miércoles, julio 25, 2018

Pequeños consejos sin importancia a los obispos



Un pequeño consejo para los obispos. Realmente, es un consejo en verdad minúsculo. Me atrevo a sugerirles que no prediquen sentados con el báculo en la mano. El báculo está hecho para andar, es un instrumento procesional o para apoyarse cuando uno está de pie. Pero un báculo no tiene sentido como instrumento si un está sentado. De hecho, surge un problema irresoluble si uno lo hace: su inestabilidad. Es muy difícil sostener un báculo si uno está sentado. El pobre obispo que lo intente descubrirá que, en esa posición, no puede cambiar de mano, no puede descansar.

La primera vez que vi tal cosa me resultó chocante. Pero como lo he visto hacer más veces (pocas, pero unas cuantas), quiero desaconsejar tal práctica. El báculo no es un instrumento para ser sostenido cuando uno está sentado.

¿Es recomendable predicar con el báculo en la mano si se predica de pie? Por supuesto que, en tal asunto, cada obispo obre con libertad. La belleza del sermón no se verá afectado para nada por seguir o no tal práctica. Ahora bien, no aconsejo predicar todo el rato sosteniendo el báculo. Resta mucha expresividad a la comunicación no poder usar más que una mano.

El pectoral, según las normas actuales, durante la misa, se puede llevar sobre la casulla o debajo de esta. Ahora bien, la tradición (hasta la época del Concilio Vaticano II) fue llevarlo bajo la casulla. Pienso que lo mejor es tener un magnífico crucifijo sobre el altar, un gran crucifijo que sea muy bello. Y, por esa razón, colocar el pectoral bajo la casulla. Así se remarca la realidad de que en el presbiterio únicamente hay una sola cruz: la del altar. Los papas siguen llevándolo así, sin romper la tradición. Benedicto XVI y el papa Francisco han seguido esta tradición que lo era de todos los obispos.

La tradición de los pectorales episcopales siempre ha sido que no tuvieran crucificado. La inmensa mayoría de los obispos siguen respetando esa costumbre. En esto también soy claramente favorable a seguir la tradición. No sé por qué, pero me parece que estéticamente queda mejor.

Y una última cosa, el pectoral no se lleva sobre el pecho, sino por debajo de este. Queda muy simbólico eso de llevarlo sobre el corazón, pero por razones visuales queda mejor que cuelgue más abajo. Afortunadamente, así lo hace la abrumadora mayoría de los obispos. Solo algún que otro obispo joven recién ordenado, con gran idealismo por su parte, da instrucciones al joyero de que la cadena sea de una longitud tal que le caiga sobre el pecho. Pero este tipo de razones teóricas suelen ser abandonadas bastante pronto.

Ah, una última indicación. Hay obispos que cuando caminan con el báculo en la mano lo sostienen todo el tiempo unos centímetros sobre el suelo. Alguien de confianza debería aconsejarles que practiquen en el pasillo de casa. El báculo debe usarse para caminar, no sostenerlo disimuladamente sobre el suelo. A cada paso, hay que apoyarlo, haciéndolo esto de un modo natural y cómodo. Y esto incluso cuando se suben las gradas del presbiterio, tramo en el que algunos sucesores de los apóstoles se hacen un poco de lío entre los pasos y el báculo. Si yo fuera el secretario de algún obispo le diría a puerta cerrada: “Muy bien, mucho mejor, pero vamos a ensayarlo otra vez”.

Post Data: Se recomienda la difusión de este post entre la población episcopal del orbe católico. Enviarle este post puede ser una buena excusa para añadir al final, como quien no quiere la cosa: "¿Se acuerda que me dijo que me cambiaría de parroquia? Estamos en julio y no he tenido noticias suyas".

martes, julio 10, 2018

Carta a Daniel Ortega, dictador de Nicaragua



Estimado Daniel Ortega, dictador de Nicaragua:

Usted ha lanzado a la turba contra los obispos. Una turba bastante exigua, pero que compensaba con violencia la pequeñez de su número. Los obispos han intentado hablar a la turba. Inútil intento. Nunca se puede razonar con una turba que vocifera.

Nuestro Maestro nos dijo, hace ya casi dos mil años: Quien a hierro mata a hierro muere.

Tenga, Daniel, cuidado. Porque quien lanza turbas contra los obispos, algún día puede encontrarse de cara a cara frente al Pueblo ya totalmente descontrolado. Y le aseguro que no podrá hablar ni razonar con una turba. La historia nos ha demostrado que si existe una bestia insaciable en su crueldad es una masa humana llena de furia.

Usted es un dictador y lo sabe. Nadie lo sabe mejor que usted. Nadie conoce tan bien cómo usted el proceso que ha acabado con la democracia en su país. ¿Quién mejor que usted nos podría explicar cómo logró acaparar todos los poderes, cómo logró derribar todas las barreras constitucionales?

Márchese a casa. A la casa que tiene fuera de la que llama su patria. Es cierto que si se va, perderá una fortuna. Ya tiene una gran fortuna. ¿Por qué tanta ambición? Si se aferra a su fuente de ganancias personales, algún día puede comprobar que un pueblo oprimido resulta imprevisible. Y en un solo día se puede pasar del despacho presidencial a un calabozo militar.

Cierto que usted piensa que puede hacer como Maduro en Venezuela. Pero no dude de que hay designios desconocidos por los que el Señor ha permitido tal aberración en Venezuela. Tal aberración se ha permitido y se sigue permitiendo. Pero los designios del Señor siguen adelante. No le deseo a usted enfrentarse a la ira divina. Deje a su pueblo libre. Libere a toda una nación.

Me despido de usted, deseándole que no se arroje usted mismo a un abismo de poder y represión, cuyas llamas le perseguirán en este mundo y en el otro.