domingo, octubre 31, 2021

En una cisterna de Estambul

 

En el octavo día de nuestro viaje salimos hacia Éfeso. Qué maravillosa Iglesia de san Juan. Fue la catedral de esa ciudad. La ciudad, como ya era habitual, una maravilla. Otra ciudad de las siete iglesias mencionada por san Juan en el Apocalipsis. Lo que toda mi vida habían sido meros nombres ahora tenían “rostro”, ahora eran calles concretas, edificios que estaban ante mis ojos y los había visto san Juan. Por esa calle había pasado el apóstol, pues las calles principales se conservan. Eso sí, con un enlosado ondulante tras tantos movimientos tectónicos. Con una superficie poco grata para andar, tras la erosión de dos mil años.

Que grande su biblioteca, una de las mayores del mundo antiguo; y su teatro. En Anatolia ya nos habíamos acostumbrado a teatros grandiosos.

Por la tarde fuimos al lugar que se dice que fue la casa donde vivió María. Celebramos misa en una capilla del mismo santuario. Todo nos lo dejó preparado una amable y bondadosa consagrada italiana, perteneciente a un instituto secular. Debo reconocer que no es seguro que allí viviera la Virgen María. San Juan es muy razonable que estuviera en Éfeso: la tradición, la mención de esa zona en su Apocalipsis. Pero la cuestión es si la Virgen María vivió muchos años con Juan antes de su tránsito. Si vivió pocos años con él, no debió salir de Palestina. Si vivió muchos años, le acompañó. Consta que los apóstoles durante no pocos años se movieron en el entorno palestinense. No solo porque así lo diga Eusebio de Cesarea, sino porque fue posible convocarlos para el Concilio de Jerusalén.

Desgraciadamente, a causa de la destrucción de la invasión musulmana, la tradición oral y las fuentes materiales (textuales o arqueológicas) desaparecieron. No es posible responder a esa pregunta con ninguna seguridad.

Seguirá mañana.

sábado, octubre 30, 2021

La biblioteca de Éfeso

 

Algunos me preguntaron si este viaje había cambiado algo mi visión de las cosas respecto a mi libro Paulus. Sí, unos pocos detalles sí.

--No me imaginaba que la parte central de Anatolia fuera tan llana entre las montañas. Siempre imaginé que era una zona más llena de ondulaciones orográficas.

--Creía que el centro de Anatolia era más húmedo en cuanto a su régimen de lluvias. Pero no, es más seca, más árida, de lo que imaginé.

--Nada sabía de sus poblaciones rupestres. El apóstol sin duda escuchó hablar de ellos. Tendría que revisar ahora todos los caminos por los que pasó para ver si atravesó la zona de roca volcánica donde ese encuentran este tipo de viviendas.

--Como recorrimos la ruta que va de Iconio a Antioquía de Pisidia, percibí lo que le costó a Pablo andar a pie esa distancia. Una fría distancia en mi libro, tras el viaje, pasó a ser más tangible. Pobre Pablo, siempre caminando. Yo creía que en ese trayecto habría más pueblos y aldeas. Tuve la impresión de que el centro de Anatolia no tiene tantas pequeñas poblaciones como Italia o España.

--No percibí la unión tan estrecha que existía entre tres ciudades: Laodicea, Hierápolis y Colosas. Ahora entiendo mucho más este versículo: For I testify for him that he has worked hard for you and for those in Laodicea and in Hierapolis (Colossians 4:13).

viernes, octubre 29, 2021

Este es el teatro de Laodicea

 

El séptimo día de viaje llegamos a Hierápolis. Una gran ciudad con aguas termales, en la que el teatro era llamativamente grande. Subimos a la iglesia en la que la tradición dice que estuvo enterrado el apóstol Felipe. De la iglesia solo quedaban un metro o dos de los fundamentos de los muros. Pero su perímetro y partes eran perfectamente identificables.

Nos dirigimos después a Laodicea. Más pequeña que Hierápolis, pero, para mi gusto, mucho más impresionante. En Hierápolis los magnos edificios estaban lejos unos de otros. Las construcciones se veían rodeadas de grandes vacíos. Mientras que en Laodicea el entero centro de la ciudad, con sus calles y edificios, aparecía completamente identificable. Nunca he visto una ciudad griega de la Antigüedad en la que se evidenciara con más claridad como debía ser pasear por sus calles y entre sus edificios. He dicho “ciudad griega”. Por supuesto que el caso de Pompeya y Herculano es distinto. Pero paseando por Laodicea me di cuenta el carácter tan diverso que tenía el centro de una ciudad griega respecto a una ciudad romana. Laodicea tenía un uso masivo del mármol blanco y su centro urbano era realmente monumental en el sentido de que sus edificios institucionales y religiosos parecían ocupar todo ese centro. No parecía haber una mezcla de negocios y viviendas como en las ciudades romanas. Por lo menos, esa fue la impresión que tuve a simple vista. El centro de esa ciudad era como una pequeña acrópolis ateniense. Alrededor de ese “corazón” se extendía una población de unos 50 000 habitantes como mínimo. Pero cuyos edificios de madera y ladrillo sí que deben haber sucumbido a los embates del tiempo.

La iglesia de Laodicea era, sencillamente, impresionante por sus dimensiones y solemnidad: su baptisterio, sus gradas en el ábside para el clero, las naves laterales, su atrio. El templo con todas sus partes aparecía ante nuestros ojos con claridad. Hice propósito de leer con calma los cánones del concilio que tuvo lugar en esa ciudad.

Decidimos celebrar en el hotel pues la mañana se había alargado en exceso. No tenía sentido almorzar a las cinco de la tarde.

El hotel tenía un impresionante buffet. Cenamos durante dos días de un modo regio. Yo lo que más comí de primer plato fueron aceitunas. Sobre todo, unas negras, arrugadas, pequeñas y amargas, exactamente como las de Buera, el pueblo de mis abuelos. Aunque reconozco que las de Huesca eran más amargas.

Seguirá mañana.

jueves, octubre 28, 2021

Más fotos de la iglesia de Cemil

 


Este día celebramos la misa en la iglesia de un pueblo llamado Cemil. Se trataba de un templo del siglo XIX que había pertenecido a los turcos de habla griega de esa zona, pero que habían tenido que abandonar la población cuando se produjo la independencia de Grecia y varias matanzas por ambos lados: turcos muertos en Grecia, griegos muertos en Turquía. Esa iglesia tuvo que ser muy bonita. Ahora era una ruina por dentro, pero mantenía su dignidad. Por la tarde llegamos a Konya, la antigua Iconio, una de las ciudades donde predicó san Pablo.

Al día siguiente, el sexto día del viaje, llegamos a Antioquía de Pisidia. Allí celebramos la misa en la antigua iglesia de la ciudad. De la cual solo quedaba en pie un metro o dos de los muros. Así como unas capillas subterráneas.

Paseamos por lo poco que quedaba de la ciudad y nos pusimos en camino hacia el oeste. Hicimos noche en Pamukkale, cerca de Colosas; otra de las poblaciones en las que predicó el apóstol.

Seguirá mañana.

miércoles, octubre 27, 2021

Más sobre esa iglesia excavada en piedra

 

Ese quinto día del viaje, partimos hacia Kaymakli. Allí había una “ciudad subterránea”, excavada en la roca volcánica, una roca de poca dureza que se pica muy bien. En realidad, no se trata de una verdadera ciudad, sino de un laberinto de cámaras, lleno de almacenes, donde los habitantes se refugiaban en caso de necesidad. Ya nos lo dijo nuestro guía, Omar, que no podían bajar las personas que sufrieran claustrofobia. Había pasillos estrechísimos donde había que caminar completamente encorvado y en cuclillas, con el espacio justo para que pasara mi cuerpo. Ese tipo de pasillos había que recorrerlos así durante medio minutos unos, durante un minuto otros. Aquello seguro que hubiera sido insoportable para cualquier persona que no aguante los lugares estrechos cerrados. Varias personas de nuestro grupo, por asma o por problemas en las rodillas, no entraron. El guía no había exagerado, aquello era angosto. Y había cuatro niveles, aunque nosotros nos movimos solo por los dos primeros.

Seguirá mañana.

martes, octubre 26, 2021

Sermón en la iglesia de Durmus Kadir

 

El sermón en la Iglesia de Durmus Kadir consistió en ir recorriendo sus espacios e ir explicando qué era cada parte, cada cosa que había sobrevivido. En la foto aparezco subido a la mitad de las escaleras del ambón. No subí hasta arriba porque no había una "valla" que me protegiera de una posible caída. Quizá la hubo antiguamente, pero ya no quedaba si la hubo.

En la misa me acompañaba un sacerdote mexicano, el padre Humberto. Durante todo el viaje y todas las misas, él estaba a mi lado. Unas veces predicaba él, otras yo. Unas veces presidía uno; otras veces, el otro.

Hicimos noche en un hotel situado más hacia el oeste. Cada día hacíamos varias horas de autobús para ir recorriendo el interior de Turquía de este a oeste.

Seguirá mañana.

lunes, octubre 25, 2021

La foto es de la nave central del lugar del que hablo hoy

 

En ese cuarto día de la peregrinación, día de mi cumpleaños, 11 de octubre, celebramos la misa en una iglesia rupestre de Durmus Kadir. La iglesia del siglo 11 estaba intacta, pero tuvimos que llevar todo para la misa. Yo no dejaba de sumergirme en el ambiente cristiano que debió haber en esas tres naves de aquella iglesia. Los altares de las naves laterales estaban indemnes en sus ábsides. También estaba en pie el ambón en el centro de la nave central. Un ambón tallado en la roca, como todo lo de esa iglesia. Prediqué subido a ese ambón.

Nunca he celebrado misa en un lugar tan impresionante. Nunca, en toda mi vida.

Seguirá mañana.

domingo, octubre 24, 2021

Misa en las ruinas de la gran iglesia de Antioquía de Pisidia

 

Como ya dije, tras dos días partimos hacia la región de la Capadocia, concretamente aterrizamos en la ciudad de Nevsehir. En el avión debía ir algún político importante. Porque después que todo el mundo se bajó del avión, salió de la primera clase alguien rodeado de muchos sujetos muy bien vestidos y acompañados de varios policías que les escoltaban.

Desde allí fuimos en autobús a la zona donde hubo monasterios rupestres en Göreme. Una zona amplia en la que hubo muchos monjes. Vimos varios de sus comedores para una veintena de religiosos; sus almacenes; y estancias vacías y más estancias. Pero sus pequeñas capillas resultaron impresionantes. Eran pequeñas, no cabían en ellas más allá de unas quince personas, pero eran de las cosas más bonitas que he visto nunca. Casi todas ya desprovistas de cualquier pintura. Pero, aun vacías y desnudas, se respiraba el ambiente monástico que debió inundarlas. Todas ellas con sus tres ábsides, con sus pequeños altares de base cuadrada, con sus separaciones entre el presbiterio y el resto de la capilla. Yo estaba fascinado.

Al salir de una de ellas, me di un golpe en la cabeza con el marco de la puerta, bastante baja. El golpe se escuchó de forma tremenda. Pensé que me podía haber provocado alguna hemorragia interna, incluso. Todos me invitaron a que me sentara Me preguntaron si estaba mareado. Pero el dolor se pasó en menos de un minuto. El golpe había sido fortísimo, pero no me dolía la cabeza.

Seguirá mañana.

sábado, octubre 23, 2021

Una cisterna de Estambul

 

Siguiendo con el tema de ayer. A los arquitectos a los que se les encarga hacer el plano de un templo, se les tendría que engañar encargándoles que hicieran el plano de una cisterna monumental. Seguro que las iglesias serían más bonitas. La Cisterna de Serefiye con su minimalismo, con su arquitectura elemental tan impresionante, resultaba perfecta como catedral.

Por supuesto que las columnas estropearían la visión de la gente sentada en los bancos. Pero si buscamos únicamente que quepa gente a base de sacrificar belleza, nos saldrán templos como los que nos salen ahora.

Si algo he aprendido de este viaje es que el obispo y su consejo deben escoger una iglesia del pasado y decirle al arquitecto que quieren eso, exactamente eso:

--Hágame una réplica de esto.

--¿Pero exacta?

--Sí, exacta. En ladrillo, cemento y hormigón, pero no se desvíe ni lo más mínimo.

--¿No improviso nada?

--Por favor, ¡no improvise nada! Hasta las puertas deben ser iguales.

--¿No confía en mí?

--No, no confío en ningún arquitecto.

Ciertamente, la ventaja de los sultanes es que podían colgar boca abajo, de los tobillos, a los arquitectos tras ver los resultados.

Seguirá mañana.

viernes, octubre 22, 2021

Formaciones que la erosión hace en la lava

 

La primera misa del grupo fue celebrada en la capilla de la Terminal 1 del Aeropuerto de Barajas. La segunda en la iglesia de unos franciscanos, menudo aguacero nos cayó a la salida. La tercera misa en una iglesia atendida por una comunidad de salesianos.

También fuimos a unas cisternas subterráneas, con más de treinta impresionantes columnas. Pero no era la cisterna grande, la que tiene por nombre Yerebatan, también llamada Cisterna Basílica, que aparece en la película Inferno, sino una más pequeña, la de Serefiye. La cisterna más grande estaba cerrada debido a trabajos de restauración. Hubo un larguísimo espectáculo de luces que se me hizo demasiado largo. Al final no hacía más que pasear discretamente deseando que el espectáculo acabara.

Las cisternas de todas partes del mundo son espacios formidables. En mis catedrales (las que he imaginado) siempre debería haber una cisterna para recoger el agua de lluvia. Y a esa cisterna debe ser posible bajar por una escalera. El agua, la oscuridad total, la desnudez del lugar. Sí, toda gran catedral debería tener una cisterna que se vaya llenando con agua de la lluvia.

Tras dos días en la fascinante Estambul, partimos en avión hacia la Capadocia.

Seguirá mañana.

jueves, octubre 21, 2021

En una pequeñísima capilla monástica en Capadocia

 

En Estambul vimos una mañana el Bazar de las Especias, y por la tarde el Gran Bazar. Ambos lugares me resultaron interesantes. Por supuesto que esos mercados hubieran sido mucho más fascinantes antes de la llegada del turismo, cuando eran lugares auténticos; pero, bueno, me gustaron.

También hicimos un viaje en barco, de dos horas, por el Bósforo. Esas dos noches salimos por nuestra cuenta a pasear por la calle principal de Estambul. Todo un espectáculo. Era una calle rebosante. No en vano Estambul tiene unos veinte millones de habitantes. Las dos noches recorrimos la calle entera hasta la Torre de los Gálatas. Dos chicas turcas, jovencísimas, insistieron en hacerse una foto conmigo. Yo iba con mi sotana todo el tiempo, pero no sé cuánta gente se apercibía de que yo era un rahib, un sacerdote.

Ya que menciono esa palabra, el turco es un idioma que procede de Asia. No es de la familia semítica como el iraní, el iraquí o el áraba, sino que era el lenguaje de los conquistadores que vinieron de la zona de Turkmenistán y otras naciones acabadas en “istán” y cuyas lenguas han evolucionado de esa rama.

Seguirá mañana.

miércoles, octubre 20, 2021

La foto es de la misa en una iglesia abandonada en un pueblo turco

 

Y, por fin, entré en Santa Sofía, descalzo. Erdogán la ha devuelto a su condición de mezquita. Paseé por su perímetro interior, me dirigí desde la entrada hacia donde estuvo el altar. Pero no me impresionó: demasiado conocida, demasiado meditada. Además, en cuestión de templos, lo grande no siempre es lo mejor. En materia de iglesias, los espacios diáfanos masivos no es lo que más invita a la oración, al recogimiento. Pienso que, como norma general, el arquitecto de lo sagrado debe huir de lo excesivo. El tamaño de Santa Sofía pienso que juega en su contra.

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21 de octubre

Tras Santa Sofía fuimos a ver la Mezquita Azul. No vimos nada de ella, estaba repleta de unos andamios que ocultaban todo como una pantalla. Me suele gustar ver un templo lleno de andamios: dan una mejor impresión de los tamaños, ofrecen una visión nueva de esos espacios. Pero los “suelos” de los andamios hacían de techo a poca distancia de nuestras cabezas, no se veía nada.

Antes vimos un circo del que no quedaba nada de la época, solo dos serpientes griegas de bronce y un obelisco. Eso sí, un obelisco de la época de Tutmosis III, que es el reinado en que muchos sitúan el éxodo de Moisés. De ese obelisco hablo en mi novela Cuando amanezca la ira.

Nota: Todas las misas que celebramos en templos abandonados o en las ruinas de antiguas iglesias requerían permiso previo de las autoridades civiles de esos lugares. En un país musulmán, evidentemente, no se podía ir celebrando la eucaristía en cualquier lugar.

Seguirá mañana.

martes, octubre 19, 2021

La foto es en una calle de Éfeso

 

Para nosotros, el siglo III siempre fue (y sigue siendo para mí) una región temporal menos conocida, menos amada, menos sentimental, más lejana. La época de las grandes dinastías nos resulta familiar, nos movemos en ella con soltura. Pero lo bizantino es como si fuera otro mundo. Son miembros de otra familia, como primos lejanos.

Pero, después de tantos viajes a la Urbe, finalmente, paseé en la Nueva Roma. Por fin, por fin, de los libros pasé a sus callejuelas estrechas, a sus plazas. Bien sabía que me esperaba un Bizancio ya transformado en ciudad de las Mil y una noches. La orgullosa capital imperial había sido transmutada en una tierra de turbantes y minaretes.

Pero yo sabía mirar y veía rastros por todas partes de su capítulo bizantino. Encontré mucho de esa época y mi imaginación levantó muros, reconstruyó paisajes, pintó calles. Especialmente, en las ruinas de las basílicas. Me gustó mucho más la primitiva catedral de Constantinopla, la Iglesia de Santa Irene, junto al Palacio de Topkapi que Santa Sofía: fascinante. Un espacio sacro que ha quedado congelado en el tiempo. Miraba todos sus rincones, la nave central, una y otra vez: tratando de memorizar, de absorber, de imaginar cómo fueron las cosas allí. Esa iglesia es la que se usaba antes de acabar Santa Sofía.

Seguirá mañana.

lunes, octubre 18, 2021

La foto es de Göreme, Turquía

 

Lo primero de todo que quiero deciros es que os agradezco todas las felicitaciones que me habéis mandado por mi cumpleaños. Sí, desgraciadamente, tengo 53 años de edad, me siento muy viejo y el cuerpo se haya en un estado de predescomposición cada vez más acentuado. Al menos, Gregorio Samsa se transformó en cucaracha de golpe. En mi caso, La metamorfosis va avanzando lentamente.

No os he contestado en los comentarios de felicitación porque estaba de viaje. Ayer llegué de una peregrinación siguiendo los pasos de san Pablo en la Anatolia en Turquía. Sí, ya sé que siempre me quejo de los viajes. Pero no os fieis de los que despotrican siempre de algo. Podemos ser amigos secretos de nuestros peores enemigos.

El 8 de octubre, viernes, partimos hacia Estambul. Por fin pude pasear por la antigua Constantinopla. La capital del Imperio oriental tantas veces leído, tantas veces imaginado. Para los que como yo hemos sido tan amantes del Imperio romano, el Imperio bizantino siempre ha sido un capítulo algo desconocido, turbio y envuelto en nieblas. Las nieblas de nuestra ignorancia.

Desde la educación secundaria, leímos, tradujimos, valoramos estatuas, examinamos cuidadosamente los dibujos de los edificios, los detalles de los mosaicos, pero siempre era de la época aurea de Roma. Ah, aquellos libros mil veces hojeados y estudiados. Yo no subrayaba. Ese respeto tan grande al libro. Había que transmitirlo intacto. Jamás doblé una esquina para saber dónde me había quedado. Ahora, sin el menor cargo de conciencia, van al contenedor azul para que sean reciclados.

Bueno, seguiré mañana contando el viaje.

domingo, octubre 17, 2021

No puedo evitar mirar esta foto, imaginar la conversación y no ponerme a reir a mandíbula batiente


Nadie duda de que la guerra con la Alemania hitleriana fue una guerra justa. Pero siempre queda la duda de qué hubiera sucedido si, tras la invasión de Polonia, los aliados no le hubieran declarado la guerra a Alemania.

Es seguro que Hitler hubiera acabado invadiendo Rusia porque ese era su propósito desde Mein Kampf. Pero no está claro que ni él ni sus generales se hubieran animado a ir hacia el oeste. En sus fantasías delirantes, Hitler consideraba que el destino del pueblo germano estaba en el este.

¿Alemania hubiera seguido progresando económicamente en los años siguientes con lo que cada vez hubiera sido más fuerte? ¿O el equilibrio de fuerzas entre el este y el oeste se hubiera mantenido? Si se mantenía ese equilibrio, se podía esperar que con el paso de los años el régimen nazi hubiera podido caer en una desintegración interna como otras dictaduras.

¿Era mejor conceder Polonia a las garras de Hitler y dejar que el régimen siguiera su evolución hasta que se derrumbara por sí mismo? Me estremezco al imaginar lo que hubiera sido un dominio de diez, quince o veinte años en Polonia y otras tierras. Eso sí, doy por supuesto que el régimen nazi era tan desquiciadamente alejado de la realidad que se encaminaba a la propia destrucción sin ayuda de nadie externo.

Todas estas cosas son cuestiones morales. Cuestiones morales que, en este caso, deben ser decididas por los príncipes de los pueblos, como diría santo Tomás. Son cuestiones morales sobre las que pueden dar luz los expertos en moral, los pastores. Pero, en este caso concreto, como en otros, la decisión final es de los gobernantes de las naciones, no de los pastores de almas. Y digo que la decisión final es de ellos porque se trata de cuestiones no cerradas, en las que cabe la licitud de decidir entre varias opciones las cuales caen dentro de lo moralmente aceptable. En este caso expuesto, tanto la acción como la omisión eran razonables.

sábado, octubre 16, 2021

Guerra y paz

 

Hay algunos que pueden pensar que las tensiones geopolíticas se solucionan con la guerra: ¡de ninguna manera! A veces me pregunto si no se hubiera dado la Guerra de Secesión de Estados Unidos, ¿los estados sureños hubieran evolucionado por sí mismos hacia la igualdad? Lo más seguro es que sí y con rapidez creciente.

Sin todas las guerras de independencia en África, ¿hubieran logrado la independencia esos países? Sin duda, unos años después, pero seguro que sí.

Esto tiene sus límites. ¿Creo que era verdadera la Teoría del Dominó en la geopolítica de la Guerra Fría? Sí, lo creo. Era conveniente que Estados Unidos se involucraran en defender a los países democráticos frente a las insurgencias militares marxistas.

Probablemente, la Guerra de Vietnam estuvo tan perdida desde el principio como la de Afganistán. Los soviéticos fueron brutales y les pasó lo mismo que a los occidentales. Siempre hay quienes piensan que todo se soluciona con brutalidad. Y es que las cosas se solucionan muy fácil en el salón de estar de la propia casa.

Afortunadamente, lo digo sin ninguna ironía, los pocos conflictos armados que hay en el año 2021 son de pequeñas dimensiones. Con propiedad podemos decir que vivimos en un planeta casi sin guerras. Somalia, Mozambique, Camerún, Yemen y unos pocos lugares más son excepciones diminutas en un mundo en paz. Nunca antes la Humanidad había vivido tan en paz. Gracias sean dadas a Dios.

viernes, octubre 15, 2021

Geopolítica

 

La guerra es algo con consecuencias tan espantosas que difícilmente es remedio para cualquier mal. Ojo, en algunas ocasiones, la guerra puede ser la mejor solución; pero en la mayor parte de las ocasiones produce males muy superiores a los perjuicios que pretende solucionar.

Imaginemos que un país protege a un grupo terrorista que actúa en otro país. Lo más normal es que una guerra produzca más bajas, más quebranto económico, que sufrir esos atentados. Por supuesto que esto tiene un límite, pero el límite es muy alto.

Por supuesto que la Unión Soviética favorecía a grupos terroristas de todo tipo. Pero una guerra con los soviéticos hubiera sido pero que el mal que se sufría.

La Unión Soviética invadió varios países (por ejemplo, los países bálticos), pero hubiera sido peor liberarlos por la fuerza que permitir semejante terrible opresión. La suma de males final hubiera sido muy superior que el bien que se pretendía obtener. Esta es una lección que, ojalá, hubiéramos aprendido para el futuro. Pero estoy seguro de que no la hemos aprendido.

Esto es algo que debemos recordar frente a China, Rusia, Corea del Norte y otros países. Sufrir con paciencia, muchas veces, es lo mejor para todos. Lo dicho para la geopolítica vale para el matrimonio.

jueves, octubre 14, 2021

Ya me parezco al abuelo de la Familia Cebolleta

 

Bueno, ya que he hecho un recorrido tan detallado, voy a hacer algunas añadiduras para completar todo. De niño nunca me gustaron los cuentos troquelados. Sus historias sobre Pulgarcito, los Tres Cerditos o Blancanieves no suscitaban en mí ningún interés. Incluso sus dibujos me dejaban indiferente.

Conocí la época en que se vendía el TBO y el menos conocido DDT. Pero incluso a mis seis años esos tebeos me parecían muy anticuados y primitivos. Nunca me aficioné a ellos, aunque si caían en mis manos, por supuesto, no dejaba de leerlos desde la primera página a la última.

A mis doce años sí que me gustaban los tebeos de Los Pitufos, mi favorito fue Su Pitufísima. Tuve dos números dedicados enteramente a Trece Rue del Percebe. Los españoles de mi edad sabrán qué eran aquellas sorprendentes viñetas. También tuve un número dedicado a la Familia Cebolleta. Por supuesto que pasaron por mis manos muchos más comics de los cuales solo mencionaré unos pocos: la serie de Mazinger Z, la serie de Pulgarcito, la Guerra de las Galaxias, Carpanta y otros.

En esa época había comics para chicas. Hojeé los de mis primas, pero aquello era soporífero. No sé ahora, pero en mi juventud a las chicas no les gustaban los comics, era algo solo de chicos, como los videojuegos; no sé si ahora es igual.


miércoles, octubre 13, 2021

Y llegué al final del camino (del mundo de los comics)

 

Después llegué a Valerián. Los comics de este personaje y su compañera supusieron un placer difícil de expresar con palabras. Yo estaba ya en el instituto. Esas hojas eran un banquete para los ojos. Las historias eran mucho más interesantes y profundas que las de Astérix.

En el seminario descubrí La Torre de la Saga de las Ciudades Oscuras. Fue todo un impacto. Un verdadero golpe estético con una historia apasionante. Esa saga supuso el final del camino de mis lecturas de comics. Esa colección ha sido el último gran placer que me ha dado ese mundo.

Desde los cuentos troquelados con historias como la de Pulgarcito, que hojeaba (sin interés) a mis cuatro años, hasta la Saga de las Ciudades Oscuras: toda una vida.

Al escribir estos posts, os aseguro que he revivido esas emociones, esas escenas en que yo leía en la cocina, con mi madre detrás, preparando la cena. No puedo evitar sentir algo de nostalgia, pero nostalgia de la buena.

Mi casa no solo eran unas paredes y unas habitaciones, también ese mundo de lecturas. Ahora ya no existe ni ese mundo físico (la casa) ni ese mundo de emociones infantiles. Decenios de polvo han caído sobre esas emociones. Una vez más la comprobación de la vanidad de las cosas, de cómo todo pasa.

Damos el presente por poseído, pero se nos escapa de las manos. El tiempo sigue corriendo. Siempre dimos el presente por poseído, por seguro, por descontado, pero no nos dábamos cuenta de que se deshacía lentamente, pero a ritmo constante. Aquel niño dejaba de ser niño. Aquel adolescente dejaba de ser adolescente. Aquel seminarista iba camino de la vejez. La vida, la de todos, resulta una aventura apasionante en su sencillez, en su serenidad, aunque no ocurran “grandes” cosas.

martes, octubre 12, 2021

Y llegué a la época en que comencé a leer Astérix

 

Poco a poco, me fui introduciendo en Astérix. Qué magníficos comics, que lujo de dibujos, que historias tan buenas. Obélix y compañía fue mi título favorito. Pero a mis trece años mi capacidad para involucrarme totalmente en la historia había disminuido. Un adolescente no se mete en un relato de forma tan perfecta como un niño de seis años. Con el tiempo descubriría que la edad no haría más acentuar este hecho.

Si bien recuerdo películas en las que me introduje tanto como en los primeros momentos de mi vida en mis tebeos: Un hombre para la eternidad, Becket, Pleasantville, American Beauty... Hasta los treinta años, todavía recuerdo haberme sumergido completamente en alguna película. Después la lejanía con la obra se fue acentuando. Uno se convierte en el espectador de un museo que contempla la obra. Se trata de un placer estético, no de aquel placer absoluto. El ojo se vuelve más crítico. Viendo una escena vemos más cosas que hace treinta años.

Eso les pasa a los directores. Ya no pueden ver una escena sin ser conscientes de dónde se ha colocado la cámara y cómo se ha manejado la iluminación. Hace unos días hablé con una persona que estudió arte dramático y me comentaba que, cuando ve una película, no puede evitar fijarse en cómo entra un personaje en escena o cómo ha decidido mover las manos.

Siento una cierta pena por este haber perdido la sencilla mirada de niño, pero resultaba inevitable. Por otra parte, si escribes, pierdes esa forma cándida de ver las cosas. Las bambalinas, la tramoya, aunque estén ocultas, las ves, las supones, las percibes.


lunes, octubre 11, 2021

Aquellos lejanos años 70

 

De la Colección Dumbo pasé a Don Miki. Siempre leía durante la merienda. Como solo tenía un tebeo a la semana, leía y releía. El problema era que lo memorizaba con memoria fotográfica. Memorizar era un efecto inevitable que, en ese momento, hubiera deseado evitar.

Don Miki convivió con todos los productos de la Editorial Bruguera. Nunca fui entusiasta de Zipi y Zape. Por lo que sea me parecía un poco soso todas sus travesuras. Con la Colección Dumbo y Don Miki viajaba, veía nuevos lugares. Zipi y Zape siempre estaban en su casa. Me gustaban las grandes aventuras, no las travesuras de dos hermanos.

Tampoco fui entusiasta del Capitán Trueno. Yo era muy niño y prefería aventuras más irreales, más infantiles. Mortadelo y Filemón sí que me gustaban, aunque menos que Don Miki.

El Botones Sacarino, Trece Rue del Percebe, Superlópez... con qué emoción llegaba a casa con mi tebeo en la mano. Me faltaba tiempo para llegar y cuanto antes empezar. Las aventuras del tío Gilito eran mis favoritas. 

domingo, octubre 10, 2021

Alegrías de niño rememoradas

 

El caso es que el sueño que comentaba ayer se cumplió. Una vez hablé en este blog de la ilusión que me hicieron esos comics en mi infancia. Y un amabilísimo señor me envió en un CD toda la colección. ¡No me lo podía creer! Cuánto se lo agradecí.

Lo hice en su momento, pero me gustaría (si tuviera su email) volver a hacerlo. Quizá haya sido el regalo que más he agradecido en toda mi vida. Nada me ha hecho tanta ilusión como poder leer una colección entera cuyos títulos conocía y con los que soñaba en mi infancia. Me acuerdo cómo recorría la lista de títulos y me preguntaba a mis cinco añitos de qué tratarían esas aventuras.

Una vez más, gracias al que me envió ese CD. Y lo curioso es que el sueño se cumplió. La portada que pongo hoy es el número que más me gustó de toda la colección. Solía leer estos comics mientras merendaba. Un plato de fruta cortada y un trozo de pan con algo como Nocilla o algo similar.