domingo, julio 31, 2022

Pensamientos sueltos

 

A Madrid le vendría muy bien un proyecto ambicioso que fuera como el santuario de El Pilar. Para los cinco millones de habitantes de la Comunidad de Madrid sería óptimo contar un santuario vivo, esplendoroso, con un culto esplendoroso.

Alguien podría pensar que la Catedral de la Almudena podría cumplir con esa función. Pero lo que he propuesto en otros posts es algo más ambicioso que requiere de un marco arquitectónico acorde. El templo como un lugar donde sea posible el paseo meditativo, un grupo de sacerdotes que vivan en ese complejo, etc.

Solo unas pocas instituciones podrían llevar a cabo tal proyecto y dotar de clero suficiente a un lugar así. Podría por supuesto la archidiócesis y el Opus Dei. Pero para otras instituciones, por su tamaño más moderado, sería realmente difícil.

El santuario de El Pilar es óptimo, todo un ejemplo de cómo un templo se puede convertir en un faro para toda una ciudad de medio millón de habitantes. El Pilar lo tiene todo: abundancia de confesores, misas a todas las horas, la devoción de los zaragozanos de pasarse por allí a rezar. No creo que haya en el mundo una inmensa urbe que ame tanto a la “casa de la Virgen María”, pues así la consideran los zaragozanos. Y el clero del santuario siempre ha estado a la altura de las expectativas de los fieles. Los habitantes de esa ciudad tienen en el más alto respeto al clero de ese templo, que es sinónimo de un culto noble y serio.

Ni San Pedro del Vaticano ha logrado tener un templo tan vivo como el de Zaragoza. El Pilar es algo vivo, lleno de vida, de oración. San Pedro del Vaticano se parece más a un lugar de visita. Uno tiene la impresión de estar en un marco donde reinan los turistas; todo lo contrario, en Zaragoza.

Si El Pilar tuviera un grupo de fieles que rezara las horas canónicas al modo que explico en El incienso de la alabanza, y una vez a la semana hubiera una misa solemne digna de un pontifical, eso sería ya el no va más.

Torreciudad es un templo perfecto (como El Pilar), no veo en él el más leve “pero”. Y vaya que me gusta encontrar “peros”. Sin embargo, en Torreciudad no los encuentro: es perfecto. Solo encuentro genialidad tras genialidad.

Muchas veces he repetido que detrás de una estética “averiada” suele subyacer una teología defectuosa. Torreciudad es la expresión artística del alma del Opus Dei.

¿Podría yo contar amargos y tristes episodios que he vivido de miembros de la Obra, sacerdotes y laicos? Por supuesto. Siendo sacerdote, por mi trabajo, he tenido contacto con ellos durante años, pues en Madrid hay muchísimos miembros de la Obra. Ahora bien, lo positivo es muchísimo más que los episodios negativos. Además, siempre he diferenciado entre la institución y lo personal. El bien que ha hecho la institución, el grupo, es inmenso. ¿Cómo puedo comparar eso con una acción fea de tal o cual persona respecto a mí?

Me viene a la memoria, ahora, un hecho de un sacerdote de la Santa Cruz que me es tan doloroso...


sábado, julio 30, 2022

Un segundo santuario para la prelatura, a las afueras de Madrid (2ª parte)

 

Sigo con el tema de ayer. Un proyecto ambicioso como este solo podría construirse en tres lugares: Roma, Jerusalén o Madrid. Si se levanta en Roma, las visitas serán mucho menos de una cuarta parte que en Madrid. ¿Por qué hay tantas visitas en El Pilar? Porque está al lado de una ciudad de medio millón de habitantes. Jerusalén tampoco favorecería más que visitas breves en un día lleno de actividades.

La entera construcción podría tener una capilla muy bonita que sería la de los prelados, y una segunda que permitiera descansar allí a todos los miembros de la prelatura que lo deseen. La segunda capilla podría concebirse para centenares de urnas.

Las dos capillas podrían estar al lado de la iglesia: un rectángulo con dos cuadrados.

¿Qué forma tendría el templo entero? Como la Obra siempre ha fomentado el espíritu de familia, y ha afirmado que es una gran familia. podría tener el aspecto de una casa de ladrillo: en el estilo de Torreciudad. Puede ser una réplica de esa estética o podría ser en estilo mozárabe, estoy pensando en las torres mudéjares de Teruel.

Si el templo es como una casa, podría haber tres capillas más que representaran la habitación de Jesús, la de María y la de san José. Dedicando cada capilla a uno de esos santos, aunque en las paredes se colocaran las imágenes de todos los protectores de la Obra. La “habitación de Jesús” sería la capilla del Santísimo Sacramento. El “comedor” sería la iglesia.

En la segunda capilla funeraria, en uno de sus muros, yo colocaría un “árbol” al estilo de los árboles de la orden franciscana o dominica. En ese árbol, del fundador partiría un tronco (el de los prelados) del que saldrían ramas con numerarios, supernumerarios, etc. Allí habría obispos (de la Santa Cruz), también dos cardenales, sacerdotes y sobre todo laicos de todo tipo y condición, unos famosos (por su prestigio) y otros no. Está claro que solo serían una representación.

Las capillas de María y san José se cerrarían cuando se diera una meditación en ellas.

El templo puede ser más pequeño o más grande. Si se decide hacer masivo se puede hacer, en su aspecto externo, como una réplica exacta de El Pilar, o puede tener un aspecto como Torreciudad, o en estilo mudéjar. Yo siempre prefiero hacer algo nuevo, una reinterpretación de un viejo templo, mejor que una copia. Aunque los arquitectos hacen tales desastres que mi consejo es copien y se limiten a copiar sin mover un ladrillo de lo que ven en la iglesia original.

Si es como una réplica de El Pilar (o una reinterpretación de esta construcción) podría haber capillas debajo de las grandes cúpulas habría edificios con viviendas o con oficinas para la administración del edifico o con dormitorios para los retiros. Así la planta inferior no sería diáfana, sino que sería más compleja, más laberíntica, al tener en medio esos edificios. En ese caso, debajo de esas grandes cúpulas, podría haber capillas que permitieran pequeñas romerías, algo a lo que siempre ha sido muy aficionado el Opus Dei. En una mañana se podrían recorrer todas las capillas del techo del santuario y las cuatro de las torres.

Se me ha ocurrido que se podría llamar a este complejo “Torremariana”, para que haga juego con el nombre de Torreciudad.


viernes, julio 29, 2022

Un segundo santuario para la prelatura, a las afueras de Madrid (1ª parte)

 

Ayer se me ocurrió una cosa: ¿Por qué no hacer una capilla muy bonita donde colocar los sepulcros de los tres primeros prelados del Opus Dei?

Y dándole vueltas al tema, me dije: ¿Por qué no hacer una capilla preciosa donde dar sepultura a todos los prelados? El siguiente paso fue pensar que si eso se hace en Madrid, donde hay tantos miles de supernumerarios, lo más conveniente sería construir un santuario.

Alguien puede acusarme de proponer algo excesivo. Pero de los 93 000 miembros que tiene la prelatura en el mundo, 41.000 viven en España.

Imaginaos una capilla cuadrada, muy amplia, de no menos de quince metros de lado, con pilares y cúpulas de crucería. En el centro el sepulcro de san Josemaría, con su estatua yacente sobre él, como si estuviera dormido, esperando la resurrección.

Alrededor, formando un cuadrado, una bancada para poderse sentar y meditar, hacer la lectura espiritual. el resto de sepulcros de los prelados repartidos por la capilla. En el eje central de la capilla, los siete primeros.

Por la capilla, repartidos, sepulcros más sencillos, de distintos tipos de piedra. Pienso en algo parecido a los sepulcros circulares (como piedras miliares) o rectangulares (con su “tejadito”) como las de los romanos que vemos en tantos museos: monumentos sobrios, sencillos, pequeños, de metro y medio de altura.

Esos sepulcros formarían grupos: aquí los de los sacerdotes de la prelatura, aquí los de los sacerdotes de la Santa Cruz, aquí los numerarios, allá los de los agregados, auxiliares y supernumerarios.

Unidos como una familia en la vida, unidos como una familia en la muerte. Una capilla en la que habría un centenar de tumbas por su suelo y por sus paredes. Alrededor del perímetro, pegada a las paredes, habría una bancada donde poderse sentar y contemplar con calma la capilla y orar. El conjunto sería armónico y variado, aunque el centro estaría ocupado por los sepulcros de los siete prelados en el eje. Por todas partes, unos más pequeños, otros más grandes. Unos como cilindros pequeños de metro y medio, otros como sarcófagos. Allí habría científicos, médicos, agricultores, mecánicos, amas de casa, niños, ancianos. 

Si se decide ampliar el santuario con una segunda capilla, podría haber tumbas agrupadas por familias, o mausoleos para familias. Trayendo a ellas los huesos o las cenizas. También algunos cuerpos en féretros sellados. Las cenizas no requerirán permisos, según la legislación española, pero los huesos y los cuerpos sí.

Sería una capilla para la meditación y la lectura. No habría altar, por tanto. Algo más elevado del nivel del suelo, habría una galería con columnas (como un claustro) que recorrería todo el perímetro y que serviría para los que quisieran rezar, paseando, el rosario, o el viacrucis en cuaresma. (Seguirá mañana).

jueves, julio 28, 2022

Más allá de los bancos del Opus Dei



Pensaba dejar ya el tema del Opus Dei definitivamente, pero voy a hacer un último favor a la prelatura: vamos a analizar estéticamente la iglesia de Villa Tevere. ¿Y por qué digo que es un favor? Porque nada agradecemos más los escritores que el que nos digan nuestros errores. (Muchas gracias por tus favores. ¡Puedes guardártelos en el fondo de tu cabeza!). Además, el análisis estético de esta iglesia puede servir para futuros grandes proyectos que ellos realicen. (Sí, claro, vamos a tener en cuenta tus… para nuestros proyectos).

Comencemos diciendo que la iglesia es muy bonita, realmente bonita. Se nota cuando se mete dinero en algo. Esto no es una crítica: para Dios lo mejor. Es como una película en la que se nota que no se ha reparado en gastos de decorado, vestidos y extras.

La iglesia es preciosa, pero fijémonos en lo que considero desaciertos. Las ventanas hermosean cualquier templo. Pero, desde la primera vez que vi esa iglesia, pensé que el arquitecto debía ser hijo de alguien que hacía ventanas. “Cubrir” con ventanas las paredes de un templo no parece la opción más sensata. Puede haber alguna excepción: por ejemplo, una iglesia en mitad de un bosque, una iglesia enclavada en una zona de preciosas colinas. Pero si, encima, las ventanas tienen luz artificial detrás, pues es la peor opción.

Después está la impresión de explosión de color que uno tiene al entrar. Hay iglesias en las que esa saturación tiene un propósito, como en la iglesia románica de Bagüés o en la Iglesia de San Pedro de Viena. Pero una explosión de color debe tener una razón de ser porque si no, ofrece una sensación de agobio, de opresión cromática. En la de Villa Tevere no se acaba de ver la razón iconográfica, de estilo arquitectónico, detrás de esa selva de colores. Solo con otros colores el espacio ofrecería una impresión mucho más serena.

El siguiente aspecto que resalta nada más ver la iglesia, nada más echar la primera ojeada, es la desproporción entre el baldaquino y el espacio en el que se enmarca. Ese baldaquino me parece precioso, pero no guarda armonía alguna con el emplazamiento. Si observamos todas las iglesias el mundo, observaremos que hay una especie de regla aurea entre el presbiterio y su baldaquino. Hay unos márgenes razonables, pero esa regla se cumple. Se cumple hasta en la catedral ortodoxa de Cristo Salvador en Moscú. No voy a hacer ahora un artículo del porqué de esas proporciones áureas, pero ese baldaquino de Villa Tevere no mejora el espacio, sino que lo invade.

Sobre las bancadas no añadiré nada a lo ya dicho extensamente ayer. Y me ahorro mi opinión sobre el via crucis de las paredes. Con la cantidad de via crucis tan bonitos que he visto en mi vida. Y, por último, el ábside. Un ábside precioso, pero que muy bonito. Ahora bien, la estética medieval del ábside no tiene nada que ver con el resto del templo. Son dos conjuntos artísticos pegados (la nave y el ábside) sin conexión estética entre ellos. Son dos mundos cuyo único punto de unión es un baldaquino invasivo.

La sede del prelado me parece que no puede ser más bonita, es realmente muy hermosa. Ahora bien, la estética de la sede no pega nada con el cuadro que le han puesto encima, ni con los mosaicos de alrededor. Es un cuadro que es una delicia, con un marco de ángeles que lo realza muchísimo más. Sería el centro perfecto de una capilla dedicada a María. Pero sobre esa cátedra, en medio de esos mosaicos, es un elemento pegado sin orden ni concierto. Artísticamente hablando, la sede es un canto. Los mosaicos del ábside de por sí, son otro canto. Añadir un tercer canto sin establecer una armonía entre los dos anteriores sería un desastre en una partitura; pues allí también. Ofrece una sensación acumulativa, pero no de concierto de elementos.

El artesonado sí que es muy adecuado porque ofrece un descanso visual en mitad de una agregación de arias. Pero el suelo de la nave es una prima donna que tiene plena conciencia de que allí no se puede valorar bien. Ese suelo estaba justificado en el presbiterio, pero repetirlo tal cual en la nave recuerda a los que al pedir postre les preguntan si quieren un chorrito de chocolate sobre el helado, y responden que el helado flote en el chocolate. El suelo es impresionante; pero menos, a veces, es más. No estoy diciendo que se hiciera un suelo de menor calidad en la nave, sino que el lugar se prestaba a una variación, no a una repetición. Y es que el suelo de la nave es un importante factor de agobio de colores en un espacio tan pequeño.

Podría hablar de otros elementos menores dignos de crítica, pero es más difícil dar mi opinión sin que veáis las fotos. Pero, por favor, que quiten ese relieve de san José María Escrivá que hay enmarcado a la izquierda del presbiterio. La iglesia que he criticado es bella, muy bella, ese relieve desdice totalmente del lugar.

¿Por qué me he tomado tanto interés en hacer esta crítica? Bueno, aquí enlazaría con el tema de la estética de las capillas del Opus Dei. Pero no, ya me he alargado demasiado. Y no sé si me animaré mañana. Lo digo con toda franqueza: no sé si afrontaré esa tarea. Ya he recibido demasiadas cartas de numerarios recriminándome que por qué no dedico diez posts a la estética de los neocatecumenales. (Es broma).

Carta de un enfadado: ¿Qué pasa? ¿Los de Comunión y Liberación son todos unos hijos de Miguel Ángel?

Carta de otro enfadado: Dedíquese a confesar y déjenos las iglesias a nosotros.

Carta de un tercer enfadado: ¡Qué sabrá el rey de cuidar ovejas!

miércoles, julio 27, 2022

Los bancos del Opus Dei

 

Hoy iba comenzar el post con estas palabras: “Pues hoy no voy a hablar del Opus Dei”. Pero no, hoy también, sí.

No quería dejar el tema sin analizar un pequeño detalle: la disposición de los bancos en la iglesia de Villa Tevere. Para los que no lo sepan es la casa generalicia de la prelatura. (Me refiero a los bancos de madera, no a los bancos con grandes cámaras acorazadas).  

El que sugirió tal disposición tal vez no sabía que colocarlos de un modo coral, es decir, formando bancadas enfrentadas, solo tiene sentido si esos bancos se usan para el rezo de la salmodia en la liturgia de las horas. Pues, de esa manera, se pueden alternar los dos coros que conforman la alabanza.

Ahora bien, en toda iglesia donde no se realiza esa liturgia, los bancos (o las sillas) están orientadas hacia el altar. No parece lógico que los fieles estén mirándose a sí mismos cuando el centro del espacio pasa a ser la sede de la presidencia, el ambón o el altar.

En el rezo coral el centro celebrativo pasa a ser la misma salmodia, el centro es el mismo resonar de esa Palabra de Dios cantada. Hay una gran profundidad teológica en esa disposición coral de los coros de las catedrales o de los monasterios.

Pero fuera de ese espacio celebrativo de la liturgia de las horas, fuera de ese lugar, los fieles siempre asistieron de pie o sentados encarados hacia el altar, incluso en aquellos lugares donde el coro de los canónigos ocupaba buena parte de la nave central. No conozco ni una sola excepción a esta regla secular no escrita. Nunca cayeron en la tentación de prolongar esa disposición para el resto de los asistentes de la nave central. Esa regla fue mantenida en toda Europa, incluyendo la disposición de las iglesias ortodoxas que sigue la misma regla expuesta: los fieles que asisten a una eucaristía están orientados hacia el centro de esa celebración.

No parece lógico en esa iglesia de Villa Tevere disponer que todos los fieles estén mirándose a sí mismos de frente y tengan que torcer el cuello para mirar a la sede, al ambón o al altar. Alguien me dirá que se ponen de pie después de incensar las ofrendas en el ofertorio. Sí, pero ya el altar era el centro antes de ese momento, y antes lo era el ambón. Además la disposición coral les obliga a arrodillarse no dirigidos hacia el Misterio Eucarístico, sino hacia los que tienen enfrente, o frente al vacío entre las dos bancadas. No creo que sea necesario recordar que precisamente por eso los coros primitivos no tenían reclinatorio.

Conclusión, no sé de quién fue la idea, pero fue una idea equivocada a mi pobre entender.

Nota 1: Pobre entender, pero no del todo pobre, que para eso los coros catedralicios han sido para mí casi un vicio desde hace varios años.

Nota 2: Que conste que sé de quién procede lo de la disposición coral. Por aprobación o por decisión propia. Pero bueno…

Nota 3: La iluminación (artificial) de las falsas ventanas de esa iglesia era excesiva. Las ventanas pueden ser falsas, pero tampoco tienen que proclamar su falsedad a voz en grito. Una luz más tenue sería mucho más adecuada.

Nota 4: Me consta que estas cosas las leen en Roma. Pillines, lo sé por Google Statistics que me da resultados por ciudad. Así que sería muy bonito poner una plaquita que dijera: “Capilla reformada por la acerada, pero caritativa, crítica de don José Antonio Fortea”.

Nota 5: Lo de la placa no creo que mis ojos lo vean, pero sí que sería acertado cambiar lo de las luces de las ventanas. Lo de los bancos lo señalo como error, pero bien sé que ya están pagados y ahora no es cosa de meterse en más gastos.

martes, julio 26, 2022

San Josemaría Escrivá como predicador

 

Lo primero de todo, aunque sea lo más anecdótico, el acento de san Josemaría es exactamente el mismo que tenían varios de mis familiares. Era un acento de varias comarcas, no de toda Huesca. Pero en mi tierra sonaba completamente normal, por más que a alguno de fuera de la tierra le pueda parecer un poco extraño. De hecho, varios conocidos míos lo hablaban con un acento mucho más fuerte; como el de Paco Martínez Soria, aunque ese acento es el de Zaragoza. 

Digo esto porque a algunos jóvenes no aragoneses les causa gracia el escucharlo, y es un problema al poner filmaciones de él a los jóvenes, puede mover a imitaciones jocosas, pero tendrían que haber escuchado a algunos compañeros de mi clase con qué acento hablaban. Hasta yo lo tenía, pero lo he perdido.

Aunque del modo de hablar de mi tierra hablo en pasado, porque el escuchar la televisión todos los días, durante dos generaciones, ha moderado muchísimo el acento. Hablar con un deje muy baturro sonaba a ser del campo y hoy día, hasta en los pueblos más pequeños, el acento ya no es tan fuerte. No hablo de “acento cerrado” porque el deje era muy fuerte, pero la vocalización siempre era perfecta. Había música en las palabras, mucha entonación, pero en toda la Corona de Aragón la vocalización siempre ha sido muy nítida.

El otro aspecto que me limito a mencionar es que san Josemaría, como yo, siempre hemos tenido voz aguda. Eso depende de las cuerdas vocales y no hay nada que hacer. Si alguien trata de hablar más grave, con un registro que no es el suyo, el resultado suena a falso, a teatral. Cada uno tiene que hablar en el tono que le dan sus cuerdas vocales.

San Josemaría no fue un teólogo, no se dedicó a eso. Ni lo fue ni lo pretendió. Algunos de sus hijos (profesores de la Universidad de Navarra), movidos de muy buena voluntad, han querido convencernos de que era un gran teólogo. Vano intento. No hallaremos en él las profundidades de un Henri Neuwen o de un Scott Hahn; ni, por supuesto, de un Ladaria Ferrer o de un Rowan Williams.

Ahora bien, como predicador era muy profundo. Para nada, superficial. Su pensamiento, siempre lúcido. Estaba dotado del don de la claridad. Cuántos luchan por ser claros y no lo consiguen en toda la vida. Como predicador era óptimo. Algunos teólogos son pésimos predicadores. 

Un hombre de su posición, tan visible, podía haber albergado una tentación muy natural al predicar: “Voy a lucirme. Voy a hablar de grandes profundidades de la teología para que vean cuánto sé”. Jamás cae en eso, ni como excepción. Él siempre habla a la gente que tiene delante. Hay predicadores que quieren hacer una especiosa elucubración teológica pensando en un público que no es el que delante sentados en los bancos. San Josemaría mira a los ojos del que está allí escuchándole, a diferencia del predicador que quiere hacer un sermón como los de san Agustín. Cuando, de hecho, los sermones orales del maestro de Hipona no necesariamente coincidían del todo con las piezas escritas retocadas y que bien sabía que iban a quedar para lectura de la posteridad. Hay predicadores que se encierran en su propio monólogo, aunque ya todos estén aburridos y deseando que aquello acabe por misericordia. En las charlas improvisadas de san Josemaría hay un verdadero diálogo con las almas, aunque solo hable él y los otros se limiten a preguntar. Es un diálogo porque él sentía lo que en cada minuto hay en el corazón de los que le escuchan. Lo repito, como predicador es óptimo.

Claro que debo hacer una aclaración. El gran predicador que fue no alcanza su culmen en los sermones, un género más rígido, sino que su culmen lo alcanza cuando improvisaba en las charlas con sus hijos. Sus verdaderos sermones son esos.

Cierto que él no se dedicó a la teología, pero su olfato vio claro qué era lo correcto y qué era una desviación. De manera que ejerció un verdadero magisterio para sus hijos.

lunes, julio 25, 2022

Antes de la dieta

 

El fundador del Opus Dei no fue un gran teólogo, por más que infinidad de tesis doctorales de la Universidad de Navarra han intentado sacar petróleo de donde no lo había. No fue un gran teólogo, ni siquiera fue un teólogo.

Lo que san Josemaría Escrivá fue es un padre. Fue un padre inmenso, un pater optimus. Siempre vio a la Obra como una familia y logró imprimir ese espíritu. Lo que realmente hizo bien, maravillosamente bien, fue de padre.

Y unido a eso fue un inmejorable gobernante. Fue sobresaliente el gobierno que ejerció sobre una institución tan grande y tan extensa. Su lucidez, su prudencia, lo convierten en un excepcional capitán de barco. Precisamente sobre esto no hay tesis doctorales. ¿Por qué? Porque habría que explicar en qué consistió la tormenta a través de la cual guio su barca. Y explicar esa tormenta sería meterse en berenjenales.

Y es que el Opus Dei, muy sabiamente, siempre ha evitado meter ni una sola pierna en arenas movedizas. En eso han actuado ellos muy sabiamente. Allí donde ha habido una disputa eclesial, allí donde ha habido una polémica, en vano buscaremos a la Obra. La Obra solo defiende el magisterio y punto. La buena formación y la santificación de las almas, lo demás no le interesa. Fantástico. Me parece muy bien esta postura. Hay individuos que tienen una llamativa capacidad para meterse en todos los charcos.

Muchos han querido ver cálculo en esta característica de la Obra. Pero no es ni cálculo ni astucia ni malicia. Es la sencillez del que busca solo las almas.

La cantidad de flechas que le lanzaron a san Josemaría, durante su vida, fue notable. Baste decir que hasta hubo un intento interno de quitarle de su puesto. Si usted que me lee pertenece a la Obra y no ha oído hablar nada de esto, pregunte a un sacerdote de la prelatura que tenga cierta edad. Pasará de puntillas sobre el tema, no espere una larga explicación; pero reconocerá que sí, que ese intento existió.

Hubo flechas contra él desde dentro (solo de unos pocos en la cúpula del a Obra) y flechas desde fuera (que la caridad ha ocultado). Y de todo eso salió san Josemaría sin el más leve rencor, sin la más leve acritud. Su gobierno, a pesar de todo esto, fue sereno y equilibrado. No resulta tan fácil mantener la serenidad en medio de la tormenta. En sus muchísimos sermones y charlas no encontraremos ni el más leve atisbo de amargura. Siempre se fijaba en lo positivo, siempre. Sus sermones eran acerca de lo constructivo, de lo bueno.

Y aquí es donde viene el momento en que voy a decir algo sobre su faceta como predicador, pero eso ya mañana.

domingo, julio 24, 2022

Más cosas sobre la Obra

 

Yo he enviado a muchísimas personas al Opus Dei. Me ofrece una total seguridad en su doctrina. Sé que encontrarán un ambiente acogedor desde el primer día. Sus sacerdotes son excelentes directores espirituales. Y la lista de elogios podría seguir.

Alguien pensará que ahora voy a decir “pero…”. ¡Pues no!, no hay “pero”.

El que yo haya manifestado mi opinión respecto a su molde jurídico no quita todo lo demás.

Además, dicho el elogio de lo esencial, me apetece fijarme en lo accidental. ¡Qué bonita es la casa generalicia de Villa Tevere! Su iglesia es formidable, la zona de los sepulcros. Todo está realizado con el más exquisito gusto. La verdadera clase huye de las extravagancias (en el vestir pasa lo mismo) y huye del boato vano (propio de los nuevos ricos jactanciosos). La estética siempre es fruto de lo interno. Y la estética de ese lugar es, sencillamente, óptima.

Hago notar que la sede de la iglesia de la curia del Opus Dei se podía llamar “cátedra” mientras en ellos hubo obispos. ¿Se puede seguir llamando “cátedra”?

En mi opinión lo correcto sería llamarla “sede”. Pues bien, esa sede es todo un poema de belleza.


sábado, julio 23, 2022

¿De dónde partió el asunto?

 

¿De dónde salió el que el Opus Dei fuera una prelatura? ¿Un buen día Juan Pablo II le sorprendió a don Álvaro comunicándole que le haría obispo?

—¡Santidad, pero qué sorpresa! Ni se me había pasado por la cabeza. No sé qué decir…

Voy a responder a estas preguntas formuladas desde el conocimiento y no desde la imaginación. Voy a responder desde el profundo amor al Opus Dei, no desde la malquerencia.

El Opus Dei pasó buena parte de su historia siendo una asociación, concretamente desde 1928 hasta 1982. Aunque el marco jurídico, al final de esa época, fue el de instituto secular. Una mera cuestión de palabras, ya que su organización y vida fue exactamente la misma desde que alcanzó su desarrollo supradiocesano.

Podemos buscar minucias para ver en qué cambió su status desde que comenzó como pía unión hasta ser instituto secular, pero son minucias. El único cambio al final de esa época fue que la aprobación de su existencia era de la Santa Sede y, por tanto, su supervivencia ya no dependía de la voluntad de un obispo o de un grupo de varios obispos. La capacidad de incardinar clérigos y su dependencia de Roma eran el final del camino. Ya no se les podía dar más por parte de la máxima autoridad eclesiástica.

Es cierto que al comienzo de su caminar hubieran tenido que someterse a las directrices del arzobispo que les había aprobado. Hubiera podido intervenir mucho en la organización, gobierno y espiritualidad. Pero una vez que se extendieron a varias diócesis esa posibilidad se alejó. Con la aprobación romana como instituto secular, tal capacidad de intromisión ya se conjuró del todo. Y eso era un bien, sin ninguna duda. El Opus Dei debía mantener su espiritualidad propia. Conseguir su independencia (sometidos a la Santa Sede) fue un bien. De otra manera se podría haber diluido el espíritu de la Obra según el parecer de los distintos obispos que podían haber impuesto su propia visión de las cosas.

Ahora bien, hubo un grupo de sacerdotes del Opus Dei (que habían estudiado Derecho Canónico) que dieron su entusiasta parecer de que el Opus Dei no era un instituto secular más. Eran de la firme opinión de que había que otorgarle un status superior.

No tengo la menor duda de que convencieron de ello al fundador del Opus Dei, y esa pasó a ser la “postura oficial” en la cúpula. Tampoco dudo de que el fundador (al que considero un santo) no necesitó de mucho esfuerzo para ser convencido: amaba a su “familia” y quería lo mejor para ella.

En ese ambiente se creó un influjo recíproco: ellos lo animaron y él los espoleó a ello. En mi opinión el impulso inicial para propugnar ese cambio jurídico partió del fundador. Pero partió de san José María como un deseo canónicamente informe y fueron esos sacerdotes del Opus Dei los que optaron por darle forma en el molde de algo que denominaron “prelatura”.

Cuando se plantea esta cuestión ya en serio ante el papa, el Opus Dei había crecido increíblemente. Había crecido tanto gracias a la bendición de Dios, de eso no tengo la menor duda: fue y es una institución bendecida del cielo. Y llegó un momento (en esa fase de madurez y prestigio) en que vieron que había llegado la hora y abogaron por ello directamente ante Juan Pablo II.

La erección en prelatura no fue algo que partió de la curia romana, sino de la petición insistente ante Juan Pablo II durante cuatro años. No he leído los informes, pero estoy seguro de que ningún informe canónico fue favorable a crear algo que se iba a asemejar demasiado a una diócesis. Y es que el mismo término de “prelatura” recordaba demasiado a los vicariatos apostólicos y a las diócesis personales. El llamarlo de la misma manera es algo mucho más que un “recuerdo”. Ya si encima se le nombraba obispo al superior, se cerraba el círculo, la semejanza era perfecta.

¿Un buen día se levantó Juan Pablo II y sorprendió a todos comunicando que se le había ocurrido nombrar obispo al superior de un instituto secular? Evidentemente, no. La idea no solo fue mencionada en sus oídos, sino que se le repitió.

Vamos a decirlo claramente, la sugerencia, la conveniencia, la importancia de nombrar obispo al superior partió de la cúpula del Opus Dei. Se hizo con la mejor voluntad, se hizo con la idea de reforzar más la autonomía de la Obra, de defender mejor su carisma al elevar el status de la institución. Pero no nos engañemos, partió de la Obra la idea.

Pero entonces y ahora, la opinión de todos los canonistas que no eran del Opus Dei era unánime: un parecer no favorable.

Solo el merecido prestigio del Opus Dei y el buen hacer de sus prelados han logrado mantener durante 26 años esa situación de episcopalidad. Hasta que, al final, el ser natural de las realidades eclesiales se ha impuesto.

Esto no debe ser visto como una derrota por los miembros del Opus Dei, o que se los hace de menos, o que no se los quiere tanto. Simplemente es volver a los orígenes.

¿Peligra el mismo status de prelatura? Vamos a ver, nada añade el ser prelatura frente a ser instituto secular. Así que no hay ningún problema en mantener la palabra, y nada pasaría si se perdiera esa palabra para regirse por las reglas comunes a los demás institutos. Es una mera palabra, pero su contenido es el mismo. Su independencia está asegurada en ambos casos. Su capacidad para resistir interferencias abusivas está asegurada por el Derecho Canónico. ¿Qué puede hacer el Opus Dei como prelatura que no pueda hacer como instituto secular? Lo repito, también los institutos seculares incardinan clérigos. También esos clérigos dependen del superior del instituto a efectos de obediencia y jurisdicción.

Podemos buscar moldes jurídicos únicos, irrepetibles, para Comunión y Liberación, para el Camino Neocatecumenal, para los focolares, para la Fraternidad de San Pedro, para la Renovación Carismática, pero, en realidad, no hay nada intermedio entre el estatuto jurídico de un fenómeno asociativo (aunque tenga sacerdotes) y el estatuto jurídico de una diócesis. No hay nada intermedio, solo palabras y minucias.

Y peor todavía si se creara algo en todo semejante a una diócesis personal, para añadir después que no es una diócesis.

—Ya, pero es que parece una diócesis personal.

—No, no, lo parece porque es una prelatura (respuesta de un sacerdote de la prelatura)

Ah, bueno, entonces todo está claro (ironía).

Tengo la MEJOR opinión sobre los prelados que ha tenido la Obra, la mejor. Pero el "molde" no ha hecho más que ser una fuente de problemas. Considero que en los años 70 se tomó una decisión en la cúpula que, con el paso de los años, claramente se ha visto que fue un error. 

Una postura que podría resumirse en "parece un obispo, porta báculo como un obispo, lleva mitra como un obispo, pero no es un obispo". Y otro tanto se puede decir respecto al molde general. ¿No es un poco sospechoso que no haya habido más prelaturas de este tipo? ¿Que pasa, que la espiritualidad del Opus Dei es única e irrepetible?

No, lo que pasa es que la reflexión canónica posterior ha reconocido que este tipo de molde no suponía ninguna aportación práctica verdadera y sí que creaba problemas de tipo teórico.

No tengo la menor duda de que el Opus Dei encajará la nueva situación con el espíritu que le caracteriza de obediencia y humildad. Este post es una reflexión libre, sincera, que dará información a los miembros del Opus Dei, pero estoy seguro de cómo va a reaccionar la Obra. Y digo que "da información" porque las explicaciones oficiales siempre son más sosas e insulsas. Por eso he escrito sabiendo que mis lectores serán los del Opus Dei.

Y para ellos concluyo: "Todo sigue igual. Lo otro son cosas accidentales".

viernes, julio 22, 2022

El Opus Dei y la mitra

 

Bueno, hoy no podía hablar de otra cosa, es casi obligado: el motu proprio sobre el Opus Dei. Llevo años defendiendo que por razones estrictamente eclesiológicas el prelado del Opus Dei no convenía que fuera obispo.

Algunos agnósticos anticlericales creen que en la teología de la Iglesia es pura voluntad, una acumulación sin orden ni concierto de puras decisiones jerárquicas. Todo lo contrario, la teología posee una férrea estructura lógica. La teología tiene en su despliegue un admirable ejercicio del silogismo.

Y no pocos habíamos advertido, desde la serenidad (sin ninguna pasión) y con mucho cariño a la Obra (a pesar de no pertenecer a tan egregia espiritualidad) que la episcopalidad del prelado constituía un elemento discordante en la eclesiología que hay detrás del ser de una diócesis.

No puedo dejar de recordar un no breve, pero infecundo diálogo con un sacerdote canonista de la prelatura. Pro caritate no añadiré ningún detalle más de aquel “diálogo” con un hombre enrocado.

El motu proprio insiste, con toda razón, en la naturaleza carismática y no jerárquica del Opus Dei. Aquí “carisma” debe ser leído en su acepción de espiritualidad.

Es decir, el Opus Dei es una espiritualidad, un instrumento en orden a vivir la vida de una manera concreta: santificándose en la vida ordinaria. Había que evitar, por tanto, toda apariencia de estructura paralela, de haber creado un nuevo tipo de sede episcopal.

Nota: Hago notar que en todas estas líneas estoy sorteando los razonamientos que expuse en varios posts en los que analicé al detalle otras razones teológicas por las que el prelado no convenía que fuera obispo. Debajo, al final, pongo ocho links a post míos.

En cada diócesis solo hay un único obispo que es el que supervisa, vigila y alienta todas las demás asociaciones, espiritualidades y realidades eclesiales. Un obispo y un solo obispo. La unicidad de esa misión no admitía ninguna figura que desdibujara ese carisma; y ahora sí que he usado la palabra “carisma” en el sentido del χάρισμα de la II Carta a los Corintios.

La misión es tan importante para la vida de las comunidades que por eso la misión se elevó a sacramental, creando Dios un grado en el orden sacerdotal.

El Opus Dei es una asociación de fieles. La palabra “prelatura” puede hacer pensar que el Opus Dei es algo más que una asociación de fieles, pero “prelatura” es solo una palabra, en realidad su ser es el de una asociación de fieles. Con sacerdotes, sí, como tantas otras asociaciones.

En mis palabras no hay el más leve acento de recriminación al Opus Dei, ni el más pequeño. Todo lo contrario, amo al Opus Dei. Pero sobreelevar su status canónico, el que le correspondía a su realidad, abocaba a que antes o después se produjera la corrección. Lo vuelvo a repetir: la prelatura es una asociación de fieles con algunos sacerdotes al servicio de esa espiritualidad.

Sobreelevar esta realidad (dignísima) a base de palabras y más palabras, no conllevaba ningún beneficio para su misión. Muy al contrario, todos estos años (desde la constitución apostólica Ut sit) todos se han preguntado qué tenía esta asociación para no considerarse una asociación.

Si algún canonista, si algún teólogo del Opus Dei, me llama por teléfono y me muestra alguna razón, alguna conveniencia eclesiológica, no tendré ningún empacho en hacer una corrección estas palabras mías. Yo estoy completamente abierto. No tengo ningún prejuicio. Al revés, solo amor al Opus Dei.

El que a partir de ahora el prelado no pueda usar insignias episcopales era algo totalmente conveniente: ¿para qué parecer un obispo si no lo es?

Una última cosa, entonces, ¿de dónde salió el asunto de que el Opus Dei fuera una prelatura y que fuese obispo? Ah, ese tema sí que es realmente jugoso, pero… lo siento, este post ya es demasiado largo. Esto es un blog.

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Links de este blog sobre el Opus Dei:

http://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2022/03/la-reciente-reforma-de-la-curia-romana.html

http://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2022/03/prelado-del-opus-dei-obispo-si-obispo-no.html

https://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2016/08/cuestiones-canonicas-acerca-de-la.html

https://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2016/08/mas-sobre-el-opus-dei.html

https://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2016/08/opus-dei-otro-post-otro-mas.html

https://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2016/08/se-me-ha-llenado-el-blog-de-numerarios.html

http://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2022/03/la-reciente-reforma-de-la-curia-romana.html

http://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2018/11/agradecimiento-de-la-iglesia-espanola.html


jueves, julio 21, 2022

La piedad de Miguel Ángel en versión ucraniana

 

Qué impresionante lo que hoy han mostrado en las noticias. El padre estaba con sus dos hijos, esperando el autobús, en Jarkiv. El hijo de 13 años murió tras el ataque del misil ruso. El padre, tras estar un rato dándole la mano, tras comprobar que ya sin ninguna duda estaba muerto, sacó un librito de oraciones, se arrodilló y se puso a rezar junto al cadáver de su hijo. Su otra hija, de 15 años, era intervenida en el quirófano. El rostro del padre mostraba una dignidad que me ha conmovido.

Ese chico del que no sabemos su nombre tendría sus ilusiones, sus amigos, sus películas favoritas. A esa edad casi no tendría todavía ni proyectos. Pero un ultrarrico de ya casi 70 años, Vladimir el Jinete, decidió sacrificarlo a él y a otros como él, rusos y ucranianos. Sacrificados a causa de sus fantasmagorías de grandeza soviética.

Muertos en Ucrania, pésames en tantos hogares rusos, hambre en otros lugares del mundo, amenazas de venganzas atómicas. Menudo legado va a dejar Putin, menudo legado.

He subido una segunda parte, hoy, a la charla sobre la mejilla derecha:

https://www.youtube.com/c/CanaldelPadreFortea?app=desktop

miércoles, julio 20, 2022

El libro del fin del mundo: consideraciones aragonesas

 

El protagonista de El libro del fin del mundo es de Barbastro, mi ciudad natal, pero acaba trabajando como bibliotecario en París, en La Sorbona. Me hubiera gustado que el entorno de la novela hubiera estado emplazado en mi tierra, pero había dos problemas.

El primero es que una biblioteca tan grande como la que el protagonista describe no podía estar en ninguna universidad de Aragón. La Universidad de Zaragoza se fundaría en 1542. En Huesca se funda una universidad en 1354, pero era muy pequeña y centrada en los estudios de teología. El viaje que se describe en mi novela tiene lugar en 1327. Este primer problema resultaba insoluble.

El segundo problema es que una expedición geográfica solo la hubiera podido emprender (y con dificultad) la universidad más grande de la Cristiandad. Una expedición geográfica reducida a un solo barco dirigiéndose hacia el oeste durante un breve espacio de tiempo. Y aun esto se consigue por una coyuntura muy especial: unos beneficios extraordinarios de las tierras arrendadas por la universidad, beneficios que se repiten (y acumulan) por dos años; y un precio del flete bajísimo por un largo bloqueo de los puertos de la Liga Hanseática para las embarcaciones provenientes de las costas francesas. Sin esa coyuntura el flete del barco no hubiera podido tener lugar ni siquiera por la universidad más grande de Europa.

Dicho lo cual, queda claro porqué mi novela solo podía tener un entorno posible para el arranque de la expedición: París. Porque tenía claro, desde el principio, que mi viaje debía ser una empresa universitaria, capitaneada por un bibliotecario.

Pero yo amo mi tierra y me hubiera gustado crear una historia que se desenvolviera en Aragón. Huesca con sus montañas tiene para mí un sabor medieval, casi épico. Las tierras de la llanura que se extienden antes del prepirineo las conozco bien, son mi casa. Teruel lo descubrí más tarde, ya adulto, y quedé fascinado en los dos viajes que hice. Parece increíble que exista una ciudad tan bonita. Es una población que más bien parece la fantasía de un pintor o un literato. Y de la ciudad de Zaragoza ¿qué diré? Es el corazón de Aragón, su corazón indiscutible. Si la ciudad de Zaragoza es el corazón de la región, el centro de la ciudad es El Pilar.

El Pilar es de los cinco o seis templos del mundo donde siento más la grandeza de entrar a un inmenso lugar sagrado. La amplitud de la colosal construcción, las solemnes ceremonias sagradas, la fe de la muchísima gente que siempre llena la basílica… Sí, ese lugar no es como cualquier otro, es único. Qué devoción tienen los zaragozanos a la Virgen del Pilar, es impresionante.

Cuando escribo estas líneas, pienso en lo que me hubiera complacido ambientar mi novela en Aragón. Pero hay que ser realistas, el arzobispo de Zaragoza no tenía poder económico para una empresa así, ni ningún sentido que un prelado se embarcara en sufragar los gastos de una expedición al Mar Tenebroso. El rey de Aragón podría haberlo hecho, pero el Atlántico estaba radicalmente fuera de sus intereses.

El flete de un barco con ese propósito, en mi libro, tiene un interés meramente geográfico. El interés de La Sorbona al embarcarse en esa empresa fue meramente el conocimiento. No pensaban encontrar más que agua y solo agua. 

No voy a rebelar si un bibliotecario de la Universidad de París descubrió alguna costa de América 165 años antes de nuestras tres carabelas. Puede que sí, puede que no. Es posible que no descubrieran ni siquiera una sola isla. Pero no, no voy a arruinar la historia con alguna revelación inadecuada. Pero no me digáis que no sería interesante que la Universidad de París descubriera América siglo y medio antes que Colón.

Nota: Hago notar que el barco de la fotografía superior es un filibote, mientras que el de mi novela era una coca, un barco más modesto.

martes, julio 19, 2022

Algunas consideraciones sueltas sobre la predicación

 

Aunque parezca sorprendente por su belleza, por sus tonos, por su atmósfera lo que he puesto arriba es una foto de una ballena, no un cuadro. Qué diferencia hay de una foto a otra foto. 

Como predicador hay un tema del que me gustaría predicar muchísimo más: Dios. Resulta para mí un poco decepcionante buscar material, esforzarme y darme cuenta de que si yo abro la boca, me voy a repetir. No hablo de los otros, hablo de mí mismo.

Quizá tenga que ser así, tenemos que hablar del velo que son las páginas de la Sagrada Escritura. Detrás de esos versículos está Él, pero solo podemos leer, meditar, orar acerca de esas palabras.

Tenemos que conformarnos con mostrar un poco, poquísimo, acerca de Dios hablando de las leyes del Levítico o de los cuatro seres angélicos de Ezequiel o de un detalle como el de la mejilla derecha de un evangelio.

Es cierto que el Misterio late detrás de esos capítulos, pero querríamos más textos que nos hablaran directamente de Él, como el texto del Libro de la Sabiduría (hay un Espíritu inteligente, santo, único…), o el del prólogo de san Juan o que, en el Apocalipsis, nos habla del Trono de Dios. Pero Dios ha dispuesto la medida exacta, adecuada, de esos textos bíblicos que nos hablan directamente de Dios.

Aconsejo a todos los predicadores que me estén leyendo que prediquen con ternura, que hablen de lo que hablen intenten reflejar a Dios. No debemos dar por supuesto que reflejamos el Misterio Divino. Aconsejo que la misma predicación se torne oración y hasta adoración. ¿Orar mientras se predica? A veces es posible. En ese caso cada frase debería ser adoración de la Trinidad. Hasta el modo de pronunciar cada palabra debería ser adoración: sin teatralidades, sin excentricidades, sin cosas raras, sin énfasis histriónicos. Si adoras, sin hacer nada, ya llevarás a los demás a la adoración. Lo importante es adorar, de lo demás ya se encargará “el Adorado”. ¿Cuándo un esposo ama a su esposa, necesita caer en artificios? El amor se manifestará en la naturalidad.

Predicar es una tarea inmensa, grandiosa, tan grandiosa como aquello acerca de lo que predicamos.