Aprovecho para copiar la parte dedicada a los funerales papales en mi libro Neovaticano. No espero que lo leáis entero. Pero podéis echarle una hojeada y darme vuestras opiniones. En serio que me interesa leer opiniones, críticas y sugerencias. Aquí está el texto:
Los novendiales son los
nueve días de luto por la muerte de un Sumo Pontífice. Aunque antiguamente era
tradición que el sepelio tuviera lugar alrededor del sexto día después del
fallecimiento, ahora, tras el fallecimiento de Isabel II del Reino Unido,
resulta evidente que hay que alargar los plazos para dar la posibilidad a los
fieles de dar su último adiós a este tipo de figuras.
El cuerpo yacente será
visible durante los días en que sea razonable que aguante sin que la corrupción
sea evidente, visualmente o por la fetidez. Después,
el ataúd será metido en un féretro de plomo, y la tapa será herméticamente
cerrada. Durante todo el tiempo que se exponga el féretro (con la tapa abierta
o cerrada) en los claustros, estará protegido por un arca transparente de gran
resistencia. Cumplirá la función de proteger el cuerpo de la lluvia. De esta
manera, aunque llueva torrencialmente, el cuerpo estará protegido. El arca también
lo protegerá de la posibilidad de que algún perturbado arroje algo contra la
caja. Si el arca está situada a pleno sol en verano, la temperatura sería
excesiva en el interior. De ahí que habrá que poner una especie de baldaquino
de tela cuya belleza esté acorde a lo que va a ser un acto visionado por
millones de personas.
Una vez que se cierre la
tapa del féretro de plomo (segunda caja) y se coloque dentro de un ataúd de
pino (tercera caja), encima de la tapa no se colocarán varios elementos. Existe
una cierta mala costumbre de colocar muchas cosas sobre las tapas de los
féretros en los funerales. Lo mejor es dejar el féretro desnudo, sin nada encima:
ni una tiara ni nada.
Durante siete días, el cuerpo
del difunto romano pontífice se expone cada día en el centro de un claustro
diferente. Un claustro amplio y abierto ofrece la posibilidad de que una gran
cantidad de fieles puedan no solo pasar delante del cuerpo, sino también verlo
desde las terrazas de los cuatro lados del claustro, así como desde el mismo
plano del interior del claustro.
Démonos cuenta de que si
un Papa ha sido muy querido, existe un fuerte impulso en la gente para ir a
darle el último adiós. Este deseo de hacer algo por despedirse, no solo no debe
ser impedido, sino facilitado. Un papa es un padre, y es lógico que sus hijos
quieran ir a verle antes de su entierro. La red de terrazas de los claustros permite
que la gente contemple en oración el espectáculo de la gran familia de la
Iglesia pasando a despedirse del que fue su padre espiritual.
Un claustro espacioso
permite, además, que los obispos, y algunos sacerdotes y frailes, puedan
sentarse y hacer oración ante la contemplación de la muerte. Todos los fieles
no podrán sentarse allí porque no habría espacio. Incluso el clero podrá sentarse
en los asientos del claustro, solo hasta llenar el aforo.
El cambiar el emplazamiento
del féretro cada día, llevándolo a un nuevo claustro, convierte a todo el
conjunto arquitectónico en una especie de reloj que marca el paso de los días.
Démonos cuenta de que, gracias a las cámaras de televisión, estos días de luto
aparecerán en las noticias de millones de hogares en el mundo. Ritualizando el
hecho de la muerte del sucesor de Pedro, estos días se pueden convertir en todo
un sermón acerca de la vida y la muerte. El mensaje entrará por los ojos. La
sucesión de los claustros con sus respectivas procesiones de traslado del
féretro, al amanecer de cada día, las hileras de gente fluyendo en a ambos
lados del ataúd, el clero orando y meditando, todo ello será ya de por sí una
enseñanza para el mundo entero.
En el Claustro Sixtino, en
el que tienen lugar los cónclaves, no se podrá exponer el ataúd durante los
novendiales. Pues solo dispone de dos puertas de entrada, y las dos situadas en
el interior del edificio del claustro. Por lo tanto, resulta muy inadecuado
para asumir grandes masas de personas, se organice como se organice. Además,
ese claustro deberá ser preparado para el cónclave. Incluso por motivos de
seguridad no deberá usarse para ese propósito de los novendiales. De ahí que octavo
día será expuesto en la plaza frente a la fachada del Basilicarión. El noveno
día será en el interior del Basilicarión. La razón de esos dos días es porque
dos claustros no se emplearán para el propósito de los novendiales: el de los
cardenales y el Claustro Central, para así no impedir la adoración perpetua del
Templum Cuadratum situado en centro de este claustro. Nada, ni el luto por un
papa deberá impedir esa adoración continua.
En el Celio se celebrarán
muchas misas por el papa, pero solo una de corpore insepulto. Celebrada
esta misa, el féretro será trasladado a una iglesia del Celio donde será expuesto
en un túmulo, como en los claustros. Así los fieles y el clero podrán seguir
dando su adiós sin estar agobiados por plazos de tiempo. Se decidirá cuál es el
templo más adecuado. Una vez que las filas de fieles comiencen a no ser continuas,
que empiece a haber huecos, se continuará con la exposición del féretro durante
un tiempo razonable –por ejemplo, un mes–, y después se anunciará, con
tiempo de antelación, una fecha para su sepelio en la zona de las sepulturas
papales. Esa fecha, fácilmente, puede ser dos meses después del fallecimiento.
Como se ve, el proceso de
traslados del féretro papal sigue estos pasos:
-salida
del palacio apostólico
-traslado
por siete claustros durante una semana
-desplazamiento
a la plaza del Basilicarion
-funeral
en el interior del Basilicarión
-procesión
a la iglesia donde se expone el túmulo
-procesión
hacia el lugar de sepultura.
Dado que en los fieles existe
una necesidad psicológica de ver algo, de tocarlo, los sepulcros papales
tendrán una estatua yacente que los represente. Serán todas ellas representaciones
realistas, en mármol, revestidos de sus vestiduras litúrgicas, como el estilo
de las estatuas yacentes del siglo XVI. En esa capilla, los papas aparecerán
leyendo, bendiciendo, rezando, con un perro a sus pies, o con dos ángeles en la
cabecera, etc.
Esto supone entender al
sepulcro como obra de arte, como lugar donde se ve al difunto, donde está
presente en cierto modo. Este tipo de sepulcro supone la posibilidad de hablar
a un rostro, de poder estar cerca de él. A la hora de crear la zona de las
sepulturas papales, habrá que tener en cuenta esta necesidad humana de la
cercanía e, incluso, de facilitar que se pueda tocar el mármol del sepulcro.
El largo ciclo
procesional de los novendiales por los claustros, no supone una idolatría, sino
que se trata de una sacralización de la muerte. La muerte no como algo que se
oculta, sino como objeto de meditación, de ritualidad. El muerto es visto como
miembro presente de una familia, durmiente pero presente. Por eso, las mentes
que levantaron la zona de sepulcros papales en el Celio, dejaron aconsejado a los
pontífices venideros que no levantaran grandes túmulos para sus predecesores,
sino sobrios sarcófagos de estilo medieval y renacentista, que los
representasen como yacentes en lechos donde duermen en espera de la
resurrección.
La capilla de las tumbas
papales está localizada en el Basilicarión, justamente al lado, paralela, al
eje central de la zona sepulcral. Se halla paralela, porque al ser tan
visitada, hay que evitar que su afluencia abarrote el eje central de la zona general
reservada para las tumbas del resto de clérigos y fieles.
En esa zona de
enterramientos papales, será muy bello ver los treinta y seis sepulcros rectangulares.
Los todavía no ocupados pueden estar pueden mostrar sus superficies lisas, sin
inscripciones, sin estatuas. En esa cuadrícula que forman las tumbas, se irán
colocando los papas por riguroso orden de enterramiento.
La Guardia Romana lleva uniformes oscuros
durante los días de luto por un Papa. Todas las tiras que forman el uniforme
son negras y grises, durante esos nueve días. Los penachos de los yelmos son
negros, en vez de rojos. Y los altos oficiales que normalmente portan una banda
de color fucsia cruzada sobre la coraza, la cambiarán por una banda de seda
negra. Cuatro pendones negros cuelgan de la fachada del edificio de la Curia.