Hoy me ha venido a la mente un pensamiento, repentino: ¿qué fue de la vida
de los padres de Eva Braun (la amante de Hitler) después de la guerra?
He encontrado en Internet que tuvieron una larga vida. El padre vivió hasta
1964; la madre, hasta 1976.
¿Cuáles debieron ser sus pensamientos, sus sentimientos, su vida espiritual?
Por lo que sé, el padre era protestante y profesor, y se adaptó a su nueva
situación de “suegro”. No sé nada más de él, más allá de verlo en filmaciones
privadas de Eva.
La madre era católica y nunca aprobó esa relación fuera de la Ley de Dios. No tengo ni un solo dato más de ninguno de los dos,
más allá de ver fotos familiares de esos dos padres, relajados, en varios
lugares, descansando.
Pero no dejo de reflexionar qué sentimientos debieron tener ellos dos. En 1970,
mientras esa anciana madre caminaba por la acera, anónima, sin que los transeúntes
repararan en ella, reflexionaría acerca de los días wb que estuvo al lado del
centro del tornado, de las tertulias en las que estuvo a la mesa de una bestia
apocalíptica. Me la imagino callada, hablando poco.
Otros personajes de la corte de ese anticristo comulgaron con las ideas
anticristianas de ese partido infernal, pero esa madre simplemente le tocó
estar allí. Sin quererlo, le tocó estar a la mesa del idolatrado, compartir
pastel, escuchar sus cortesías, tomar café durante la sobremesa. Es curioso, millones
de personas hubieran dado lo que fuera (hasta años de vida) por estar a esa mesa,
en ese salón de estar. Y esa mujer católica estaba allí sin hacer nada, sin ni
siquiera compartir las ideas de ese hombre. Paradojas de la vida.
Qué apasionante hubiera resultado entrevistar, precisamente, a esa mujer.
Otros tenían cosas que ocultar, otros estaban fascinados. Ella hubiera dado
otra visión, otra perspectiva.
He mirado a ver si había algún libro que tratara de ellos (más allá de una
referencia marginal), algún artículo. No he logrado nada. Si alguien obtiene
algún link, le agradeceré que lo comparta.
No deja de ser interesante: los idólatras de ningún modo tenían acceso al
ídolo, y ella (sin inclinarse ante el falso dios) podía ir a visitarle siempre
que quisiera.