En el octavo día de nuestro viaje salimos hacia Éfeso.
Qué maravillosa Iglesia de san Juan. Fue la catedral de esa ciudad. La ciudad,
como ya era habitual, una maravilla. Otra ciudad de las siete iglesias
mencionada por san Juan en el Apocalipsis. Lo que toda mi vida habían sido
meros nombres ahora tenían “rostro”, ahora eran calles concretas, edificios que
estaban ante mis ojos y los había visto san Juan. Por esa calle había pasado el
apóstol, pues las calles principales se conservan. Eso sí, con un enlosado
ondulante tras tantos movimientos tectónicos. Con una superficie poco grata
para andar, tras la erosión de dos mil años.
Que grande su biblioteca, una de las mayores del mundo
antiguo; y su teatro. En Anatolia ya nos habíamos acostumbrado a teatros
grandiosos.
Por la tarde fuimos al lugar que se dice que fue la
casa donde vivió María. Celebramos misa en una capilla del mismo santuario. Todo
nos lo dejó preparado una amable y bondadosa consagrada italiana, perteneciente
a un instituto secular. Debo reconocer que no es seguro que allí viviera la
Virgen María. San Juan es muy razonable que estuviera en Éfeso: la tradición,
la mención de esa zona en su Apocalipsis. Pero la cuestión es si la Virgen
María vivió muchos años con Juan antes de su tránsito. Si vivió pocos años con
él, no debió salir de Palestina. Si vivió muchos años, le acompañó. Consta que
los apóstoles durante no pocos años se movieron en el entorno palestinense. No
solo porque así lo diga Eusebio de Cesarea, sino porque fue posible convocarlos
para el Concilio de Jerusalén.
Desgraciadamente, a causa de la destrucción de la
invasión musulmana, la tradición oral y las fuentes materiales (textuales o
arqueológicas) desaparecieron. No es posible responder a esa pregunta con
ninguna seguridad.
Seguirá mañana.