martes, noviembre 12, 2019

Mi trilogía sobre el Misterio de Dios





Permítase escribir hoy un post autoreferencial. Tras una vida dedicada a la escritura, he escrito algo más de medio centenar de libros. El número no significa mucho. No pocas de esas obras son breves o muy breves; y otras, aunque más extensas, son lo que considero “obras menores”. Solo la mitad de mi producción se salva de ese calificativo.

         Ahora bien, me siento orgulloso de mi trilogía sobre el Misterio de Dios: Historia del mundo angélico, Las corrientes que riegan los cielos y Las leyes del infierno. Sin duda esa es la cúspide del trabajo de una vida. Y, sin haberlo pretendido, la trilogía trata acerca del centro de mi vida: el Ser Infinito.

         Pero hace pocos días me percaté de otro detalle. El primer libro trata acerca de Dios Uno, el segundo acerca de Dios Trino, y el tercero profundiza en los aspectos ya presentados en los dos primeros libros.

         El primer libro describe a Dios de un modo dinámico, a través de la lucha angélica. El segundo libro describe la Trinidad a través de la felicidad del Cielo. Trata también del infierno y el purgatorio, pero es una obra centrada más bien en la dicha que hay en el cielo. La dicha y la felicidad atraviesan el libro explicando a la Santísima Trinidad. El tercer libro describe a Dios a través de la profundización en lo que es el infierno. Conocer a Dios a través del averno. Conocer las profundidades del infierno conociendo las profundidades del infierno. Conocer el núcleo del infierno conociendo la vida intratrinitaria divina.

         No hubo ningún plan, no hubo ningún esquema preconcebido. Pienso que la trilogía ha salido así gracias a la ayuda del Señor. Y es que es muy curioso, pero el primer libro nació de una inspiración. Durante años quise escribir un libro sobre los ángeles. Siempre pensé lo bueno que sería que mi Summa Daemoniaca tuviese su obra inversa: una summa acerca de los ángeles. Pero no pude, nada venía a mi mente. Me esforcé y lo intenté, pero nada durante años. Una vez me puse ante la pantalla del ordenador y me dije: “Escribe algo, lo que sea”, pensando “después ya lo corregiré, después ya lo puliré y lo completaré”, pero empieza, por algo, por lo que sea. Al final, desistí. No se me ocurría nada.

         Muchos años después, dando un paseo por Roma con un franciscano, junto al Panteón, mi amigo me hizo una pregunta acerca de los ángeles, a la que siguió una amena conversación. Cuando llegué a casa, me dije: “Voy a escribir algunas ideas que le he dicho en esa conversación. Son útiles y no quiero que se me olviden”. Comencé a escribir y ya no paré hasta que salió el libro entero: una idea se sucedía a otra, la obra fluía, las ideas se agolpaban en mi mente. Cuando la acabé, me di cuenta de que ese libro valía más que todas mis obras sobre el demonio. Valía más mi misma tesis doctoral a la que dediqué cuatro años de trabajo.

         Años después, di una conferencia en Brasil. El día de la conferencia estaba leyendo, como lectura personal, el libro del profeta Ezequiel. Se me ocurrió una cosa de la que prediqué esa tarde. Al llegar a España, pensé: “Voy a escribir ese pensamiento porque creo que vale la pena no olvidarlo”. No pensaba escribir más allá de una hoja u hoja y media. Pero me puse a escribir y ya no paré hasta acabar entero el segundo libro de la trilogía.

         El tercer libro nació de un tiempo en el que tenía menos trabajo antes de tener que sustituir a los compañeros sacerdotes en la capellanía del hospital. Decidí escribir una obra breve que condensara mi pensamiento sobre el demonio y el infierno. Las partes relativas a la Trinidad nacieron de la inspiración, fueron cosas que se me ocurrieron. Ahora las releo y me doy cuenta de que nunca hubieran podido ser resultado del estudio o de mi trabajo.

         Curiosamente, considero que cada libro que sigue en esta trilogía es mejor que el anterior. El segundo volumen es mejor que el primero, y el tercero que el segundo.

         He querido daros estas explicaciones a todos los que me leéis, porque, cuando uno lee un libro, le gusta que el autor le añada algunas cosas más acerca de cómo nació un libro.

         Una última cosa, el título de Las corrientes que riegan los cielos está tomado de un verso de un poema de san Juan de la Cruz. Un poema que era mi favorito en el seminario, un poema titulado Que bien sé yo la fonte. Me lo sabía de memoria y con música. De manera que me gustaba mucho tararearlo. El otro poema que me gustaba mucho cantar era Crux fidelis. Qué buenecico era en esa tierna edad. Hasta yo me enternezco recordándome.

En fin, el poema es este y el título salió de la estrofa 6 que marco en rojo:

Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe
Que bien sé yo la fonte que mana y corre,               
      aunque es de noche.                    

1          Aquella eterna fonte está escondida,            
que bien sé yo do tiene su manida,               
      aunque es de noche
2          Su origen no lo sé, pues no le tiene,             
mas sé que todo origen de ella viene,                      
      aunque es de noche,                    

3          Sé que no puede ser cosa tan bella,              
y que cielos y tierra beben della,      
       aunque es de noche.                   

4          Bien sé que suelo en ella no se halla,           
y que ninguno puede vadealla,                     
       aunque es de noche.                   

5          Su claridad nunca es oscurecida,      
y sé que toda luz de ella es venida,              
      aunque es de noche.                    

6          Sé ser tan caudalosos sus corrientes,            
que infiernos, cielos riegan, y las gentes,                 
      aunque es de noche.        

7          El corriente que nace de esta fuente,            
bien sé que es tan capaz y omnipotente,                  
      aunque es de noche.                    

8          El corriente que de estas dos procede,                     
sé que ninguna de ellas le precede,
       aunque es de noche.                   

9          Aquesta eterna fonte está escondida            
en este vivo pan por darnos vida,                 
       aunque es de noche.                   

10        Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,             
      porque es de noche.                    

11        Aquesta viva fuente que deseo,                    
en este pan de vida yo la veo,           
      aunque es de noche.