Hoy he visto algunos
trozos de esta ordenación de tres obispos auxiliares. Es un vídeo muy bonito en
la catedral de Los Ángeles, una catedral que me gusta especialmente.
Me ha llamado la atención
cómo se echa el santo crisma en la cabeza de los ordenandos y también que, al
ser obispos auxiliares, reciben el báculo de rodillas de manos del obispo
residencial.
En mi vida solo he visto
una ordenación episcopal, solo una; en Roma. Y tampoco la vi mucho que digamos.
Estaba yo lejísimos del presbiterio y los detalles era imposible apreciarlos.
Los obispos, cuando
llegan a mi diócesis, ya están ordenados. Con lo cual nunca he visto una
ordenación episcopal en mi catedral.
Qué cosa tan grandiosa es
ser obispo. Por supuesto que distingo entre la persona concreta y la carga
sagrada que se ha puesto sobre sus hombros. La persona con sus defectos y la
excelsitud de la misión a la que Dios une unas gracias a través del sacramento.
Qué poco me cuesta honrar
a los obispos, a todos. Y también me cuesta poco dar un voto de confianza a
todas sus decisiones. Honro a Dios honrando a sus obispos.
Hoy he puesto una foto de don Helder Cámara, un obispo al que le tengo una especial, especialísima, devoción. Aunque, como san Gregorio Nacianceno, no estuviese exento, tal vez, de algunas carencias graves en el ejercicio de su ministerio episcopal. Pero no hablo de pecados, sino de carencias que eran inculpables. Pero, más allá de todo eso, de lo que cabe duda para mí es de que fue un santo obispo.
Para aquellos que lo critican por ser de la teología de la liberación ortodoxa, hay que recordarles que su arzobispo (el que era obispo auxiliar) era un prelado muy tradicional, pero que muy tradicional, y que él era el primero en tener al obispo Cámara por un santo viviente.