Ya os dije, hace tiempo,
que estaba leyendo los escritos de la época apostólica. Es decir, los textos
que van desde Pentecostés hasta la muerte del último apóstol, más o menos, en
el año 100.
He leído la Carta de
Clemente, la Didajé, un sermón del siglo II (la Secunda Clementis)
y ahora estoy con la Carta a Diogneto (siglo II).
Me ha sorprendido, en
esta última carta, la nula comprensión que el autor tenía de por qué Dios mandó
sus normas en el Antiguo Testamento. No solo no comprende nada, sino que
critica las costumbres judías con muy poca cabeza. Es un texto muy llamativo. Este
hombre no comprende ni siquiera por qué se circuncidan los judíos.
Hoy he tenido que leer
unas partes de la Carta de Bernabé (también del siglo II). Y dice varias
cosas de la fauna que demuestra que ese hombre solo conocía el campo por la
televisión, en el caso de que esta hubiera existido. Os pongo tres perlas:
Mas tampoco comerás
liebre. ¿Por qué? No serás corruptor ni te asemejarás a los tales. Porque la
liebre multiplica cada año su ano, pues cuantos años
vive, tantos agujeros tiene.
Mas tampoco comerás la
hiena. No serás —dice— adúltero ni corruptor, ni te asemejarás a los tales:
¿Por qué? Porque este animal cambia cada año de sexo y
una vez se convierte en macho y otra en hembra.
Mas también tuvo razón de
abominar de la ardilla. No serás —dice—tal cuales oímos que son los que
cometen, por la impureza, iniquidad en su boca, ni te unirás con las mujeres
impuras que cometen la iniquidad en su boca. Porque este animal concibe por la boca.
En fin, y todavía hay
algunos que critican mis obras.