Yo
sugeriría que los obispos se hicieran conscientes de que de deben potenciar la
imagen de reunión sacra que tienen sus reuniones plenarias. Y, por tanto,
alejarse de los aspectos que puedan dar la impresión de que es una reunión más,
como la que puedan tener los directivos de una multinacional. Hay que reforzar
los aspectos espirituales de esas reuniones.
Me
fascina la belleza de todos los obispos de una nación rezando laudes en un gran
coro de bellos escaños de madera oscura. Los obispos revestidos con hábitos
corales. Esto es, con sus sotanas violáceas, roquetes y mucetas. En la cabecera
los catorce arzobispos revestidos con capa pluvial y mitra. En un nivel más
elevado, los cardenales. A los que yo revestiría con una amplia cogulla roja y
galeros sobre sus cabezas. En España significaría esto, más o menos, unos 5
cardenales, unos catorce arzobispos, y casi cien obispos, entre los diocesanos,
auxiliares y eméritos. Formarían un conjunto impresionante, al que se le
añadirían, en la procesión de entrada y salida, tres acólitos, siete diáconos
y, por lo menos, unos cuarenta presbíteros que, como mínimo, asisten a los
obispos en sus reuniones. A ellos se podría unir el capítulo de canónigos. Los
laicos podrían asistir a estos rezos.
Los
obispos entrarían y saldrían del coro en procesión. Acabado el rezo de la hora,
se dirigirían a sus habitaciones para cambiarse de ropas y asistir a la reunión
plenaria. A esa reunión irían con una sotana negra y cruz pectoral. Una
vestidura sencilla para estar cómodos.
En
la sala de la reunión se colocará en la presidencia a los arzobispos, los
cuales llevarán sotana violácea sin muceta. Los cardenales estarán sentados en
la presidencia en un nivel más elevado, irán revestidos con sotana roja.