoria solo se impondría en orden a la reducción de un mal que afecta a un 2,1% de la población. Y según los datos provisionales de Israel, tampoco esa vacunación universal ha supuesto una reducción de dimensiones de la pandemia en la medida que se esperaba; aunque los datos de esa nación todavía se están analizando para llegar a una conclusión global cuantificable.

Alguien me acusará de dar mi juicio moral basándome en las “dimensiones”, en la “cuantificación”, cuando la vida de cada persona es insustituible. Cierto que es insustituible y un drama único; pero, a la hora de restringir o no un derecho, las dimensiones, la cuantificación, sí que son elementos suficientes para tomar o no una decisión moral o para justificar o no la legitimidad en el campo del Derecho. De lo contrario, el Estado podría intervenir en todo lo que tenga que ver con la salud. Por ejemplo, por la misma razón, el Estado podría decir: “Si usted no se cuida la salud y hace deporte, la Seguridad Social no le atenderá en el hospital, porque todos no tienen que pagar con sus impuestos su negligencia en hacer deporte y comer menos”. En ese caso, como en tantos, una decisión personal tiene repercusiones en la colectividad. En realidad, el criterio lo podríamos usar para casi todo lo que tiene que ver con la salud.

martes, julio 27, 2021

¿Cuáles son los diez mejores retratos de la Historia?

 

Durante la misa de ayer me centré en la adoración; que cada rito, que cada oración, que cada gesto fuera un modo distinto de adorar.

En la misa de hoy me he centrado en recordar el amor que vi de un padre (amigo mío) por su hijo. Recordar ese amor como imagen del amor de Dios por mí. También me he propuesto pronunciar todas las fórmulas con mayor lentitud de la que en mí es habitual.

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Hoy he almorzado con un buen amigo que ha traído a su hijo de ocho años al restaurante. Lo que me ha sorprendido es la cantidad de pequeños detalles en que se mostraba ese amor por su hijo. Era un restaurante del centro de Madrid. Creo que era el conde Lequio el que se ha sentado en la mesa de al lado.

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Una de las alegrías que tengo son las llamadas que me hace un buen amigo de Estados Unidos. Sus llamadas me llenan de alegría, conversa acerca de temas profundos y es un gentleman de esos que les gustan los clubs y los ambientes sofisticados. Yo disfruto mucho escuchándole hablarme de esos lugares que si visito, será como excepción; pero que, en su caso, es algo habitual. Es un lector impresionante: tanto por la cantidad, como por el modo tan inteligente en que analiza cualquier obra.

Le he escuchado con gran placer sus explicaciones acerca de la diferencia entre entender a Dios no como Ser Infinito, sino como Actus Essendi. Tengo que pedirle que lo haga de nuevo y que me repita las implicaciones que tiene para la teología una y otra forma de entender a Dios. Sea dicho de paso, este laico conoce a santo Tomás de Aquino cien veces mejor que yo.

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He cenado una pizza mediana de peperoni mientras veía, por segunda vez, el documental de tres capítulos sobre Stalin, titulado Apocalipsis. El mejor documental y el mejor análisis que he visto sobre ese personaje histórico. Sin duda, lo filmaron con la idea de que se convirtiera en el documental definitivo, al menos, durante muchos años. Todo son filmaciones de época durante tres horas: no hay ni una sola entrevista ni una sola reconstrucción. Ya solo por eso habría que darle una medalla al director.

El documental es muy desapasionado, pero el volumen de datos es apabullante. Stalin no fue una persona bienintencionada que hizo algunas cosas malas, sino que fue un demonio ya antes de llegar al Poder y siguió siendo un verdadero y auténtico demonio sin ningún atisbo de humanidad.

domingo, julio 25, 2021

Profundizando en la Verdad

 

Una persona me envío el comentario a la Carta a los Romanos de Karl Barth hace meses. Le dije que, en cuanto la leyera, le daría mi opinión. ¡Pero no encuentro el email del que me lo envío! Por favor, si me lee el que lo hizo que me escriba a mi email para agradecerle el libro de forma personal.

Pero como no sé si leerá este post, voy a dar mi opinión.

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En el larguísimo prólogo que el autor de la edición hace acerca de la obra de Barth, entresaco estas frases. Hago notar, para el que no lo sepa, que Barth era protestante de tradición calvinista:

El mundo es mundo y Dios es Dios.

Dios es el enteramente Otro.

La “verticalidad radical” de lo divino frente a la horizontalidad de lo humano.

La “distancia cualitativa infinita entre tiempo y eternidad” es lo que mejor define la relación entre Dios y el hombre.

Solo Él puede salvar, por su iniciativa libre y gratuita (en “amor y libertad”) el abismo infranqueable que separa al hombre de Él.

Ningún puente tendido por la iniciativa humana, ni el intento de la religión (en el ámbito existencia), ni el de la teodicea (en el intelectual), puede unir las dos orillas del abismo entre Dios y el hombre. Solo Dios podrá hacerlo.

Sin embargo, el autor del prólogo también dejó constancia esta frase: Es difícil hablar de encarnación y gracia en esta teología torturada (H.U. von Balthasar). El único punto de contacto entre Dios y el hombre acaece, no en el plano de la religión, sino sólo en Cristo. Sí –ahora vuelvo a hablar yo–, es cierto, la Iglesia Católica ofrece no solo la Verdad, sino una verdad entregada en una comunidad de gracia. Una comunidad con tantos elementos tan humanos que hace de esa relación con la Divinidad algo agradable. Y no solo algo humano, entrañable, sino hasta “tangible”. Dios se ha hecho hombre, y Jesucristo se ha hecho Eucaristía.

En Barth hay pensamientos muy inteligentes, pero su teología no puedo evitar el verla descentrada. El Magisterio de la Iglesia ayuda a los teólogos a no perder el camino. Sin embargo, algunas partes que entresaco de la obra de Barth que me han gustado son las siguientes:

“Nuestra relación [con Dios] es irreverente. Creemos saber lo que decimos cuando pronunciamos la palabra «Dios». Le asignamos el puesto supremo en nuestro mundo. Con ello, lo situamos básicamente en línea con nosotros y con las cosas.

Pensamos que él «necesita de alguien» y creemos poder organizar nuestra relación con él como ordenamos otras relaciones".

viernes, julio 23, 2021

Ayunando

 

Estimados lectores del blog:

Aunque, en este blog, escribo acerca de las cosas más informales de mi vida, de las facetas más superficiales, de los aspectos más humanos, lo cierto es que detrás de lo humano está mi vida sacerdotal. Estoy completamente convencido de que lo que realmente vale de mi vida como sacerdote es mi faceta sobrenatural. Eso es lo que quedará después de mí.

Lo natural no deja de tener su propia causalidad. Pero es mucho más limitada su estela de efectos. Tampoco digo que lo natural no sean causas que tienen sus consecuencias. Pero lo que se hace en las almas tiene efectos mucho más grandes.

¿Cuál es mi propósito? Llevar una vida más sobrenatural. He decidido escribir en mi blog no cada día, sino de forma más esporádica.

De ningún modo penséis que es que estoy deprimido. Con toda sinceridad, no lo estoy. La única medicina que tomo es Omeoprazol, para el reflujo, y unos cuadraditos de chocolate de postre tras la comida, porque dicen que retrasa el envejecimiento; solo tomo chocolate por sus cualidades antioxidantes.

No, no se debe a ningún desánimo, ni a tristeza. Se debe a razones espirituales.

La mejor cosa que he sacado de este blog ha sido la amistad en la lejanía con tantas personas. Os quiero a todos y, de verdad, que me hubiera gustado encontrarme personalmente con cada uno de vosotros.

Post Data: Al acabar este post, me he sacado las gafas y me he hecho una foto (en blanco y negro) que es la que he puesto arriba.




jueves, julio 22, 2021

Orad por los presos, no tengáis malos sentimientos hacia ellos

 


El comentarista llamado Moisés de la Llave escribía ayer:

Cuando uno es pequeño piensa que cumpliendo básicamente todas las normas y siendo un buen ciudadano nunca debería terminar en la cárcel.

Y después argumentaba cómo no es tan imposible acabar allí. Cuánta razón tiene usted. Y más en España, donde la palabra de una sola mujer con la que se conviva puede llevarte por malos tratos al calabozo de una comisaría ese mismo día de la denuncia.

Nos acercamos a una época en la que los regímenes autoritarios, en distintos países, harán más común el que ciudadanos inocentes acaben entre rejas.

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Qué triste es para un buen ciudadano que siempre ha obedecido las leyes acabar condenado por un tribunal. Su sufrimiento es espantoso. El culpable, en cierto modo, está psicológicamente más preparado. Al inocente se le cae el mundo encima.

Ahora bien, culpable o inocente, los dos sufren. Hacer de las cárceles lugares humanos, lugares no solo dignos, sino bellos, debería ser una prioridad. Hay mucho sufrimiento entre esos muros, insisto: sean culpables o no. “¡Si son culpables, pues que sufran!” es un pensamiento que los desanima, que los hace peores.

Si los que salen de allí, salen hundidos, sin esperanza, con el peor concepto de sí mismos, podemos esperar que caigan en un círculo vicioso que se interrumpirá solo por posteriores ingresos en prisión.

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Roguemos por los presos. Ayudad a los capellanes de prisiones. Ofreceos aunque solo sea para hablar con ellos. Hablar con ellos, uno a uno, ya será una medicina. Los jefes de las cárceles suelen estar más que dispuestos a colaborar con los voluntarios. De lo que hablaba ayer es de una reforma más general, más ambiciosa, que depende de los ámbitos ministeriales. Pero los directores de las prisiones siempre dan facilidades a los capellanes y sus colaboradores. Los pobres directores de prisiones sí que no suelen tener presupuesto para nada. Una reforma radical del sistema no suele estar en sus manos.

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En una prisión de Perú, había tanta hambre de escuchar hablar de Dios que todos me atendieron, cuando les hablé, en el patio principal (la asistencia era voluntaria) todo el tiempo de pie y al sol del mediodía. No se les podía pedir más interés. Yo estaba en un pequeño estrado desde donde me escuchaban, con un micrófono. Sufría un poco por la incomodidad, de pie y al sol, pero había tanto interés. 

Sí, hay que orar por los presos y hacerles la vida lo más digna que se pueda.

 En los países escandinavos, sí que hay penitenciarias que, sin duda, son las mejores del mundo. Todo un ejemplo que casi nadie sigue.

miércoles, julio 21, 2021

El sistema penitenciario

 

En mis viajes he dado algunas charlas en prisiones, también di una en Alcalá de Henares. Deberíamos hacer que las cárceles fueran lugares donde los individuos se regenerasen. Con tanta gente dispuesta a trabajar y que dispone de tanto tiempo, las prisiones deberían ser lugares limpísimos, con agradables jardines (ya sé que deberían controlarse determinados tipos de herramientas), lugares donde se pudiese cultivar el arte. Sería formidable entrar en una prisión que fuera toda una acumulación de obras de arte, además de un lugar de estudio, debates y meditación.

Y esto a nivel natural que, por supuesto, debería ser un lugar abierto a los grupos religiosos. Habría que intentar crear una prisión modélica, perfecta. Y, una vez creada, tratar de repetir ese modelo en otros lugares.

Lo que no tiene ningún sentido es, como ocurre en algunos países, es crear verdaderos almacenes humanos. Deben cumplir su pena, de acuerdo. Pero hagamos que ese tiempo sea un tiempo de cambio, de mejora personal, un tiempo para cultivar lo mejor de ese individuo. Hay muchas personas que estarían dispuestas a dar charlas –no religiosas, sino de carácter “natural”– que trataran del sentido de la pena, del sentido que tiene estar en prisión, del porqué de la Justicia, etc.

Debo decir que las prisiones españolas son de las mejores del mundo. Son muy buenas. Pero lo que propongo es un cambio sustancial, a mejor.

Hay muchísimas personas que estarían dispuestas a colaborar. Grandes mentes que podrían empeñarse en cómo organizar todo esto y personas dispuestas a ponerse manos a la obra. También dentro de las prisiones hay buenas personas que se pondrían en marcha. Insisto, no hay que cambiar mañana todo el sistema carcelario, solo uno de los establecimientos penitenciarios. Y esto no requiere tanto de dinero, como de voluntad de aunar a las personas que pueden colaborar de modo eficaz.

Pero, en esto como en tantos ámbitos, los cargos superiores que tienen capacidad de decisión son cargos políticos. Al haber llegado a esos puestos en la cumbre, como mucho mantienen las cosas. Los individuos que, realmente, tienen capacidad para innovar, para hacer diferente, se encuentran con que ellos no son los que ocupan los puestos de dirección. No es una meritocracia y los que tienen que tomar decisiones no son adecuados. 

Muchas veces, el subordinado innovador, inteligente, se esfuerza en hacer entender al superior que hay otras formas de hacer las cosas, pero el superior es el obstáculo. El que debería emprender y dirigir las reformas, en realidad, es el obstáculo.

Roguemos por los presos. Están tan olvidados de todos.

martes, julio 20, 2021

¿Hacia dónde va la Iglesia?

 

“¿Hacia dónde va la Iglesia?”. Esa era una pregunta que los jóvenes de los años 70 escuchábamos continuamente de parte de nuestros profesores de religión.

En teoría, esos profesores deberían habernos transmitido la fe de nuestros mayores. Fracasaron estrepitosamente. Durante la educación primaria y secundaria —fuera en un colegio, fuera en otro instituto— aquellos “maestros” nos transmitieron muchos interrogantes: interrogantes nada inocentes, cargados de toda una muy determinada teología. También nos transmitieron sentimientos: sentimientos de rebeldía, de disconformidad; por lo menos, lo intentaron.

La pregunta de hacia dónde iba la Iglesia quedó respondida no por la teoría, sino por la realidad en la década de los 80 y los 90. La realidad fue bastante inmisericorde con no pocas de aquellas vacas sagradas de la reforma posconciliar. Las que cayeron fueron las que, en realidad, promovieron la ruptura, la revolución; la heterodoxia, en definitiva. Lo más novedoso de una época se convirtió en lo más pasado de moda veinte años después.

Pero el tiempo siguió corriendo y la pregunta de hacia dónde iba la Iglesia adquirió tonos distintos conforme avanzábamos en el siglo XXI.

Yo no soy un profeta; pero, desde un punto de vista teórico, sí que veo claro que el futuro eclesial, en la Aldea Global, ya no será uniforme. Entre otras cosas, porque la globalidad también afecta a la temporalidad. Es decir, en cierto modo todos los tiempos pasados están presentes hoy día de un modo como nunca sucedió en tiempos pasados. Estoy seguro de que tampoco caerá la Iglesia en una especie de fragmentación cantonalista; pues ese proceso centrífugo tampoco implicaría un beneficio para la Iglesia. Hay una variedad que resulta enriquecedora, pero podemos imaginarnos una realidad eclesial “selvática”.

Podemos suponer de un modo razonable que habrá un “magma standard” (llamémoslo así), un “sustrato común”, en el que se insertarán todas las variantes estéticas posibles, todas las corrientes espirituales presentes y por venir.

Ese sustrato común puede constituir el 95% de la Iglesia, por poner un ejemplo cuantitativo hipotético. Mientras que el otro 5% (o menos) puede ser de una extraordinaria diversidad, puede tener un “sabor” muy acentuado: Renovación Carismática, Neocatecumenales, etc.

Hubo un tiempo en que los cistercienses parecía que iban a invadir todos los espacios de la Iglesia. En otra época, pareció que eso iba a suceder con los franciscanos y dominicos. El Tiempo acaba siendo el gran escultor. El paso del tiempo con su cincel acaba por dar las formas y volúmenes adecuados a una realidad proporcionada como es la Iglesia.

Pero, como norma fundamental, el principio de la libertad debe iluminar las decisiones. Alguien dirá que es necesario colocar al lado el principio de la racionalidad: esto conviene, esto no conviene. Pero no, no son dos principios una al lado del otro. La racionalidad se inserta en la libertad.

Por supuesto que alguien me dirá que la libertad debe insertarse en la racionalidad. Sí, tiene razón en que las decisiones creativas, novedosas, se deben insertar dentro de la ortodoxia, de la comunión eclesial y de un mínimo de prudencia. Pero dado por supuesto ese minimum es la racionalidad la que se inserta en la libertad. Es decir, salvaguardado el mínimo, prevalece la libertad.

Si el criterio de racionalidad (dado por supuesto ese mínimo del que hablaba) fuera el que guiara todo, el que debiera prevalecer, entonces, de hecho, la voluntad de uno se impondría sobre la libertad. Porque siempre el que tiene la autoridad está seguro de que tiene razón, de que su postura es la más razonable. Sea uno el monaguillo o sea un arzobispo, uno siempre está convencido de tener razón, de tener la visión más adecuada de lo que se debe hacer. Por eso la articulación del minimum, principio de libertad y principio de racionalidad deben integrarse por sustratos. Si queremos realizar una mezcla de los tres, siempre tendremos a no percatarnos de que con la excusa de lo tercero estamos cercenando lo segundo. La historia demuestra que esta mala articulación no ha sido, precisamente, algo poco usual.

Pero hay que reconocer que, en los años 70, con la excusa del principio de libertad, muchas veces se pasaron por alto los requisitos del minimum.

No articular bien los tres elementos conlleva frutos no deseables que he visto con mis ojos. El peligro de la racionalidad es que se identifica con la autoridad; y son dos cosas distintas. El peligro del "yo" nunca puede ser minusvalorado.

Tampoco puedo minusvalorar los prejuicios de mi "yo" al escribir este pequeño artículo.

lunes, julio 19, 2021

Por favor, gastad lo que sea en disfraces

 

Hace un par de días escuché el comienzo de la banda sonora de Los Goonies. Qué cantidad de recuerdos afloraron. Un José Antonio de diecisiete años que fue al cine y se rio como pocas veces.

https://www.youtube.com/watch?v=JeRz1fEndd0

Es una de las películas que recuerdo con más cariño de mi adolescencia. Tampoco entiendo porqué a todos nos gustó tanto.

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Ayer me visitó un compañero de cuando estudié Derecho Canónico. Me riñó porque me considerara anciano. Le dije que no es que me considerara anciano. Más bien me considero en estado precadavérico.

Si el médico me dijera que me quedan cuatro meses de vida, le diría que llevo en ese estado mental desde hace quince años.

—Pero eso es horrible.

—O estupendo, según lo mire.

No puedo dejar de recordar al incomensurable Borges, nunca suficientemente elogiado, cuando escribió:

¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.

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El hecho más gracioso que me ha ocurrido en todo este mes fue cuando un amigo catalán me escribió hace tres días:

Esta mañana he visitado la librería más grande y céntrica de Barcelona, La casa del Llibre, que también es la más cercana a mi casa. Por lo visto sólo quedaba un ejemplar de Paulus y varias personas se han enzarzado en una pela para conseguirlo.

Lo gracioso es que me lo creí del todo. Solo después cuando dijo: “Ahora en serio...”.  Para mí fue un chasco tremendo. Me había parecido una descripción tan razonable de la realidad. Por fin, la realidad comenzaba a tomar unos tintes razonables.

Me imaginaba yo en una librería, en una hamaca, con palomitas en mi mano, con otros dos amigos a mi lado, comentando: “Jo, jo, qué bofetón la dado esa”.

domingo, julio 18, 2021

Qué gran don

 

Sobre el tema de mi video acerca de Cuba, he recibido muchas preguntas. Sí, creo que puedo dar algunas explicaciones más. Hay una diferencia radical entre servilismo y obediencia.

Respecto a la obediencia, siempre podemos ir un poco más allí, siempre podemos obedecer mejor, de un modo más puro, de un modo más espiritual.

Cierto que yo debo obediencia solo a mi obispo y al sumo pontífice, pero la conciencia que tengo de la sacralidad del don de la episcopalidad me lleva a un respeto a cualquier obispo del mundo que puede parecer obediencia. Estrictamente, lo que hago no es obediencia (entendida esta de un modo formal), pero es un respeto tal que, de hecho, en la práctica, va a ser percibida como obediencia. Y, ciertamente, si tuviera yo promesa de obediencia a todos los obispos del mundo, en casi nada se diferenciaría mi forma de actuar hacia ellos.

Desde luego, cuando estoy en otra diócesis mi actuación respecto al ordinario del lugar es de total obediencia, lo mismo que si estuviera en mi diócesis y escuchara a mi obispo.

Yo adoro a Dios obedeciendo a mi obispo y respetando a todos los obispos del mundo.

sábado, julio 17, 2021

Una canción

 

Desde hace unos días, escucho esta canción docenas de veces, como música de fondo. Es tan alegre, tan vital:

https://www.youtube.com/watch?v=bW4ZwyYJYbQ

El que sea una canción de un determinado país, el que sea una canción de un momento determinado, son cuestiones menores. Lo importante es que un canto a la libertad.

Es, hipotéticamente, posible que en un país existan todas las libertades políticas, pero que la opresión económica sea tal que, de hecho, no exista libertad. Digo hipotéticamente porque será casi imposible que, en una situación de un país dividido en castas, la casta superior no acabe cambiando el molde legal.

Cabe la falta de libertad dentro de la Iglesia. Creo en los dogmas, creo que hay una ortodoxia que hay que conservar, pero la antigua tentación de que una voluntad se imponga sobre las otras en materia opinable existe.

Cabe la falta de libertad en material cultural o informativa. Hay modos espurios por los que uno puede ahogar a la disidencia. Por ejemplo, cuando un gran grupo informativo se hiciera con el 90% de los medios de comunicación. O ese “monopolio” estuviese formado por cinco grandes grupos en perfecta armonía con un partido hegemónico.

La libertad qué cosa tan bella. Algo por lo que vale la pena luchar, defender, sacarle lustre, fortalecerla. Sigo escuchando la cancioncilla, qué hermosa.

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Quiero ofreceros en audio dos novelas mías:

Historia del mundo angélico

https://www.youtube.com/watch?v=mOYsxUpvBA8&t=10549s

Las corrientes que riegan los cielos, en audio

https://www.youtube.com/watch?time_continue=20920&v=lD8Vjn-FlXk&feature=emb_logo