En la imagen de hoy,
aparece el Papiro 1. Aunque tenga esa numeración no significa que sea el más
antiguo. Pero es del siglo II. Una de los más antiguos papiros en que aparece
un texto del Nuevo Testamento. Resulta fascinante imaginarlo en las manos de
esos presbíteros, obispos y mártires. Leído y meditado, reverenciado, guardado
en un armario y sacado durante las reuniones litúrgicas.
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Yo estoy un poco como ese papiro. Hoy he continuado con
unas cuatro décimas de fiebre todo el día, pero ya es menos que ayer. A ver si
mañana se consolida la mejoría. Pero el empeoramiento de Boris Johnson (que solo tiene cuatro años más que yo) no es un buen signo.
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Respecto a la imagen de ayer, es una hoja del
famoso Papiro 46. En realidad, con ese nombre se conoce a una colección de
papiros que está datado, como muy pronto en el año 175 y como muy tarde en el
año 225. Y, entre las cartas de san Pablo, aparece la Carta a los Hebreos.
Menciono esto porque se da por supuesto que esa carta no es de san Pablo, pero la
única razón es el estilo y la temática.
Pero,
frente a ello, está la tradición que la ha
adscrito a san Pablo siempre. El que aparezca en ese manuscrito que solo tiene
cartas del Apóstol es una razón más para su
autenticidad. Para mí, la Carta a los Hebreos es la elaboración final del
Apóstol tras una vida de reflexión. He querido en este post dejar constancia de
esta opinión mía.