El obispo de Solsona, Xavier Novell, ha
escrito en la “Hoja Diocesana” algunas reflexiones. No le molestará que ofrezca
unas reflexiones a sus reflexiones.
No estoy para nada mal dispuesto hacia ese obispo.
Aquí no hay enemigos. Él tiene sus ideas y yo las mías. Después de expresarlas,
le besaría el anillo con toda reverencia, daría un paseo con él, etc. Aquí, lo repito,
no hay enemigos. Pero sí conclusiones distintas a un problema, a un gran
problema. En rojo las palabras del obispo.
És evident que el projecte d’assolir la
independència a través d’un procés polític que culminés amb un referèndum no ha
reeixit.
Reconocer esto ya es muy importante. Porque, hasta
hace no mucho, algunos secesionistas han intentado convencer a los ciudadanos
españoles que había ya una independencia (cuando no la había) o, al menos, que
había habido un referéndum válido, cuando ese referéndum ilegal no había sido
aceptado por una de las partes.
Esto gustará o no gustará, pero, de hecho, lo repito, ni
siquiera ha habido una consulta válida, es decir, una votación que aceptaran
las dos partes. Sin esta condición, aquellas urnas no arreglaban nada. La misma
cuestión del referéndum era ya otro motivo de división.
No hi ha ni el primer element bàsic: la
majoria social a Catalunya.
De nuevo, esta declaración resulta importantísima. Con
referéndum o sin él, era y es algo evidente.
... hem d’acceptar que vivim en una
societat dividida...
Por lo tanto, resulta inaceptable que haya elementos
del clero que traten a sus feligreses desde una sola posición. Y que los que no
acepten esa posición es que no entienden la idiosincracia del país.
Mentrestant s’ha evidenciat que la
nostra societat està dividida en aquest tema.
La cuestión es que ha habido parte del clero que ha
fomentado esa división. Muchos sacerdotes no han sido elementos de unión, sino
elementos partidistas en una cuestión debatida.
Ha de ser possible conviure tot i pensar
diferent. A l’Església hi ha fidels independentistes i unionistes i tenen tot
el dret a defensar en la vida social i política la seva posició.
A ver si eso comienza a ser posible en muchos lugares.
Porque la realidad estadística que se ha reflejado en las últimas elecciones
catalanas muestra un hecho objetivo que no tiene su reflejo en muchas parroquias
catalanas. Los fieles están hartos de ver un párroco independentista en sus sermones
y gestos públicos (dentro de las mismas dependencias parroquiales) cuando la
mitad de su feligresía no está a favor. Podría poner ejemplos inaceptables. Alguno
vivido por mí en primera persona. Cuando me pasó, por educación me callé y no dije
nada, como hacen los feligreses. Pero ya está bien, ya está bien.
Tots, però, som germans i aquesta
diferència no ens separa, no fa que ens estimem menys i que ens ajudem menys. I
si passa, vol dir que la nostra fe no és prou madura i que està ideologitzada.
Exactamente, exactamente. No tengo ni una palabra que
añadir.
Conclusión final mía:
Los obispos españoles han callado durante años intentando que esta cuestión se
solucionara por sí misma. Pero ha llegado un momento en que la necesidad de
ofrecer un criterio moral ha resultado ya necesaria, ineludible.
Y cuando los
obispos han hablado, lo han hecho claramente. No ha habido ambigüedad en sus
palabras. Algo lógico porque lo que aquí está en juego es si se están reprimiendo
o no los derechos de todo un Pueblo.
Cualquier error en el enfoque de esta cuestión moral después va a tener consecuencias. Durante años, sin entrar en la cuestión de fondo (moral) yo he estado a favor de una solución pragmática. Pero ahora me doy cuenta de que los imperativos de los tratados de moral nos muestran el mejor camino.
Tengo la sensación de que los obispos de España han seguido este mismo camino que es el mío personal. Para ellos y para mí, hubiera sido lo mejor que un 70% de la población se decantase a favor de la secesión o a favor de la unión. De esa manera, todo hubiera sido muy fácil. Pero, nos guste o no, la sociedad está dividida profundamente y al 50%.
En una situación así, con un choque constitucional entre un poder regional y el poder nacional, se hacía necesaria una palabra de los obispos: y la dieron. Y yo me uno a su palabra.
La moral se sustenta en unas estructuras férreas. Después, encima, se construye. Este asunto se debe afrontar con las reglas de los tratados de moral. Si caemos en el error de dar respuestas con el sentimiento, después recogeremos los frutos. Puedo aseguraros que, para nada, (en la medida que me es dado saberlo), me he dejado llevar de sentimientos personales o prejuicios. Si estoy equivocado, lo estoy de buena fe.