Quizá este post vaya a
ser de más interés para los que hayan leído mi libro La Catedral de San Abán. Hace unos días estaba pensando que un
complejo de ese tipo podría albergar una particularidad que me parecería
entrañable, y es que dentro del templo se mantuviera para sus velas y lámparas
el fuego sagrado de Jerusalén. Hay
toda una preciosa historia acerca de este fuego que os animo a que la busquéis
en la Red. Pero si lo deseáis, podéis verlo en este link:
https://www.youtube.com/watch?v=TxzT8fNMqNQ
Sería bonito que la llama
que arda delante del sagrario principal de esta catedral proceda de este fuego
traído del lugar de la resurrección de Cristo. Ese fuego, actualmente, se lleva
a varias catedrales ortodoxas del mundo.
En la Catedral de San
Abán podría haber varias lámparas en distintos lugares del templo que
mantuvieran ese fuego. Algo que me parece muy simbólico y que aseguraría que,
aunque una lámpara se apague, haya otras que lo mantengan.
No haría falta traerlo
cada año, sino solo conservarlo.
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Otra cosa que me
parecería muy simbólica es que, durante la misa crismal, el obispo, al
confeccionar el santo crisma, mezclara un poquito de santo miron procedente de la catedral del patriarca copto de
Egipto. Sería todo un gesto de hermandad. Además, ellos bendicen ese óleo con
muchísimas oraciones y mezcla de hierbas y esencias.
La cantidad podría ser el
equivalente a tres cucharadas de óleo. No es algo solo simbólico, sobre ese
aceite ellos oran muchísimo y, sin duda, está cargado de bendiciones.
Mejor todavía si se
añadiera a los tres santos óleos (de la misa crismal) una pequeñísima cantidad
de aceite emanado por el cuerpo de un santo (yo solo conozco que esto sucede
con el cuerpo san Charbel, en el Líbano) o de un icono o imagen santa; en el
mundo hay varios que han emanado aceite varias veces en los últimos años.
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Ya puestos, se me ocurrió
una tercera particularidad para San Abán, una tercera particularidad en lo
relativo al agua bendita, esta sería la última cosa peculiar. Esta
particularidad sería que el agua que se usa para el primer y segundo aclarado
(sin jabón) de los purificadores, corporales y manteles de los altares se
reserve para ser bendecida y colocada en la gran pila de agua bendita (de tres
metros de diámetro) que hay a la entrada de la catedral, en recuerdo del Mar de
Bronce.
Si los antiguos judíos
eran aspergidos por la sangre del cordero pascual, sería muy simbólico que los
cristianos se santiguasen devotamente con esta agua santa por haber estado en
contacto con las partículas de esas telas. El simbolismo neotestamentario con
la sangre aspergida del Antiguo Testamento resulta muy claro.
Además, cada vez que haya
bautizos en la catedral, una parte de esa agua se conservará en la pila
bautismal, y otra parte se derramará en esta pila mayor de la entrada y en
otras menores situadas en otras puertas de acceso al templo.
El agua que se retira
cada semana no se tirará en cualquier lado, sino que se derramará en las
macetas cercanas de algunas hiedras interiores, o mejor todavía crear un minúsculo, pero precioso, jardín de musgo.